Una florista naturalista y un empresario de transportes, ¿qué tienen que ver el uno con el otro? Nada. Si no fuera que sus empresas colindan. El problema es que para Almendra, una mujer que vive la vida de forma natural, los camiones de su vecino entorpecerán el crecimiento de sus plantas y flores, ya que el ruido y el smog las marchitará. Por otro lado, a Bastián le molesta que en ese lugar exista un jardín, le trae malos recuerdos de sus padres, recuerdos que quiere erradicar de su memoria y su vecina no se lo hace nada de fácil. Uno de los dos tendrá que irse, sin embargo, ninguno dará su brazo a torcer; los dos defienden su empresa con uñas y dientes y esperan que el otro sea el que ceda y demostrar su fortaleza. Es un juego de tira y afloja. Un juego en el que pueden perderlo todo.
(Almendra)
Estaba feliz.
Por fin tenía en mis manos la Posesión Efectiva de mi nuevo terreno, donde podría sembrar mis propias flores y plantas para mis tiendas. Un par de trámites más y sería absolutamente mío.
Entré a mi florería y vi a Roxana que atendía a un cliente, al parecer, el hombre había cometido un error garrafal a juzgar por el ramo de rosas que compraba. En esos cinco años, desde que abrí aquel lugar, me había dado cuenta de que pocos eran los que regalaban flores por simple y puro amor. La mayoría, o era por aniversarios, o para celebrar algo, o para reparar algún daño.
―Hola, Roxana, ¿qué tal? ―saludé a mi amiga, ella era más que una empleada para mí.
―Bastante bien, parece que este fin de semana varios quieren tener Luna de Miel ―me contestó con una sonrisa cómplice, mirando al hombre que terminaba de pasar su tarjeta de pago.
―Espero que por fin mi novia me dé el "Sí", las mujeres de hoy en día no quieren casarse ―comentó el hombre muy nervioso.
―Ojalá nuestras rosas le ayuden en eso ―contesté.
―Yo también lo espero. Gracias.
El hombre se retiró bajo nuestra atenta mirada.
―Me equivoqué, pensaba que ese hombre se había mandado un gran desliz ―le comenté a mi amiga.
―No eres única, es que ya tantos que vienen para arreglar sus entuertos, que es lo primero que uno piensa.
Sonreímos culpables y yo me dirigí a mi oficina.
Luego de acomodarme ante mi escritorio, abrí la carpeta que contenía los documentos del traspaso del bien recién adquirido y una enorme sonrisa se instaló en mi cara.
¿Qué más podía pedir? Tenía mi propia tienda, muy pronto abriría una sucursal en el sector céntrico de la ciudad y poseía mi propio terreno, ya no necesitaría depender de los proveedores de flores, que no siempre cumplían con su parte del contrato. Así que, en alrededor de un año, podría contar con mi propia producción. Ya tenía a los mejores en mira para que se unieran a mi proyecto.
Luego de realizar algunas llamadas y contactar con las personas que trabajarían conmigo, me di cuenta de la hora: las ocho y media. Roxana se despidió de mí y cerró la tienda. Yo me quedé un rato más pensando en todo lo que había logrado en cinco años. Que mis padres me botaran de casa fue lo mejor que me pudo pasar en la vida. En el momento, debo admitir que no lo entendí y los odié por ello, pero eso fue lo que me dio el impulso para hacer lo que siempre había soñado; ser mi propia jefa y tener mi propia tienda de flores.
Me levanté de mi sillón, no quería pensar en eso, estaba demasiado feliz para recordar malos momentos.
