Robert Cameron, un rico hacendado de Durness , gana en un torneo de póker las propiedades del noble Raphael Clark. Este abrumado por la culpa y sin nada con lo que mantener a su familia, se quita la vida, dejando desamparadas a sus dos hijas junto a su mujer. El mismo dÃa del funeral, el ganador pide ejecutar las escrituras o recibir a cambio el dinero equivalente a su deuda, obligando a la viuda a tomar una pronta decisión. Robert conocerá a Madisson, la hija menor de los Clark, y le propondrá un trato distinto a su madre: casarse con su hija a cambio de devolverle las escrituras. Tras la decisión, descubrirá un tormentoso secreto sobre su prometida: ella ama a un joven militar con quien intentará escapar. A pesar de todo, truncará sus planes y, tras las dificultades, la arrastrará a su hacienda en contra de su voluntad. ¿Conseguirá doblegar la voluntad de Madisson? O, por el contrario, ¿vivirá un matrimonio con un oscuro secreto que amenazará con salir a la luz cuando ya sea demasiado tarde?
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La boda se celebró el veintisiete de noviembre de 1899, en la iglesia St. Mary's, una de las más importantes del municipio de Inverness.
La novia, engalanada con un vestido victoriano de cuello subido, bordado de encaje, grandes mangas y lazos de satén, lucÃa espectacular. El velo de tul, recogido por una tiara de flores, abrazaba su espalda; y en sus manos enguantadas portaba un ramo de flores en forma de cascada.
Robert Cameron, el novio, vestÃa con sobriedad. Traje de tres piezas color gris antracita, camisa blanca perfectamente almidonada y, alrededor del cuello, llevaba enrollada una corbata de seda, color azul plateado que finalizaba con un lazo grande sobre el pecho.
Un coro rociero comenzó la ceremonia, entonando la canción popular Amapola. La ceremonia se ofició con sobriedad. Robert pasó las arras a las manos de ella y, con voz entrecortada por la emoción, le prometió:
-Recibe estas arras, son prenda del cuidado que tendré de que no falte lo necesario en nuestro hogar, de que te amaré y respetaré, todos los dÃas de mi vida.
-Recibe estas arras, prometo cuidarte, amarte y respetarte, todos los dÃas de mi vida -declaró Madisson Clark, mientras dejaba caer las monedas en las palmas de él.
Cuando el sacerdote les declaró esposos, él le retiró el velo de la cara y se acercó a la boca de su recién estrenada esposa. La besó con castidad en los labios, absteniéndose a profundizar dentro de aquella deliciosa boca que tenÃa sabor a cerezas de mayo. Los asistentes rompieron en aplausos y, minutos después, salieron de la iglesia convertidos en marido y mujer.
El banquete se celebró en el jardÃn de la mansión de los Clark. Los invitados disfrutaron de manjares exquisitos y el vino se sirvió en abundancia. Entre risas y aplausos, la flor y nata de Inverness brindaba y deseaba toda la felicidad del mundo a la joven pareja.
Madisson se comportaba de manera educada y atenta con todo el mundo, sin embargo, su cara no resplandecÃa y a su mirada carecÃa de entusiasmo e ilusión. En más de una ocasión, a Robert le pareció ver sus ojos entristecidos, como si el hecho de casarse le hubiese provocado un inmenso dolor. Decidió ser paciente y enamorarla poco a poco, en las semanas que iban a permanecer en la ciudad de Inverness.
-¿Te apetece bailar? -le preguntó, al advertir que los músicos interpretaban una bonita canción y algunas parejas habÃan comenzado a danzar en la pista improvisada para ello.
-Claro -aceptó mostrándole una sonrisa de cortesÃa, desprovista de cualquier deje de alegrÃa.
Robert le tendió la mano y, mientras avanzaban por la pista, sintió las miradas admirativas de los allà presentes. Formaban una pareja envidiable, a ojos ajenos lo tenÃan todo: belleza, fortuna, dinero y suerte.
-Eres tan hermosa -la cumplimentó al oÃdo en medio de una cabriola. Madisson sonrió con timidez y siguió rodando, inundando los sentidos de Robert con su perfume de azaleas. Robert habÃa albergado dudas con respecto a ese matrimonio, pero estrechar entre sus brazos a aquel ángel, sentir su respiración suave en su cuello, notar las curvas de su cuerpo..., lo llenaban de dicha. No habÃa sido un error, en absoluto; sino, una suerte increÃble que la vida la hubiese puesto en su camino. Le sujetó su esbelta cintura con una sola mano y, acercándola un poco hacia su cuerpo, le susurró-: Estoy muy feliz de que seas mi esposa. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?
