Cassy es una mujer dulce que sufre la traición de su esposo descubriéndolo con otra en su propia cama. Ahora atraviesa un divorcio y se siente deprimida pero lo que nunca pensó es que, una salida de cine un domingo en la tarde, cambiaría toda su perspectiva y su vida completa sin planificarlo.
Era un domingo como cualquier otro, un tanto soleado, un poco caluroso. Pero para ella, era un domingo de despecho. Solo había pasado una semana desde que había descubierto que su esposo la estaba engañando y con lágrimas y rabia lo había sacado a patadas de su casa. Por eso en ese momento se encontraba revolcándose en su propia desgracia, disfrutándolo, superándolo. Sin embargo, no se sentía bien.
La noche anterior se había encerrado en su cuarto huyendo de las salidas, de sus amigas y primas que la buscaban para aflorar en un anoche alocada buscando animarla un poco, pero estaba segura de que ver parejitas borrachas en los bares no la haría sentir mejor, por lo que se negó a salir y durmió la noche entera.
Pero era domingo, el día preferido de ella y su ex esposo para salir un rato por lo que parecía deprimente quedarse allí encerrada de nuevo. Ya era tradición y pensó que la haría sentirse mejor por lo que se bañó, se arregló, se puso una ropa bonita y sensual para subirse los ánimos y salió de su departamento. Se dirigió a un pequeño parque cerca de su casa, pero luego de un rato sentada en el lugar decidió que aquello era demasiado romántico para sus todavía sensibles sentimientos, por lo que tomó la opción de ir al cine.
Al llegar allí, estuvo a punto de claudicar, casi todas las películas que se presentaban eran románticas o comedias románticas pero había una que le llamó la atención: una película de terror. Y no terror cualquiera, una de esas películas sangrientas que te dejan con la boca abierta y un mal sabor en el estómago. Así que esa era, sin importar pidió la entrada y sin más entró a la sala.
Sin mucha sorpresa, descubrió que era la única persona que había en la sala, el lugar estaba desierto lo que la atemorizó ya de inicio. Una cosa es ver películas de terror en la seguridad de tu casa y otra muy distinta era verla en una sala de cine totalmente sola. Ella se sentó al final de una de las hileras centrales de la sala -por lo menos así tendría una pared a su lado sin sombras para imaginarse cosas- se sentó allí esperando el inicio de la película y conforme iban pasando los minutos sus nervios no hacían más que acrecentarse, hasta que algo maravilloso sucedió: otra persona entró a la sala. Al menos así no estaría sola.
Aquel era un hombre de mediana estatura, su cabello era negro y se veía bastante formado en cuerpo, seguro que pasaba algunas horas en el gimnasio, sus rasgos eran bonitos pero lo que llamaba la atención eran sus ojos de una extraña tonalidad miel. Ella observó como él alzaba su mirada y retrataba una cara de la angustia hasta que su mirada se posó sobre ella, un segundo después estaba caminando en su dirección.
-Disculpa, espero que no te sientas incómoda pero me gustaría sentarme cerca- comentó él con algo de risa y algo de vergüenza.
-Te entiendo completamente- contestó ella con una sonrisa- puedes sentarte aquí a mi lado o podemos movernos unos asientos más allá.
-Como tú te sientas cómoda- fue su simple respuesta. Ella le hizo un ademán con la mano para que tomara asiento y lo hizo.
No dijeron nada más, esperaron en silencio el inicio de la película y resultó que aquel metraje era realmente oscuro, usaba trucos para hacerte saltar en la silla con escenas sangrientas y muertes horribles de los personajes. En un momento muy fuerte ella simplemente tuvo que tomar un receso, así que decidió ir al baño. Se levantó de su asiento he intento pasar sin estorbar la visión de aquel hombre a su lado pero resultó infructuoso y terminó rozando muchas partes de su cuerpo que no debería.
-Disculpa- dijo ella un tanto acalorada por la emoción de la película y por su desagradable error. Trastabilló hasta sentarse de nuevo y respiró. No entendía que estaba pasando pero la verdad era que se había excitado un poco. Tragó sintiendo algo de vergüenza pintar sus mejillas e intentó controlar su respiración.
-¿Estás bien?- Le preguntó el hombre con algo de preocupación en sus rasgos. Y ella no supo si fue su imaginación o la pequeña excitación que calentaba su vientre, pero pudo sentir los ojos de aquel extraño recorriendo su cuerpo, con algo más que interés.
-Sí, estoy bien. Descuida- aseguró ella y en un instinto colocó suavemente su mano en aquel antebrazo masculino. Él dirigió sus ojos directamente al lugar donde su mano lo tocaba para luego devolverle la mirada más caliente y significativa del mundo. A partir de ese punto, él se hizo cargo.
Se movió lentamente viéndola como si quisiera verla arder en llamas, acercó sus labios suavemente y en el instante en el que se rozaron la devoró totalmente. Ella comenzó a gemir suavemente, aquel extraño besaba como un dios, podía sentir su cuerpo calentarse, prepararse y mojarse como hace mucho tiempo no lo hacía, aquel fuego leve en su vientre se volvió una llamarada. Sentía como su excitación crecía, igual a la de él, el lugar, lo desconocido y la rara ansiedad de la película se mezclaban para crear un ambiente bastante explosivo.
-Quiero tocarte- rogó él, antes de simplemente empujarla a su regazo -puedo oler lo mojada que estás sentada así.