Llegué a mi casa, la que se encontraba en el sector alto de la capital. Nada más entrar, me quité el sujetador, el pantalón, me saqué las sandalias y me dejé caer en mi adorado puf gigante que tenía en medio de la sala, en el que cabía entera y sentía que me abrazaba, pues se hundía donde yo estaba, pero alrededor se mantenía inflado. Muchas noches dormía allí, lo prefería a mi fría y dura cama. Me arropé con mi manta; a pesar de que el verano no llegaba del todo, el calor ya se podía sentir, de todas formas, me gustaba dormir tapada. Ni cuenta me di en qué momento me dormí, había estado casi todo el día en un ir y venir: a la notaría, al abogado, al banco y un largo etcétera entre las cosas del traspaso y de la tienda.
Al día siguiente, aunque era sábado tendría que seguir trabajando, debía ir a supervisar las obras en la nueva tienda. Esa abriría todos los días, pues estaba cerca de un centro comercial que movilizaba gente todo el día y hasta entrada la noche, por lo que tendría que contratar a dos dependientes más; otro asunto del que debía preocuparme.
Me levanté temprano luego de una reparadora noche; me di una corta ducha para no desperdiciar la escasa agua que queda en el planeta; me vestí con unos pantalones de algodón colorido y unas sandalias naranjas; mi pelo, largo y crespo, me lo até en una moña con un cintillo elástico que había tejido yo misma; me coloqué unas pulseras hechas de lana que también había tejido hacía un tiempo; me encantaban las cosas así, no usaba joyas de oro ni diamantes, no me gustaban; creo que eso era lo que más odiaban mis padres de mí; ellos eran de alta alcurnia y no podían soportar que su hijita los pusiera en ridículo en las fiestas con otros magnates luciendo joyas de lana o macramé y no sus caros regalos de piedras preciosas. En fin, ya he dicho que no quería pensar en ellos.
La tienda nueva estaba quedando hermosa, con muchos colores que combinarían a la perfección con mis flores. Ya pronto llevaría los cuadros que había pintados. Ellos eran, para mí, la máxima expresión de mis sentimientos y emociones; casi todos plasmaban la naturaleza, a la que tanto amaba.
Los trabajos avanzaban muy bien y en solo dos semanas iba a hacer la gran inauguración, a la que había invitado a los clientes frecuentes de mi primera tienda, amigos, algunos proveedores, vendedores e, incluso, a los repartidores. Claro, no todos estaban de acuerdo en lo último, pues pensaban que los repartidores no tenían derechos y para mí lo tenían tanto como cualquier otro que tuviese algo que ver con la tienda. Así que, con todo arreglado, esperaba que todo saliera muy bien. Es más, una conocida revista semanal dedicada al arte y la decoración, de un diario muy respetado, me pidió una entrevista para publicarla el mismo día de la apertura, por lo que estaba segura de que mis padres verían mi logro: era su periódico favorito. Por fin verían que mis sueños se habían cumplido y que el método que ellos querían para mí, para obtener dinero, no era el mejor.
Salí de allí y me fui a comprar algunas cosas que necesitaba para mis artesanías; luego, almorcé una ensalada fresca y liviana, ya que quería ir a ver el terreno pronto para comenzar con la preparación de la tierra lo antes posible y no quería estar con el estómago pesado. Cosa que me fue muy beneficiosa más tarde.
El camino hacia mi campo era muy transitado, por lo menos hasta salir de la ciudad; tras dejar la autopista, los diez minutos hasta mi propiedad, era bastante tranquilo. Estacioné fuera del enrejado, no quise entrar mi auto. Ingresé al terreno y contemplé todo lo que me pertenecía. Eran treinta hectáreas que esperaba crecieran con el tiempo. Era un terreno enorme que más grande se veía al no tener nada, solo tierra que trabajar; todavía el cierre era de alambre, pero muy pronto eso cambiaría y tendría una pared cubierta de hiedra. Casi lo pude ver, lo visualicé y todas mis energías positivas las lancé hacia el infinito para que aquello resultara tal como lo había planeado. Demasiado sacrificio y esfuerzo había realizado en esos años para que saliera mal. Yo sabía que cada uno de mis sueños se iban a cumplir.
