- ¿Por qué la máscara? -me preguntó él. Me quedé en silencio mientras él revolvía mi cabello. Me desató el lazo que recogía mi pelo y dejó que la cinta cayera al suelo. - ¿Por qué me tocas? Soy una puta para ti, ¿verdad? - le pregunté mientras lo miraba fijamente a los ojos. Él me miró pero no me respondió. ¿No me acababa de llamar puta? Enterró su rostro en mi cuello y me sopló suavemente en la cara. Eso se sintió bien. Muy bien. Cuando sus labios hicieron contacto con mi piel, me mordí los míos para evitar gemir. Podía sentir sus manos liberando mis muñecas. Mis brazos cayeron sobre sus hombros. Mis ojos estaban cerrados mientras me concentraba en los sentimientos que me estaban invadiendo. ¿Qué diablos me estaba pasando? Dos personas. De dos mundos diferentes. ¿Dominación o sumisión? ¿Tipo de relación? ¿Qué sucede cuando dos personas entablan una relación extraña, confusa e intensa? ¿Dará amor u odio?
Sweet Delice Club
Me quedé mirando fijamente el letrero del club y no pude evitar poner los ojos en blanco. Todavía no podía creer que tenía que trabajar en ese lugar para conseguir algo de dinero. Sostuve mi bolso deportivo aún más cerca y suspiré. En realidad, odiaba ese trabajo, pero no tenía otra alternativa. Me sentía impotente, extremadamente impotente, pero necesitaba dinero rápido y ese trabajo podía darme mucho dinero en una sola noche.
Sí, soy una stripper.
Luego, entré al club y vi a muchos hombres. Bueno, en realidad, eran demasiados. Ese club era extremadamente fino y elegante. Sí, lo sé, probablemente te estés preguntando cómo un club de striptease podía ser fino y elegante, pero créeme que ese lo era. De hecho, no todas las personas tenían derecho a entrar a Sweet Delice Club. Solo los hombres millonarios podían permitirse el lujo de entrar, así que ese trabajo realmente me daba mucho dinero.
Entré a escondidas a los vestidores, tratando de evitar a los clientes, porque no tenía puesto mi antifaz. Se suponía que las chicas no debían bailar con antifaz, pero le supliqué a mi jefe que me dejara usarlo, porque no quería que nadie me reconociera. Como yo era un elemento bastante bueno en el club, él aceptó sin problemas.
"¡Athena Amington!", me regañó Rose, quien ya estaba vestida con su minifalda y su sostén, mientras yo me dirigía al vestidor para verla. Simplemente sonreí de forma tímida y me encogí de hombros.
"¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Estoy atrasada!", exclamé con las manos levantadas en señal de rendición, lo cual la hizo resoplar. Luego, dejé mi bolso deportivo sobre la mesa y respiré profundo.
"¡Vamos, tienes que prepararte!", me dijo ella mientras abría mi bolso y sacaba los pantalones cortos negros y el sostén. "Tienes suerte de no tener que mostrar las tetas o el trasero", refunfuñó la mujer.
"Sí, pero tengo que bailar con hombres cachondos y, con esos pantalones tan cortos, puedo sentir incluso sus erecciones", le respondí mientras me estremecía de disgusto. Se suponía que todas las strippers debían bailar en el escenario y, obviamente, terminaban quitándose la ropa. Sin embargo, mi jefe me ordenó que me pusiera esos pantalones extremadamente cortos y un sostén. Yo también debía bailar en el escenario durante mi espectáculo, pero luego debía bajar y darles a esos hombres bailes eróticos, así que creo que por eso él me dijo que no me quitara la ropa. Me estremecí cuando pensé en esos hombres tocándome. El simple hecho de pensar en eso me daba ganas de vomitar, pero afortunadamente contábamos con mucha seguridad. Los hombres no tenían derecho a tocarnos y realmente me alegraba que fuera así.
"Odio este trabajo", murmuró Rose.
"Yo también", susurré mientras me quitaba la ropa y me ponía el pantalón corto que solo me tapaba la mitad del trasero. Luego, me puse el sostén plateado, me miré en el espejo y suspiré. También me solté mi largo cabello negro y ondulado, el que tenía atado en una cola de caballo.