En este instante la música cesó y Madisson despegó las manos de sus hombros, sin contestarle. Hizo el ademán de regresar a su sitio cuando Robert la detuvo, atrapándole la mano.
-¿Madisson? -se aproximó un poco más a ella, tanto que sus caras quedaron separadas por apenas unos centÃmetros-. No me has contestado. Soy consciente de tu timidez, pero ya estamos casados, deberÃas animarte. No soy la clase de hombre que aprecie una mujer callada y sin personalidad. En mi presencia eres libre de opinar, de mostrarme tus deseos.
-Yo... no sé... eres muy directo y eso me perturba -contestó visiblemente alterada-. Dame tiempo para acostumbrarme a mi condición de mujer casada. A... -titubeó- ti.
Robert sonrió complacido, domar aquel candor y transformar los deseos reprimidos de su esposa en pasión, iba a ser todo un desafÃo. Y un jugador experimentado como él, amaba los desafÃos más que cualquier cosa. PoseÃa un sexto sentido para detectar los anhelos ocultos de las mujeres y notaba que Madisson se tensaba cada vez que la tocaba. Cuando él respiraba muy cerca de su cuello, ella contenÃa la respiración. Estaba completamente seguro de que serÃa una amante apasionada y entregada, en cuanto consiguiera soltar las barreras impuestas por su educación. Y Robert disfrutarÃa mucho derribándolas.
-Por supuesto, mi encantadora esposa -le sonrió con dulzura mientras acercaba sus labios a su frente y depositaba un beso afectuoso en ella-. Seré paciente y esperaré. Perdona mi entusiasmo, a veces... me dejo llevar por mis sentimientos y descuido tu falta de experiencia. Vamos a sentarnos, te ves algo pálida.
Mientras tomaban el postre, una deliciosa tarta de chocolate con nata montada y crema de avellanas, Anet, la hermana mayor de Madisson, se acercó a ella y le habló bajito al oÃdo. La novia palideció, se sirvió con su mano temblorosa un vaso de agua y bebió un trago largo. Después se puso de pie, alisando con las manos los laterales de su voluminoso vestido.
-Si me disculpas -se dirigió a su marido-, he recibido una visita y he de atenderla. En unos momentos estaré de vuelta.
-Una visita... ¿en plena boda? -se sorprendió él-. Si se trata de una amiga tuya, invÃtala al banquete.
Madisson asintió pensativa y se alejó con paso decidido, dejando a Robert con una extraña sensación en el pecho de que algo iba mal. Al quedarse solo, llenó su copa de vino y la vació de un trago. Se sirvió otra y se levantó para saludar a unos amigos. Intentó no pensar demasiado en la desaparición de su recién estrenada esposa y entabló conversación con la gente. No obstante, por mucho que pretendió entretenerse, sus pensamientos regresaban con insistencia a ella.
¿Dónde pudo haber ido? ¿Y por qué tardaba tanto?
Abrió la tapa del reloj que ella le regaló el dÃa de su pedida y admiró su rostro sonriente impreso en el interior. Deslizó el dedo Ãndice sobre él mientras una sonrisa florecÃa en sus labios. La misma se borró de su rostro cuando comprobó que habÃan pasado más de veinte minutos desde que ella se marchó. Decidió que era mucho tiempo y comenzó a caminar en dirección hacia la casa. Necesitaba saber quién era la misteriosa visita que habÃa alejado a su esposa de él. Rodeó el jardÃn y se adentró en la casa. En el pasillo se encontró con unas sirvientas que ofrecÃan bandejas repletas de aperitivos, en un incesante ir y venir. Paró a una al azar y le preguntó por el paradero de Madisson.
No, nadie la habÃa visto dentro de la casa, ni sabÃa nada de la misteriosa visita. La inquietud inicial se trasformó en preocupación en toda regla.
Robert subió a la planta superior y entró en la habitación de ella. Admiró, pensativo, el inmenso ramo de rosas blancas que descansaba sobre la mesita de noche. Él lo habÃa encargado para ella. Deseaba sorprenderla, y unas rosas blancas serÃan una apuesta segura para la noche de su boda. No se consideraba un hombre romántico, ni solÃa perder el tiempo con detalles insignificantes, sin embargo, se esforzó en crear un espacio adecuado para su primera noche con ella, puesto que su mujer carecÃa de experiencia.
Su primera noche. El simple pensamiento hizo que su cuerpo se tensase, excitado.
Sonrió pensando que faltaban pocas horas para que las fantasÃas que lo rondaban desde que decidió casarse con ella, se hicieran realidad. Madisson serÃa suya. Apreció una subida brusca de calor en su vientre cuando se imaginó a sà mismo haciéndole el amor.