Caminé hasta una casita ubicada a escasos metros de la entrada, estaba con candado por fuera y, según me había explicado el abogado que hizo el trámite, así estaría cuando yo llegase, por lo que me entregó la llave pues se suponía que allí guardaban las mangueras y algunas cosas que él no sabía para qué las usaban, pero que yo podía quedarme con todo sin problema; aquello fue un fundo de alguien que había fallecido, su hijo estaba vendiendo la mayoría del terreno por hectáreas y no quería saber nada de las cosas de ese lugar.
Al fondo, muy lejos, apenas visible entre un montón de árboles, pude ver lo que supuse era la casa del dueño, un caserón enorme, blanco y solitario.
Me arrodillé en la tierra, quería volver a corroborar lo buena que era para las cosechas. Tomé un poco entre mis dedos. Sí, era tierra perfecta, según el abogado, la esposa del exdueño trabajaba aquel terreno con rosas, claveles, algunos árboles frutales y pasto. Sin embargo, cuando la mujer falleció, el esposo hizo sacar todo de raíz, no quería recuerdo alguno de ella; así fue como quedó en nada y, por lo mismo, era buena tierra para sembradío.
Me acerqué a la casita, parecía una casa de muñecas por dentro, por fuera estaba corroída, con la pintura descascarada, con algunas tablas sueltas, pero, por dentro, tenía una mesita, dos sillas, una pequeña cocina de dos platos y un lavaplatos casi en miniatura; un pequeño mueble en el que estaban guardados dos tazas, dos platillos, dos platos hondos y dos bajos; una cama de una plaza y otro mueble donde había una manguera retráctil y unas herramientas de jardín.
Pensé en qué haría esa mujer allí, así, con esas cosas, ¿qué diría su marido de eso? Era como si esa hubiese sido una segunda casa, pero por fuera no quisieran que se supiera, pues, en el exterior, solo parecía una casucha de bodega.
Decidí no pensar en eso, esas cosas eran mías, pues su dueño dijo que no quería nada de aquello, miré todo lo que me pertenecía y pensé que luego tendría que tener algún sistema de regadío, pues sería una tarea titánica regar todo aquel enorme predio.
Por detrás de aquella casita, pude descubrir que quedaba vivo un rosal, apenas, pequeño, como el sobreviviente de una tormenta. Era una pequeña planta con una sola rosa roja. La regué con cariño y luego acaricié sus hojas. No me pinchó. Era un rosal muy amigable.
―Hola, hermoso, tenías sed, no te preocupes, ya estoy aquí yo para cuidarte, nadie te hará daño y crecerás grande y fuerte, serás el hermano mayor de las demás plantas que traiga hasta este lugar. Serás el líder, tendrás que enseñarles cómo sobrevivir, cómo vivir, cómo llevar alegría a mucha gente.
Me levanté luego de volver a hacerle cariño y regué los alrededores de la casita. Al finalizar, guardé todo para irme a mi casa; pasé a despedirme de mi rosal.
―Hasta mañana, vendré cada día a verte, ¿sí?
Me fui feliz, renovada, con la esperanza de que todo me saldría mejor de lo que esperaba, pues el rosal era una señal de ello. Era un resiliente como yo, había sabido enfrentarse al odio de los demás y a la destrucción. Si mi nuevo rosal lo había hecho, yo lo haría con mayor razón.
Cassandra es una chica que, desde pequeña, ha sufrido de terrores nocturnos y sonambulismo, lo cual la mantenía en un constante estado de alerta y con miedo. Vive sola con sus abuelos, pues su madre fue asesinada justo antes de dar a luz y su padre la abandonó al nacer. Por esto, ella ha sido tachada de rara por sus compañeros de colegio y, cuando en la graduación de secundaria, se aparece un ovni, la culpan a ella. Con el tiempo, ella va a trabajar a San Pedro de Atacama, allí conoce a Ángel Philips, su nuevo jefe, un hombre muy especial que llama la atención de la joven por el cambio en la tonalidad de sus ojos y por su forma inusual de ser. Hasta ese lugar la persiguen esos objetos con sus luces que la desconciertan y le llama la atención a partes iguales y pronto se da cuenta de que Ángel tiene que ver con ellos. ¿Qué secretos tiene ese hombre? ¿Quién o qué es él? ¿Qué tiene que ver él con su pasado? Es lo que tendrá que descubrir Cassandra en esta historia.