"Toma", me dijo Rose, quien rápidamente me pasó el set de maquillaje y mi antifaz. Me maquillé los párpados con un tono ahumado para resaltar mis ojos verdes. Luego, miré mi antifaz, el cual era plateado y tenía algunos diseños negros. Efectivamente, combinaba con mi atuendo. Me puse el antifaz y lo até bien firme para que no se me cayera. Después, saqué mis sexys zapatos negros de taco aguja y me los puse. En realidad, parecía una puta. Una puta sexy. Sin embargo, soy una stripper, ¿o no? Todo eso era parte de mi trabajo.
"No quiero salir", le dije a Rose, quien en ese momento se estaba aplicando el lápiz labial rojo intenso y luego me lo pasó. Me volví hacia el espejo y también me pinté los labios. Cuando terminé, se lo devolví.
"Piensa en el dinero que ganarás", me dijo ella para tratar de animarme. Luego, respiré profundo y cerré los ojos, pues tenía que pensar positivo.
"Lo haré genial esta noche", le dije para parecer positiva, pero mi sonrisa falsa se podía notar a kilómetros de distancia. Rose se rio ante mi horrible intento de animarme.
"Te ves sexy. Increíblemente sexy", dijo una voz masculina detrás de mí, así que me volví para mirarlo. Era Jerry, mi jefe, quien en realidad era bastante bueno. Sus ojos recorrieron mis largas piernas bronceadas hasta que finalmente se posaron en mi rostro. Sonreí y él me respondió con otra sonrisa.
"¡Gracias!", exclamamos Rose y yo al mismo tiempo, mientras Jerry se acercaba a nosotras con un envase de aceite en la mano. Luego, se lo entregó a Rose y le guiñó un ojo.
"Te traje esto. Hará que tu cuerpo resplandezca, cariño", le dijo él, por lo que la mujer puso los ojos en blanco. El resto de las strippers debían ponerse ese aceite por todo el cuerpo para verse más atractivas y sexys. Sin embargo, yo no tenía que hacerlo, porque bailaba cerca de los clientes y no queríamos arruinarles su ropa. Rose me hizo una señal con la mano y luego salió de la habitación para aplicarse el aceite sin que Jerry se la comiera con la mirada.
"¿Estás lista?", me preguntó Jerry, completamente concentrado en mí. Simplemente me encogí de hombros y me revolví el cabello para que se viera más desordenado.
"La verdad, me siento como una mujerzuela cuando hago esto", le respondí con sinceridad. Jerry era un hombre increíble y sabía cómo animarme en unos segundos. Él me dedicó una sonrisa tranquilizadora y luego me dio unas palmaditas en la cabeza como si fuera un perro, por lo que lo miré furiosa. Odiaba cuando hacía eso.
"No deberías sentirte así", me dijo mientras saltaba sobre el mostrador y me miraba fijamente. "No te ves vulgar", agregó señalando mi ropa. Al escuchar eso, me burlé y le hice un gesto para que se fijara en mi trasero, por lo que él puso los ojos en blanco y me dijo con confianza: "Las personas usan menos ropa en la playa".
"Bueno, pero no estamos en la playa", argumenté de forma desanimada.
Luego, él señaló mi antifaz y me dijo sin quitarme los ojos de encima: "Estás usando un antifaz. Nadie sabrá quién eres. Además, eso te hace popular. Estoy seguro de que casi todos los hombres vienen al club porque quieren saber quién es la Misteriosa Vixen". Luego, agregó con las cejas arqueadas: "Además, no entiendo por qué te sientes como una mujerzuela si ves que el resto de las chicas bailan desnudas y tú no".
"Tienes razón", concluí y me acerqué a él para abrazarlo. Jerry me abrazó con fuerza y, con una sonrisa, exclamó:
"¡Siempre tengo razón, cariño!".
"Sí, claro, ya te gustaría", me burlé de él.
Siempre consideré a Jerry como parte de mi familia, porque me daba buenos consejos y me decía que mi lugar no estaba en un club, sino que en una universidad, pues era inteligente. Sí. De hecho, yo estaba estudiando psicología en la universidad y, cuando le conté, sonrió feliz. Jerry tenía más de treinta años y yo era solo una chica de diecinueve años que necesitaba urgentemente un trabajo, cosa que él me la dio porque sabía que lo necesitaba.
