Empujé la puerta de la peluquería de mi amiga, avanzando histérica.
Había discutido con Darius y como siempre me sacaba de mis casillas.
La pude ver al final del pasillo amueblado con indumentaria para el tipo de trabajo que ejercían allí, y esquivando sillas y clientes con los pelos mojados y siendo atendidos, llegué hasta su oficina y tiré el bolso en una silla, con demasiada fuerza... Casi la rompo.
- No lo soporto Lara - mentí inclinada hacia ella que me veía con los codos sobre la mesa y sonriendo esperando que me desahogara - es que me desquicia. He terminado con él definitivamente - concluí dejando que mi cuerpo cayera con fuerza sobre la otra silla.
- Siempre te digo lo mismo, porque siempre haces lo mismo - contestaba ella con retintin y echaba hacia mí, el cenicero y un cigarrillo con su respectivo mechero que tomé para apagar mi rabia en la nicotina que intoxicaba mi cuerpo - ¿Cuando vuelven?
Resoplé para ella y subí mis piernas embutidas en un carísimo jean azul marino sobre la silla frente a mí y dejé que mi cuerpo resbalara por mi asiento, soltando el aire inhalado del tabaco.
- Es que Lara - refuté con los ojos cerrados, disfrutando de mi cigarro y del recuento de escenas en mi cabeza - cuando ese hombre me toca, me exige, me besa y muerde mis labios fuerte hasta que oye como grito su nombre - me removía en la silla por el placer que me daba solo de decirlo, y ni siquiera me estaba tocando el maldito - me carga y me tira contra las paredes que soportan nuestro peso violentado por sus embestidas golosas dentro de mí - abrí los ojos y la miré vencida - me vuelve a tener y me pierdo Lara, me pierdo. Necesito algo nena... Algo que me obligue a no ceder.
Lo que yo no esperaba es que ese algo que necesitaba, se convertiría en lo mismo de lo que estaba huyendo...
El Bossland sería mi vía de escape, justa e irónicamente hacia aquello de lo que estaba escapando.