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Y aunque sabíamos que éramos diferentes, no evitamos enamorarnos como solo dos almas genuinas harían, y aunque sabíamos que nunca íbamos a estar juntos, nos mirábamos como si toda la vida fuéramos a estarlo. Yo, una estrella más en su cielo y él, la única en mi cielo nocturno. Nosotros éramos demasiado jóvenes, de manera que solo un adiós trajo lágrimas a nuestros ojos día y noche. Sin embargo, ahora los recuerdos me abrazan con suave calidez. El gracias que no fue dicho en ese momento aún perdura en mi corazón bajo el árbol de cerezo donde solíamos estar. Y a pesar de que nuestros mundos era tan diferentes aún siento vibrar mi corazón cada vez que él canta esa canción, la canción que escribió para mí.
El primer invierno de este año llegaba. Al igual que la primavera en mi corazón.
Los copos de nieve caían y por cada uno, una flor de cerezo florecía en mi corazón. Para mí, no había invierno sin primavera ni primavera sin invierno porque en mi corazón, los dos llegaban al mismo tiempo, no uno adelante, no uno atrás, los dos al mismo tiempo.
En mis ojos podía sentir las flores de cerezo alojarse ya, la juventud de una noche de invierno se había esfumado, mi frágil corazón había madurado justo cuando ya no quedaba nada.
Y si tan solo pudiera vivir una vez más lo que viví, y si tan solo sus pequeños ojos me miraran por última vez, pero esta vez no con lágrimas en sus ojos, esta vez con una sonrisa acompañando su mirar, la misma sonrisa que me solía dar cada vez que estaba su lado.
¿De qué color revives nuestros recuerdos en esta temporada? Me pregunto, ¿dónde estás mirando ahora?, ¿seguirá ese árbol de cerezo esperando por nosotros?
No importa cuántas preguntas haga al viento, él no me traerá respuestas.
Han pasado quince primaveras y yo, aún sigo viéndote en cada copo de nieve que cae, ¿cómo eres en el mundo?, ¿vives cómo me mostraste, vivías?
Tenías razón, éramos tan jóvenes pero entonces, ¿por qué ese adiós sigue trayendo lágrimas a mi corazón con tan solo imaginarte sonreír?
Sé que era tan frágil como la nieve, sé que tú también lo eras. Lo supe cuando tomé tus manos frías entre las mías, quería quedarme en ese lugar que no debía, quería gritar tu nombre una y otra vez para que al final, no te viera llegar pero mi amor inquebrantable te estaba lastimando.
He estado ocupada a mi manera, los días son tan ordinarios, y aunque puedo reír sin ti, deseo reír por ti.
Recuerda que sigo aquí. Y aunque lo he comprendido, y aunque he aceptado esa triste separación, recuerda que hay una primavera esperando por ti, hay un árbol de cerezo que aún mira al horizonte con esperanza de vernos llegar. Llegaré, llegaré en una próxima reencarnación.
- ¡Mamá! -Gritó esa melodiosa voz que me ha mantenido con vida después de tanto.
La miré, su largo cabello lacio se confundía con la oscuridad de la noche. Sonreí haciendo a que ella se acercara y se sentara a mi lado en la banca de madera del jardín de la casa.
-Hace frío Sakura, te vas a enfermar. - Le dije acercándola a mí delicadamente.
-Está nevando -señaló inocente al cielo.
-Sí, mi amor, está nevando. -Murmuré abrazándola.
-Mi maestra dice que no puedo estar aquí, que me voy a congelar porque los árboles se congelan con la primer nevada, y yo soy un árbol. -Dijo inocentemente al recordar su nombre, el significado de su nombre.
Reí recordando lo que le había dicho a su maestra decir para que mi pequeña niña no saliera a jugar más al patio cuando la nieve llegara.
-Tienes razón pero aquí esta mamá así que, nada te va a pasar. -La abracé sintiéndola reír en mis brazos.
Y si me dieran la opción de volver a pasar por todo el dolor que pasé cuando regresé al lugar que me vio nacer realmente, lejos de él, lejos de su cultura donde la existencia de uno y de otro parecía irreal, lo volvería a hacer, solo para tener a este pedazo de cielo entre mis brazos. Definitivamente lo volvería a hacer.
- ¿Mamá? -Volvió a llamar mi atención la niña que tenía entre mis brazos.
Una niña de no más de diez años, una niña que tenía impresa en su bello rostro, en su corazón, y en su nombre, la cultura de la persona a la que mi corazón no ha podido ver en estas quince primaveras que han pasado. Y aunque esta niña que ahora abrazaba era solo mi pequeña y de nadie más, quería pensar que podía ser de él también.
Sakura, nunca se lo pregunte pero sé que ese nombre hubiera querido para su futura hija. La hija que quizá, ya tiene en ese mundo en el que yo no vivo más.
Y aunque a mi regreso al país en el que realmente estaban mis raíces, no pude encontrar a mis padres, encontré a mis abuelos, ellos eran la explicación al porqué mi hija tenía esos rasgos. Rasgos que la hacían casi única en este país.
-Dime, mi amor.
- ¿Por qué mi tío Dae-hyun siempre me dice que te deje a solas cuando la primer nevada cae?