Primero, le enmarcarÃa el rostro entre sus manos y abrirÃa con delicadeza su boca, besándole primero el labio de abajo, después el de arriba. ExplorarÃa cada centÃmetro de ella, saboreándola. Incitándola. Abriendo para ella las puertas de la pasión. Después, descenderÃa lentamente hacia su delicado cuello recorriendo con su boca la lÃnea de sus hombros, morderÃa su piel suave, arrancándole suspiro tras suspiro. Jadeo tras jadeo. Y, justo entonces, en el momento justo de excitación, buscarÃa sus senos. ¿Cómo serÃan los pechos de Natalia? ¿Redondos y pequeños?, ¿grandes y turgentes? o ¿pesados y deliciosos? Desde que la conoció, aquella duda lo atormentaba y, hasta ese momento, los conservadores vestidos de ella, cerrados hasta el cuello, no le dieron ni una sola pista al respecto. Acalorado, Robert dejó de fantasear con las curvas y los pechos de Madisson y bajó al salón principal. AllÃ, encontró a Victoria Clark, su suegra, quien repartÃa órdenes entre las criadas, preocupada por el bienestar de los invitados. Victoria, lo miró desconcertada en cuanto lo vio aparecer.
-Robert, ¿qué hace aquÃ? DeberÃa estar con los invitados... Es todavÃa temprano para retirarse.
-Estoy buscando a Madisson, nadie sabe decirme dónde está.
-Sà os vi bailar hace un momento -se extrañó.
-Fue hace más de media hora. Se marchó a atender a una visita y no ha regresado desde entonces. Estoy preocupado. -Unas sombras oscuras se asomaron lentamente en el bronce de sus ojos-. ¿Usted sabe algo?
-No, nada. ¿Una visita? -La sorpresa cruzó el rostro de la mujer-. Nadie me ha comentado nada. Preguntaré a las criadas, en la casa no la he visto.
-Fue Anet la que vino a avisarla. Y no hay ni rastro de ninguna de las dos.
¿Anet? -Victoria suspiró-. Ya sabes como es ella...su mente va y viene, a saber donde se haya llevado a su hermana. No te preocupes, en un abrir y cerrar de ojos las encontraré.
Cinco minutos más tarde, suegra y yerno buscaban con preocupación a la novia.
Nadie parecÃa haberla visto. ¿Dónde pudo haber ido una mujer que acababa de casarse?
Junior: Algunas personas nacemos con suerte y yo, Júnior, soy una de ellas. Hasta la fecha todos mis sueños se han hecho realidad. A nivel profesional, he seguido los pasos de mi padre, siendo uno de los futbolistas mejor pagados del planeta. A nivel personal he comenzado una relación sentimental con la única mujer que sabe cómo hacerme feliz. ¿Qué más podrÃa pedir un ser humano cuando lo tiene todo? Sin embargo un buen dÃa, la vida decidió darme un duro revés. MarÃa, la elegida por mi corazón, me ha dejado plantado en el altar el dÃa de nuestra boda. Sin ofrecerme ninguna explicación ni ese dÃa, ni después. Y, aun cuando sé que deberÃa olvidarla, la sigo llevando muy dentro mÃo. MarÃa: Algunas personas nacen con suerte y yo, MarÃa Medina, no soy una de ellas. La vida ha sido benévola conmigo durante un tiempo, hasta que decidió que mi cupo de felicidad estaba agotado. A ojos del mundo entero parezco una mujer frÃa y sin corazón por haber dejado a Júnior sin consideración ni sensibilidad alguna. Lo que el mundo no sabe es que a veces, las apariencias engañan y el verdugo, es vÃctima en realidad. Me duele ver a Júnior sufriendo pero no puedo hacer nada para aliviar su dolor, porque si lo hago, el gran secreto que guardo, deberá salir a la luz... Y para su bien y el mÃo, eso no puede suceder. ¿Dará la vida una segunda oportunidad cuando todo parece perdido? Y si lo hace, ¿cuál es el precio a pagar?