A pesar de su nombre, esta es una historia de amor que se mezcla con las leyendas que abundan en Chiloé, las que hablan de una bruja poderosa que se enfrentó al gran Moraleda, navegante español que al perder con ella en la magia, le ofreció su amistad y conocimientos. Esto dio inicio a "La recta provincia", "La Mayoría", una organización de brujos que sojuzgaba la isla. Chilpilla, la gran hechicera, fue traicionada por su propia gente y, durante el Juicio a los Brujos en 1880, obligada a abandonar su tierra, sacada de allí por el mismísimo Diablo. Después de vagar por el mundo por más de cien años, buscando aprender, volvió a la isla para vengarse de todos los que la traicionaron. Pero se encuentra con un escollo: Junier, un ser que la odia y que hará de su vida una miseria. De vuelta en la isla, solo un brujo tiene el poder de detenerla y destruirla, ¿logrará hacerlo antes que en la isla reine el terror como en 1880? Una novela donde se mezcla la historia, el amor y las leyendas de un modo diferente a lo conocido. El Caleuche, brujos, fantasmas y demonios se darán cita en este libro donde buenos y malos se confunden y nada es lo que parece.
Junier es un ángel caído, el hermano favorito de Lucifer. Bajó a la tierra cuando todos los demonios fueron expulsados del Cielo. Aquí conoció a Mirka, una humana muy especial y con ella vivirá a través de diversas eras de nuestra historia. Acompaña a este ángel en sus aventuras, amores y desamores, logros y frustraciones. Junier es un ángel que vino para quedarse en tu corazón. *No apta para personas sensibles, aquí los demonios no son los malos.
Esta es la cuarta parte de esta saga, donde conocerán la historia de Manuel, desde el principio de los tiempos, cuando él y su hermano fueron convertidos. Todas las vidas de Abril y todo lo que él vivió para prepararse para la batalla final.
Eva Pardo, La Mujer del Teatro, es una mujer que no tiene escrúpulos, por lo que es una leyenda en sí misma por la fama que se ha hecho a través de los años. Guido Barker es un joven que el mismo día que muere su madre se entera que fue adoptado y comienza a buscar a la mujer que no solo lo regaló, también lo vendió. Y no la busca para encontrar amor o respuestas, lo que busca es venganza. Una historia diferente de maldad, intrigas y mentiras con un final sorprendente.
La historia continúa, Cristóbal y Esteban otra vez están en riesgo, esta vez por un enemigo en común que quiere destruir, no solo a ellos, también a su familia y todo lo que tienen. Un fantasma que vuelve, cosas que no son lo que parecen y nuevos problemas, deben enfrentar estas dos familias y sus allegados. Historias que se cruzan en esta parte de esta serie, que, aunque puede terminar aquí... uno nunca sabe.
