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Hace cinco años, la familia Powell quebró. Madeline Powell dio a luz a gemelos; dejó uno con el padre del niño y se llevó al otro. Años espués, Madeline regresó como líder de Internet de opinión. Sin embargo, alguien se enteró de su regreso. El hombre la pellizcó por la barbilla y se burló fríamente: "Has publicado muchos videos en Internet, ¿qué tal filmamos algo picante juntos?". Los ojos de Madeline se abrieron y su garganta se secó. Al día siguiente, vio a un niño pequeño que se parecía exactamente a su hijo en la casa del hombre. Madeline no pudo evitar besar la mejilla regordeta del pequeñito. Sorprendentemente, el niño no estaba contento. Puso una cara solemne y preguntó: "¿Qué estás haciendo?". Madeline estaba furiosa. ¿Cómo pudo ese hombre haber hecho que su hijo fuera tan desagradable como él?
"¿Eres siquiera mayor de edad?".
Bajo la influencia de la droga, Madeline Powell respondió con el último atisbo de razón que le quedaba: "¡Por supuesto! ¡Acabo de cumplir dieciocho hoy!".
"Y decidiste prostituirte nada más cumplir la mayoría de edad, ¿eh? ¿En serio estás tan mal de dinero? ¿O simplemente te mueres de ganas por acostarte ya con hombres?".
El hombre que hablaba le sostuvo la barbilla y se la levantó como si inspeccionara una posesión recién adquirida.
Sus ásperos dedos le acariciaron suavemente la cara a la joven hasta que, de repente el tipo se la pellizcó con fuerza y la obligó a mirarlo a los ojos. La chica desprendía una suave fragancia y sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas debido a los estupefacientes ingeridos, una seducción silenciosa para el hombre, cuyo miembro se estaba endureciendo entre sus piernas por momentos.
Sin embargo, era bien sabido que los depredadores de alto nivel eran pacientes en lugar de apresurar las cosas, y por lo tanto, el hombre se dispuso a llevar los dedos por dentro del camisón de ella, encontrándose con sus partes femeninas ya húmedas. Madeline gritó ante su repentina intrusión, pero antes de que pudiera retirarse, sus labios descendieron sobre los de ella, la cual inconscientemente rodeó el cuerpo de su acompañante con sus muslos.
"Relájate. No seas impaciente", dijo él, que aflojó un poco su agarre.
"Date prisa...", lo instó ella, aturdida.
Entonces el hombre, con ojos ávidos, pero con paciencia, se inclinó sobre ella de nuevo y sonrió.
"Eres solo una jovencita...", dijo, haciendo una pausa y mirándola unos segundos. A continuación, se apartó y dio un paso atrás con frialdad, tomando una decisión firme al decir:
"No tienes lo que quiero en una mujer, de manera que vete". Esas palabras hicieron que el hombre pareciera mezquino y distante, y efectivamente, a Madeline le provocaron un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Sin embargo, ella había venido a este lugar dispuesta a arriesgarlo todo, por lo que no quiso tomar un no por respuesta, sino que, al contrario, se echó hacia delante para tratar de coquetear con él de nuevo.
"¿Cómo lo sabes si ni siquiera me has dado una oportunidad?", comentó, procediendo después a quitarse la camisa blanca y luego el sostén de encaje, para dejar al descubierto su hermoso torso bajo la tenue luz. Agarrando la copa de vino tinto a su lado, se echó el líquido sobre el cuerpo y el frío la hizo temblar, aunque eso no la detuvo cuando argumentó:
"Uy, me he puesto perdida. Como comprenderás, no puedo salir así". El vino le bajaba desde el cuello, por las clavículas y hasta las puntas de los senos, haciendo que su cuerpo joven y atractivo se luciera al máximo, y en consecuencia, volviendo loco al hombre.
"Mmm, sí que hace frío aquí...". La mujer se aferró a él con total sumisión, arqueando ligeramente la cintura.
"Tú lo has querido".
El hombre se quedó atónito durante unos segundos, si bien se le abalanzó sobre ella en cuanto logró volver en sí.
Le agarró el vestido rojo por la parte que aún le cubría los muslos y tiró hasta que la fina tela tapó el rostro de Madeline.
Desde un principio, no había podido ver claramente las facciones del hombre porque la lámpara con luz tenue era lo único que iluminaba la habitación, y ahora, en esta nueva posición, lo único que podía vislumbrar era el contorno de su cuerpo encima del de ella.
Por el contrario, la desnudez de la joven quedó completamente expuesta a los ojos del más experimentado, y en ese instante, la tensión que notó por dentro no ocultó lo nerviosa que estaba, sobre todo cuando las grandes manos del hombre se deslizaron lentamente por su cuello y torso, deteniéndose en sus rosados pezones.
La droga estaba acabando con todas las inhibiciones de la chica, ya que su cuerpo no pudo evitar responder a las caricias del hombre, y temblando de deseo, se sorprendió al sentir la urgencia de querer ser penetrada de inmediato.
Cuando él vio su desesperada reacción, la mirada se le endureció, puesto que toda la ternura del momento anterior se había esfumado. ¿Cómo iba a apiadarse de ella si se estaba comportando de tal manera?