Alisa Kolin, la hija del embajador ruso en Paris tiene una vida aparentemente perfecta, aunque, en realidad, no es más que una bonita muñeca colocada en una vitrina de cristal. Cuando asiste a su primer encuentro Euroyoung no sospecha que su vida cambiarÃa para siempre. Un secuestro frustrado, un accidente y un matrimonio ficticio cambiaron la perspectiva de su vida. Axel Ott, un atractivo agente secreto suizo, tiene una importante misión: secuestrar por unas horas a la hija del magnate farmacéutico, Keller. El plan parece fácil pero se tuerce a causa de un inocente cambio de vestidos. Trata de solucionarlo pero la fuerza del destino es más poderosa que él y le arrastra a una noria de situaciones, difÃciles de controlar. El destino une a Axel y Alisa, dos seres rotos, que tratan de ayudarse. Ella es un ángel roto y él se esfuerza en salvarla. Ella es luz y paz, algo que Axel nunca ha tenido. La desconfianza, los celos y el traumático pasado de ambos les impiden avanzar en su relación. Están condenados al fracaso. Pero una vez más el destino les vuelve a juntar. Y esta vez, todo será diferente.
Hace dos años, Ricky se vio obligado a casarse con Emma para proteger a la mujer que amaba. Desde el punto de vista de Ricky, Emma era despreciable y recurrÃa a artimañas turbias para asegurar su matrimonio. Por eso mantenÃa una actitud distante y frÃa hacia ella, reservando su calidez para otra. Sin embargo, Emma amaba a Ricky de todo corazón durante más de diez años. Cuando ella se cansó y consideró la posibilidad de renunciar a sus esfuerzos, Ricky empezó a tener miedo de perderla. Solo cuando Emma estaba muriendo, embarazada, él se dio cuenta de que el amor de su vida siempre habÃa sido Emma.
Hace cinco años, la familia Powell quebró. Madeline Powell dio a luz a gemelos; dejó uno con el padre del niño y se llevó al otro. Años espués, Madeline regresó como lÃder de Internet de opinión. Sin embargo, alguien se enteró de su regreso. El hombre la pellizcó por la barbilla y se burló frÃamente: "Has publicado muchos videos en Internet, ¿qué tal filmamos algo picante juntos?". Los ojos de Madeline se abrieron y su garganta se secó. Al dÃa siguiente, vio a un niño pequeño que se parecÃa exactamente a su hijo en la casa del hombre. Madeline no pudo evitar besar la mejilla regordeta del pequeñito. Sorprendentemente, el niño no estaba contento. Puso una cara solemne y preguntó: "¿Qué estás haciendo?". Madeline estaba furiosa. ¿Cómo pudo ese hombre haber hecho que su hijo fuera tan desagradable como él?
Clara Goodman, es la primogénita de la familia Goodman, una familia de empresarios de Nueva Zelanda, su madre murió cuando ella tenÃa seis años, y su padre volvió a casarse poco después con una mujer que la odiaba, más aún cuando nació su hija, y hermana de Clara, Karen, a la que su madrastra consideraba la verdadera heredera de la fortuna Goodman.   Justo por eso hace que la vida de Clara durante su infancia un auténtico infierno. Los años más felices de la heredera, fueron cuando fue enviada por su padre, que desconocÃa lo que verdaderamente pasaba en su casa, a los Estados Unidos, exactamente a Washington, para estudiar en la Universidad, cumpliendo asà la promesa que le hizo a la madre de Clara.   Una noche que una compañera de la universidad le hicieron una jugada, tras emborracharla, Clara acabó pasando la noche con un desconocido, que resulto ser el multimillonario turco más poderoso de AsÃa, Azize Osman, Dueño del grupo Osman.   A la mañana siguiente, Clara huyó, avergonzada sin dejar rastro de quién era ella, por el contario Azize pensó, en un principio, que ella era mujer de la noche, hasta que descubrió unas manchas rojas entre las sábanas, y supo que él habÃa sido su primer hombre, y eso él nunca lo olvidarÃa.     Pero lo peor estaba por llegar, cuando dos meses después Clara descubrió que estaba embarazada. Ella quiso pedir ayuda a su padre, pero eso nunca llegó, gracias a la manipulación de su madrastra, que le ofreció una cantidad de dinero enorme para que pudiera vivir, a cambio de que ella rechazara su herencia, todo lo que Clara conocÃa acabó, fue asà como Clara se encontró embarazada, y expulsada de su familia.    Pero todo cambio siete años después, cuando el inteligente hijo de Clara, Mack Goodman, quiso saber quién era su padre biológico, y gracias a su excepcional inteligencia, y a sus habilidades informáticas de genio, sin que su trabajadora y famosa arquitecta madre lo supiera, no sólo descubrió quien era, sino que, además, ideo un plan para que ambos estuvieran juntos para siempre. ¿Saldrá el plan como quiere este pequeño genio? ¿Es ya demasiado tarde? ¿Podrá Clara vengarse de quiénes le hicieron tanto daño? Muchas preguntas por responder, en mi próxima novela. 
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