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Con el fin de recuperar un lugar de importancia en la industria del entretenimiento, una legendaria boyband de los años ochenta en decadencia planea producir una biopic que los relance a la fama y les permita ganar, por primera vez, el reconocimiento y el respeto de la crítica. Para ello, realizarán un casting sin precedentes con el fin de encontrar a los jóvenes actores que encarnarán a cada uno de los miembros del grupo. Pero todo se complica cuando aparece en escena Marcel, el hijo perdido de Jared Cavalier, mítico lead singer de la banda, para pelear por el papel protagónico interpretando a su padre. La pregunta que se hacen los demás miembros de la banda se cierne sobre su ídolo indiscutible: ¿quién es la misteriosa madre de Marcel y por qué mantuvo a su hijo escondido durante casi dos décadas? Se revelará entonces una apasionante historia de amor prohibido entre Jared Cavalier y la madre de Marcel, Rossana Regiés, una mujer con una profesión muy particular que desafiará a The Boyz in the Band para producir una serie autobiográfica cuya crudeza y realismo podría bien encumbrar de nuevo a la banda a la gloria perdida o hundirla en el descrédito y condenarla a la cancelación definitiva.
Podría afirmarse que hoy es un día cualquiera, salvo porque no se trata, en absoluto, de un día cualquiera. Ya que, en esta mañana del 19 de octubre de 2018, a las 09h30, en la sala de audiciones No. 4 del Libery Hall de NYC, Jared Cavalier recibirá la visita inesperada de un personaje insospechado. Pero él todavía no lo sabe.
Con su imponente metro con ochenta y ocho centímetros y su espigada delgadez, Marcel Regiés entrará a través de la puerta posterior del minúsculo escenario dispuesto para las audiciones y se posará frente a los cuatro integrantes de The Boyz in the Band, a su manager, Roger, y a una señorita sin nombre que fungirá con el título nominal de directora de casting, aunque su papel sea mero trámite, porque todos ahí sabemos con exactitud en manos de quiénes se encontrará la decisión final.
–Hola, papá –dirá Marcel, al dirigirse a Jared, con aquel funny accent y esa voz que parecerá haber abandonado de manera reciente la segunda infancia–. ¿Cómo va la vida?
El reducido auditorio que presenciará la escena quedará en silencio. Excepto por los ruidos de artificio de las cámaras fotográficas incorporadas a los celulares de los pocos miembros de la prensa invitados, a manera de testigos, al privadísimo evento.
–Hola, hijo –responderá Jared, impasible, luego de pensar, durante unos segundos, si contestar el saludo de esa forma debería ser, o no, la respuesta correcta–. No precisamente como esperaba, pero gracias por preguntar.
El resto de los miembros de la banda mirarán anonadados a dos tiempos, tanto a Jared como a Marcel, como si no pudieran dar crédito a lo que ven.
Porque ambos, padre e hijo, son idénticos. El mismo cabello negro como el ónix, al igual que sus ojos, cejas y pestañas; la misma piel tallada en alabastro, la misma estructura ósea, el mismo porte, la inigualable pinta de popstar.
Solo que aquella asombrosa similitud estará separada por treinta años de diferencia.
Y porque, hasta ese preciso momento, ninguna persona en aquella sala había tenido noticia sobre la existencia de aquel muchacho. Nadie, excepto Jared, por supuesto.
–Entiendo que audicionarás para el papel de... –la anónima señorita directora de casting se atreverá a romper el mutismo que seguirá a la estupefacción de los tres miembros restantes de la recién denominada boyband más legendaria de todos los tiempos. Según la revista Rolling Stone, como corresponde.
–De mi padre, señora –responderá Marcel–. Jared Cavalier.
A la señorita no le hará ninguna gracia que ese muchacho de facciones simétricas y mandíbula cincelada por la mano de Dios en persona, la considere una señora. Pero tendrá que aguantarse.
–Marcel Ré-gi-es, si no me equivoco –la muchacha examinará la lista de preseleccionados para el casting, antes de mencionar su nombre y aquel exótico apellido–. ¿Pronuncié bien tu nombre?
–Sí, señora –contestará Marcel, aunque no será cierto. Pero ha renunciado, hace rato, a explicar a la gente norteamericana que la tilde en la e segunda tiene una función práctica y no meramente ornamental.