De esta forma, le abrió descaradamente las piernas de par en par sin dudarlo y se hundió en lo más profundo de su ser.
"¡Ay, cuidado! ¡Duele!".
La delicada mano de Madeline presionó el pecho del hombre en un intento de apartarlo, si bien no tenía fuerza suficiente para obligarlo a moverse, por lo que resultó en vano.
Acto seguido, el cuerpo se le puso rígido, lo que hizo que el hombre se volviera aún más violento con ella, así que, cada vez que empujaba más, llegaba más profundo. Sin embargo, el cuerpo de la joven reaccionó automáticamente a aquellos instintos primarios y se movió en sintonía con el suyo, aunque ni la expresión que mostraba en el rostro con el ceño fruncido despertó ningún sentimiento de piedad en el hombre.
La mujer no tenía idea de si se había adaptado gradualmente a su fiereza o si la droga había hecho efecto por completo, pero tan pronto como dejó escapar un grito de placer, su rostro se sonrojó de inmediato, de modo que se mordió la lengua con fuerza, tratando de sofocar el sonido enseguida.
Aquellas reacciones no hicieron sino alentar más al hombre, quien, a medida que sus movimientos se volvían más frenéticos, la besaba con más violencia y urgencia, haciendo que sus delicados labios se pusieran rojos.
Efectivamente, el roce de piel contra piel hizo que la temperatura de toda la suite de hotel subiera sustancialmente.
A la mañana siguiente, Madeline se despertó y se encontró sola en la habitación, dándose cuenta de que había ropa y pañuelos esparcidos por el suelo, signos de la noche de pasión reciente.
No obstante ahora, cada vez que la mujer se movía, sentía como si su cuerpo estuviera siendo desgarrado por dentro, aunque después de bastante esfuerzo para levantarse de la cama, recogió su ropa y se vistió.
El momento en que vio la notificación en su teléfono de una transferencia de dinero, corrió de inmediato al hospital municipal y no pensó ni en mirar dónde podría estar ese hombre.
Mientras tenía el dinero, su madre podría recibir el tratamiento, y nada era más importante para ella que eso, ni siquiera su propia virginidad.
Después de pagar las facturas médicas, Madeline le tomó la mano por última vez antes de que las enfermeras se la llevaran a la sala de operaciones, y tras esperar cuatro horas hasta que salió el médico, le dijeron que, al menos de momento, estaba estable. Al escuchar esto, se apoyó contra la pared y dejó escapar un suspiro de alivio, sin saber que las consecuencias de la noche anterior estaban lejos de terminar.
En unas pocas semanas, la joven descubrió que estaba embarazada, a pesar de solo haber tenido relaciones con un hombre aquella noche.
Afortunadamente, todo lo que tenía que hacer durante los siguientes meses era cuidarse bien; por lo visto, la persona que la había contratado era muy generosa, de modo que recibiría dinero todos los meses, suficiente para cubrir los gastos de atención médica de su madre.
Con el paso del tiempo, su vientre comenzó a aumentar de tamaño, mientras que el estado de su madre se seguía manteniendo estable; de forma que, justo cuando la chica empezaba a pensar que finalmente podría llevar una vida pacífica, recibió un aviso del hospital diciendo que su madre había empeorado de repente.
Para entonces, la joven estaba embarazada de ocho meses, y aunque se apresuró a llegar al hospital tan rápido como le fue humanamente posible, no pudo verla por última vez antes de que muriera.
Debido a semejante torbellino de emociones, se puso de parto prematuro.
"¿Qué hacen? ¡¿Qué es esto?! ¡Deténganse! ¡Déjenme ver a mi bebé!".
Antes de que Madeline pudiera recuperarse del dolor de perder a su madre, un grupo de personas irrumpió y se llevó a su hijo, sin que tuviera siquiera la oportunidad de tenerlo entre sus brazos.
"¡Ay, que viene otro!", escuchó a la enfermera decir, en medio de su aturdimiento.
Con las últimas fuerzas que le quedaban debido al esfuerzo del parto, abrió los ojos con pánico cuando vio a la enfermera sosteniendo a otro bebé cubierto de sangre.
"Por favor...", rogó, alargando sus manos temblorosas hacia la enfermera y el recién nacido.
"Déjeme ver al bebé", añadió, ante lo cual se le ablandó el corazón a la otra mujer allí en la habitación. Después de envolverlo en una manta, se lo entregó a la pobre madre, quien, a la vez que la enfermera salía, se levantó de la cama y salió tambaleándose del hospital con el bebé en brazos, sin importarle demasiado el cansancio que sentía tras haber dado a luz a gemelos.
Al fin y al cabo, este último bebé era la única familia que le quedaba ahora, de manera que no podía permitir que esas personas también le quitaran a esta niña.
Allí mismo se juró a sí misma que no dejaría que le pusieran una mano encima. ¡Vamos, de ninguna manera!
Una hora después, cuando ese grupo misterioso recibió la noticia de que había nacido un segundo bebé, regresaron al hospital, donde solo encontraron la cama deshecha y las sábanas manchadas, puesto que ya no había ni rastro de Madeline.
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