Se suponía que mi matrimonio con Mathias me haría la mujer más feliz del mundo. Aunque sabía que él no me amaba, pensé que se enamoraría de mí una vez que lo colmara de amor. Ya pasaron cinco años y Mathias me trataba como a una cualquiera. Para colmo, conoció a su verdadero amor y cortó todos los lazos conmigo por culpa de ella. Él la presentó a todo el mundo; algo que nunca hizo por mí. Su infidelidad me llevó a la depresión. Me sentía totalmente destrozada. Tristemente, incluso en mi lecho de muerte, mi supuesto marido nunca apareció. Cuando volví a abrir los ojos, sabía que el destino me había dado una segunda oportunidad. Yo todavía era la esposa de Mathias y pasamos dos meses antes de que conociera a su verdadero amor. En esta vida, me negué a que él volviera a lastimarme. Consciente del gran error de mi antigua yo, le pedí el divorcio. Mathias rompió los papeles del divorcio una y otra vez y al mismo tiempo me encerró. "¡Rylie, deja de hacer estupideces! ¡Hacerte la difícil no me funciona!". Para demostrarle que hablaba muy en serio, seguí adelante y solicité a la justicia. Finalmente entró en pánico. Abandonó a la "mujer de sus sueños" y se arrastró a mi lado. "Por favor, dame una segunda oportunidad, Rylie. Te prometo amarte con todo mi corazón. Serás la única mujer en mi corazón de ahora en adelante. No me dejes, ¿de acuerdo?". Una guerra estalló en mi mente. Por un lado, no quería que me hicieran daño otra vez. Pero, por otro lado, no quería dejar ir al hombre que amaba tanto. ¡¿Qué debo hacer?!
Helen en su cumpleaños número 21 que decide ir a pasar y festejar en Roma cae en la Mira de Jonás Lombardi un peligroso mercenario, en toda Roma y en su inocencia solamente hay una persona que puede proteger a la heredera del rey de la mafia James Campbell y el Peligroso Líder de la Mafia Italiana, Maximus Albani, en su desespero de tener a su familia alejada del peligro Helen acepta convertirse en la amante del mafioso.
Sofía Morales, en la fiesta de celebración de su graduación, ebria y drogada por uno de sus compañeros quien intentó abusar de ella, se entregó a su héroe y salvador, Rafael Rincón, quien también se encontraba bajo los efectos del alcohol. Al mes exacto de esta celebración, ella comenzó a experimentar los primeros síntomas de su embarazo múltiple, lo cual fue un escándalo para toda la familia, especialmente porque nadie sabía quién era el padre de sus trillizos, ni siquiera ella misma. Antes de salir a relucir esta situación, su padre le estaba imponiendo aceptar un compromiso matrimonial con el hijo de su amigo, porque había dado su palabra desde que ella era una niña. Estando en su sexto mes de embarazo, su padre fallece, dejándola heredera y billonaria. Como era su única hija, debió asumir el cargo de CEO. Esto no fue bien visto por los otros accionistas de la Naviera, quienes consideraban que era una irresponsable, por el grave error cometido: ser madre soltera. Por su parte, Rafael Rincón, hombre enigmático, billonario, productor, ganadero, quien había perdido a su novia en un accidente, no dejó nunca de pensar en la bella y virginal jovencita a quien rescató y luego hizo suya en una noche de copas, en una discoteca de la Ciudad, propiedad de su amigo y de la cual solo sabía, que se llamaba Sofía.
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Jennifer Bennett, la legítima heredera de los Bennett, luchó denodadamente por el reconocimiento de su familia, solo para verse eclipsada por una impostora. Enfrentada a falsas acusaciones, acoso y humillación pública, Jennifer acabó renunciando a ganarse su aprobación. Con la promesa de superar la injusticia, ella se convirtió en la pesadilla de quienes la agraviaban. Los esfuerzos de la familia Bennett por doblegarla no hicieron sino alimentar su éxito, llevándola a la altura con la que sus rivales solo podían soñar. Alguien le preguntó: "¿Te sientes defraudada por tus padres?". Con una sonrisa tranquila, Jennifer respondió: "No importa. Al final, el poder prevalece".
Ella cayó en la trampa de su hermana y tuvo una aventura de una noche, y, peor aún, se quedó embarazada. Cuatro años después, cuando regresó con su hijo, un caballero encantador apareció en su vida. Desde el momento en que ella lo vio, le pareció familiar, pero no encontró la razón hasta que vio a su hijo junto a él.