–Okey, okey –interrumpirá, tal como reza su costumbre, Toby Dammer, A.K.A. The Comander, líder indiscutible de The Boyz in the Band–. ¿Qué diablos está pasando aquí?
–¿No te parece obvio, Tob? –intervendrá Kaoh Leod, el miembro más joven del grupo. O, al menos, el de menor edad–. Deja al chico que muestre lo que tiene, ¿quieres?
Jared mirará impasible la intervención de sus compañeros, clavará con serenidad la mirada en Toby, y asentirá en silencio.
Toby se callará la boca, algo bastante infrecuente en él, y dejará hacer.
Solo entonces, Marcel Regiés se aclarará la garganta y secará, al disimulo, las palmas de sus manos sudorosas en ese pantalón carrot color negro que le queda como si hubiera nacido con él, inspirará profundo por la nariz y exhalará por la boca, e interpretará Baby, Forget Me Not, un oscuro track del lado B del cuarto LP de la banda, con letra y música de su padre y arreglos de Billie Bop Torn, aunque esto último no importará mucho, porque cantará a capella.
Y no lo hará nada mal. Aunque su falsetto no alcance las notas más agudas que Jared puede lograr hasta la fecha, incluso a sus cuarenta y ocho años de edad.
Al terminar la audición, Niko Bass, el silencioso cuarto miembro de The Boyz in the Band, se pondrá de pie y aplaudirá, en gesto histriónico, primero despacio, y luego, tan rápido como si emulara a la llamada de la lluvia de un ritual apache. El resto de los miembros de la banda lo seguirá, y serán secundados por Roger, por la señorita y por la prensa.
–¡No se diga más! –dirá Toby, tras solicitar, a manos abiertas, que los presentes dejaran de aplaudir–. El papel es tuyo, boy.
En efecto, el rol de Jared Cavalier, lead singer de The Boyz in the Band e ícono incuestionable del grupo, no podría pertenecer a nadie más que a su hijo, Marcel, aunque este fuera un actor en absoluto desconocido.
Y lo era.
Marcel permanecerá frente al escenario, con sus ojazos centelleantes por la sorpresa y el brillo de los reflectores. Su pie izquierdo zapateará en gesto nervioso, a la espera del siguiente paso a seguir.
Jared hará lo impensable. Contra todo pronóstico, descenderá del Olimpo; lo que equivaldrá a: abandonar su posición de jurado principal de las audiciones, caminar hasta el proscenio, subir con parsimonia cada uno de los tres escalones que lo componen, colocarse frente a su hijo, examinar el rostro de su hijo con las manos y algo de curiosidad, y abrazarlo con fuerza mientras lo estrecha contra sus hombros.
Marcel, por su parte, permanecerá impávido por un par de segundos, con los brazos abajo, en un gesto mecánico volverá a secarse las palmas de las manos en la tela de sus pantalones, y devolverá el abrazo a su padre. Le parecerá que es la primera vez que lo ve en persona.
Aunque no lo sea.
Mientras tanto, Toby, Kaoh y Niko observarán la escena en silencio y a la distancia, a la espera de alguna explicación al suceso que, dada la naturaleza hermética de Jared Cavalier, con toda probabilidad no llegará jamás. Por su parte, la directora de casting opinará que nunca en su vida había visto a tantos hombres hermosos juntos y tan absortos en una misma escena y espacio físico. Aunque cuatro de ellos le lleven más de veinte años de diferencia y sean los ídolos juveniles... de su mamá y sus tías.
#HabemusJared será el hashtag que dominará el costado más frívolo de Twitter durante los días posteriores, junto con sus hermanos #TheBoyzintheBand y, por supuesto, el novísimo #MarcelCavalier. La oficina de prensa de la banda pretenderá arreglar este último error involuntario, pero esto será imposible; en buena parte, porque nunca se hará nada al respecto. El verdadero apellido de Marcel será borrado de la memoria colectiva antes de haber sido instalado en ella.
El papel protagónico más codiciado del momento para la biopic musical que mayor hype ha generado desde Bohemian Rhapsody, y por el que toda estrella juvenil masculina habrá pugnado desde hace meses, será cooptado por el hijo perdido de su estrella principal.
Con seguridad, este hecho sacará de quicio a más de una agencia de talentos. Pero, afrontémoslo, Marcel nunca tuvo competencia posible. Solo que todo el mundo lo ignoraba, hasta entonces.
Incluso Jared.
E, incluso, también, Rossana Regiés, la madre de Marcel.
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