Y ella podía sentir lo duro que estaba él, lo que provocó que ella se mojara aún más. Comenzó a retorcerse y rozarse contra él, por lo que ambos estaban allí, frotando sus cuerpos y tragándose los gemidos del otro. Él trazó las formas de su columna, pero no pudo con la necesidad por lo que un momento después estaba levantando su camisa y su sostén para jugar con sus pezones. Eran dulces, pequeños y algo rosados, así que tuvo que saborearlos. Allí estaba ella, entregándole totalmente sus pechos para ser saboreados y amados en el mejor de los sentidos.
Se encontraba en una nube de placer y su mente se dirigía hacia el mismo pensamiento: sentirlo completamente. Y mientras él seguía jugando y saboreando deliciosamente sus pezones, ella abrió su pantalón para sentir su miembro palpitante. ¡Dios! Estaba caliente, duro, era grueso y bastante largo desde su perspectiva. Su vagina se apretó, deseando con ansiedad aquella pieza. Por lo que ella se levantó, se arrancó con salvajismo las sandalias que llevaba, los pantalones junto a su ropa interior y nuevamente se colocó en su regazo. Él había aprovechado para bajarse también sus pantalones de un tirón y la esperaba con una sonrisa lujuriosa en sus labios. Utilizando una fuerza considerable, él la levantó para que estuviera sentada con una pierna a cada lado de su cuerpo, sus sexos se rozaron y ambos gimieron.
Él estaba tan duro que no tuvo la necesidad de guiarlo en su interior, con un movimiento firme la bajó sobre su pene de una estocada y pudo sentirlo finalmente, se abría paso en su interior de forma masiva mientras palpitaba. Él gimió fuertemente mientras la sentía estrecha y mojada a su alrededor, aquella mujer era un extraña pero resultaba vigorosa, deliciosa y su olor almizclado lo atraía. Ella comenzó a montarlo desesperada, sus movimientos solo hacían que ambos se desesperaran cada vez más.
-Más rápido cielo, móntame más rápido- pidió en un gruñido. Ella le dio exactamente lo que pedía, con fuerza lo montó frotando su clítoris en cada momento, su cabeza cayó hacia atrás nublada de deseo y él tomó aquello como una invitación a besar sus senos. Los chupó, los mordió y ella no pudo ansiarlo más. Ambos comenzaron a moverse entonces, gimiendo en cada embestida, gozando de la sensualidad del momento. Él tomó sus caderas para guiar sus movimientos en una cadencia rápida sin contemplaciones y ella solo pudo gemir más fuerte.
-Necesito... necesito correrme- sollozó ella sin aliento. Eso fue todo lo que él necesitó, sus embestidas se volvieron erráticas pero más fuertes si aquello era posible y un segundo después lo sintió corriéndose en su interior. Cada empuje dejaba un rastro caliente en su vagina, mientras él mordía su seno y esa sensación prohibida fue todo para ella. Se corrió como nunca antes había llegado, sus pezones de levantaron, gimió hasta que su garganta dolió y el placer descomunal recorrió su cuerpo entero, su vagina palpitaba ordeñando aquel miembro que se mantenía en su interior y quedó allí en ese cielo de placer por segundo enteros.
Luego cayó sin fuerzas encima de aquel desconocido, ambos con las respiraciones trabajosas y sin aliento. Se miraron levemente y luego las luces de la sala se encendieron abruptamente, la película había terminado. Ella se dio cuenta de que estaba casi desnuda en aquel lugar y se levantó como pudo. La vergüenza comenzó a levantarse en su cerebro. Unos carraspeos dirigieron su mirada a la entrada de la sala donde dos hombres los observaban atentamente, ella estuvo segura de que los estuvieron mirando desde el inicio. Sin saber muy bien cómo actuar, se vistió lo más rápido que pudo y salió de aquel lugar sin levantar nunca el rostro, casi corrió al baño en su intento de escape.
En el baño se limpió lo mejor que pudo, se lavó y se limpió la cara con agua, sus manos temblaban debido a la adrenalina y sin embargo sabía en su mente que todo lo que había hecho le había encantado y no se arrepentía de nada. Reuniendo toda la valentía que pudo salió del baño y se dirigió a la salida del cine. Al llegar a la puerta sin incidentes pudo respirar de nuevo, hasta que lo vio allí a un lado de la calle. Él se acercó lentamente viéndose tan ansioso como se imaginaba que se vería ella.
-Disculpa- dijo él haciendo una pausa -¿me darías tu número? O déjame anotarte al mío al menos.
Ella sin pensarlo mucho, sacó su celular de su bolsillo y él anotó su número para después despedirse. Lo observó marcharse un segundo antes de continuar con su camino, no podía entender todo lo que había sucedido en aquella sala de cine. Su esposo la había engañado y se suponía que estaba despechada pero en ese momento no había pensado en nada más que en sus deseos y vaya que se había olvidado de todo. No lo lamentaba y solo los recuerdos de aquello la hacían emocionarse de nuevo.
Al llegar a casa sacó su celular y observó atentamente el número del desconocido junto a su nombre: Rafael. Puede que fuera el momento de descubrir nuevas facetas de su sexualidad y de su cuerpo y podía hacerlo con Rafael o con alguien más, ya estaría por verse pero por el momento se encontraba a gusto con su tarde de despecho, al final resultó que no hizo falta más que una salida al cine caliente y sudorosa para subirle los ánimos.
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