Suspiré dolorosamente. El invierno había llegado, era hora de cubrir la ciudad con los pétalos que derramarían mis ojos esperando poder verlo aquí solo una vez más. Y esta vez, solo para darme una sonrisa en lugar de lágrimas.
Tú, ¿cómo estarás viviendo ahora?, ¿me seguirás recordando en cada primavera?, ¿cómo has pintado tu mundo?, ¿seguirá siendo del color de las hojas del cerezo sobre las que solíamos sentarnos?
-Es una larga historia, mi tesoro.
Mi hija, ocultándose en el fondo de mi abrigo, me sonrió.
-Tengo tiempo, mamá.
Reí, sé que mi hija tenía tiempo, siempre lo tenía, siempre que se tratara de mí pues al final, solo estábamos ella y yo en este mundo.
- ¿Es una historia de amor? -Preguntó.
Ella, al igual que yo, adorábamos las historias de amor. Y por alguna extraña razón, los finales tristes eran más apreciados por nosotras.
-Sí mi niña, es una triste historia de amor. Es la triste historia de amor de Yang Min-hye.
- ¡Tú, mamá!
Asentí con pesar.
- ¿Qué te parece si te recuestas en mis piernas mientras te cuento la historia?
- ¡Sí, mami! -Saltó a mí riendo.
-Ahora silencio que tu madre va a comenzar...
Chak Byol-gok, y si solo pudiera pedir un deseo, no sería el de verte una vez más aunque así lo desee mi corazón porque realmente hay otro deseo, otro que pide con lágrimas de dolor. Ese deseo pide porque tus labios pronuncian una vez más mi nombre, solo una vez más.
El invierno había llegado, los copos de nieve cayeron sobre mí haciéndome ver lo cerca que estaba del fuego. No había compasión en él cuando la luna reinaba en el oscuro firmamento, solo había dolor y odio. Seguí las señales, había respuestas a preguntas no antes hechas, debía correr, debía ocultarme de él y aún así, escogí quedarme donde no debía. El amanecer llegó, la oscuridad de su alma fue alumbrada por los primeros rayos de sol. Entonces vi su verdad, la verdad enterrada en su ser desde siempre, en sus ojos estaban las preguntas a las respuestas que ya tenía. Había dos personas habitando un mismo cuerpo, ellos eran diferentes, compartían un cuerpo pero jamás un corazón. Incluso si el cielo y el inframundo estaban en él, me quedaría porque mi corazón se había entregado a su oscuridad. "Sé que pronto lo revelarás. Lo descubrí, está en tus ojos. Personalidad múltiple, lo llaman. Yo lo llamo muerte y eternidad, blanco y negro, tú y él"
Y aunque sabíamos que éramos diferentes, no evitamos enamorarnos como solo dos almas genuinas harían, y aunque sabíamos que nunca íbamos a estar juntos, nos mirábamos como si toda la vida fuéramos a estarlo. Yo, una estrella más en su cielo y él, la única en mi cielo nocturno. Nosotros éramos demasiado jóvenes, de manera que solo un adiós trajo lágrimas a nuestros ojos día y noche. Sin embargo, ahora los recuerdos me abrazan con suave calidez. El gracias que no fue dicho en ese momento aún perdura en mi corazón bajo el árbol de cerezo donde solíamos estar. Y a pesar de que nuestros mundos era tan diferentes aún siento vibrar mi corazón cada vez que él canta esa canción, la canción que escribió para mí.
Fuego. En fuego su corazón se prendió con su sola mirada. En el agua de sus manantiales, el fruto del amor del pasado. A fuego lento, la destrucción del amor más puro que ella pudo darle. Y a cenizas, sus recuerdos fueron reducidos. Un año después desde todo ese amor dado, un año desde que la primer tragedia en su vida marcó el antes y el después. Con los ojos vacíos y el corazón lleno de recuerdos, Jade despertó después de un año. En el vientre compartido, el surgimiento de la traición. No siempre se recuerda; la sangre es más espesa que el agua. Entonces siete plagas antes de la eternidad; la división de sus bienes, el reencuentro con un pasado, el accidente que en coma la dejó, los recuerdos en cenizas, la historia mal contada, el regreso del abogado del diablo y finalmente, el precio de la eternidad. De la serie “Solo tú" La historia continúa.
El invierno había llegado, los copos de nieve cayeron sobre mí haciéndome ver lo cerca que estaba del fuego. No había compasión en él cuando la luna reinaba en el oscuro firmamento, solo había dolor y odio. Seguí las señales, había respuestas a preguntas no antes hechas, debía correr, debía ocultarme de él y aún así, escogí quedarme donde no debía. El amanecer llegó, la oscuridad de su alma fue alumbrada por los primeros rayos de sol. Entonces vi su verdad, la verdad enterrada en su ser desde siempre, en sus ojos estaban las preguntas a las respuestas que ya tenía. Había dos personas habitando un mismo cuerpo, ellos eran diferentes, compartían un cuerpo pero jamás un corazón. Incluso si el cielo y el inframundo estaban en él, me quedaría porque mi corazón se había entregado a su oscuridad. "Sé que pronto lo revelarás. Lo descubrí, está en tus ojos. Personalidad múltiple, lo llaman. Yo lo llamo muerte y eternidad, blanco y negro, tú y él"
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