"Ya terminé", le dijo Rose mientras entraba a la habitación arreglándose el sostén. Jerry la miró fijamente y Rose se sonrojó. Al notar eso, no pude evitar sonreír.
"¿Estás lista?", le preguntó Jerry y se bajó del mostrador. Rose asintió y se sentó en una silla.
"¿No debería salir primero Athena?", le preguntó ella y Jerry asintió.
"Rose, no me llames por mi verdadero nombre. Recuerda que aquí soy Vixen", murmuré mientras miraba a mi alrededor. De hecho, solo Jerry y Rose sabían mi verdadero nombre y los demás solo me conocían como "Vixen".
"¡Perdón!", exclamó ella rápidamente. Yo le sonreí y me arreglé el short, que estaba tan apretado que seguramente mi sangre no estaba circulando bien. Imagínense la tortura que significaba bailar usándolos.
"Rose, tú saldrás inmediatamente después de Athena", le indicó Jerry. De inmediato, le di un golpe en el brazo y lo miré enojada.
"Deja de usar mi nombre", le dije, remarcando claramente cada palabra. Él puso los ojos en blanco, asintió y me respondió:
"No hay nadie alrededor".
"No estoy dispuesta a correr el riesgo", le murmuré.
"¡Bueno, ya es hora!", me dijo Jerry.
"¡Buena suerte!", me gritó Rose.
"¡Realmente la necesitaré!", exclamé mientras seguía a Jerry afuera de la habitación. En ese momento, otras strippers pasaron junto a mí y asintieron para saludarme. Ellas nunca habían visto mi rostro, solo mi antifaz. Además, tampoco parecían tener ganas de conocerme. Mientras caminábamos hacia el escenario, noté que una de las chicas me miraba furiosa. Era Stacy y no era una gran admiradora de Vixen que digamos. Al parecer, yo le estaba robando algunos de sus clientes.
"Será tu turno dentro de un minuto o dos", me dijo Jerry mientras miraba el escenario para comprobar si la chica que estaba antes de mí estaba a punto de terminar. Respiré profundo para tratar de tranquilizarme. Trabajaba en ese club tres veces a la semana y, para ser honesta, después de tres meses todavía no lograba acostumbrarme a ese ambiente. Estaba segura de que vería las mismas caras de siempre entre los espectadores, ya que esos hombres siempre venían a verme cuando me tocaba bailar.
"Deberías estar feliz de no estar completamente desnuda", me murmuré a mí misma para tratar de tranquilizarme. Al escuchar eso, Jerry me miró divertido, pues le encantaba verme así de inquieta.
"Cálmate", me dijo él mientras negaba con la cabeza con incredulidad. "Ya lo has hecho muchas veces y siempre te pones nerviosa antes de salir al escenario", agregó Jerry.
"Bueno, es bastante normal estar nerviosa si tengo que bailar casi desnuda frente a hombres lujurioso", murmuré mientras me miraba los tacones. ¿Por qué estaba haciendo eso de nuevo?
Oh, sí, por el dinero.
"Es tu turno, cariño", me indicó Jerry y, sin dejar de mirar al público, agregó: "Hay muchas caras nuevas".
"Con eso me pones aún más nerviosa, tonto", exclamé, lo cual lo hizo reír.
"Siempre estás nerviosa, pero lo harás tan bien como de costumbre. Por eso, cálmate, sube al escenario y tráeme mucho dinero en efectivo", me dijo mientras señalaba el escenario.
"Eres realmente un imbécil", murmuré mientras pisaba el primer escalón del escenario.
"¡Buena suerte!", susurró Jerry cuando mi canción comenzó a sonar. Elegí The Hills de The Weekend, porque me sentía muy cómoda bailándola y sabía cómo moverme con su ritmo.
"¡A continuación, les presentamos a la Misteriosa Vixen!", anunció Jerry con orgullo. De inmediato, sonreí y subí al escenario con la cabeza gacha y el cabello cubriendo ligeramente mi rostro.
Ya era hora de dar rienda suelta a Vixen.
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