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"El dÃa que soñé con volar, lo único que pretendÃa era huir de la miserable vida que llevaba. Sumergirme en la noche, como si fuera un destello más, era todo lo que podÃa hacer. Ahora que el sueño se ha vuelto realidad, vivir no es tan fácil como lo imaginé. Pero nada parece ser tan tormentoso estando al lado del ángel de los ojos grises que me ha enseñado a amar." "Sobrevolaba la noche como parte de ella, inmerso en la oscuridad, hasta que ella comenzó a ser mi luz, mi conexión con una vida que creÃa perdida. Mis secretos están a punto de alcanzarme, de destruir el amor que ella siente por mÃ. Un beso, un simple beso marcarÃa toda mi existencia, encadenándome para siempre al amor verdadero. Tan solo un beso. Un beso de los suyos."
Pequeños y dispersos copos de nieve caÃan del cielo sobre esa grande y lujosa limosina negra. El pavimento comenzaba a cubrirse de un ligero manto blanco; el limpia parabrisas fue encendido. La delicada y hermosa chica de cabellera roja, ojos marrones y labios como el carmÃn seguÃa teniendo muchas dudas sobre si habÃan tomado o no la decisión correcta, pero lo único que podÃa hacer era quedarse callada y esperar a que su mente pudiera olvidar. Tomó la mano de su madre y observó con discreción a su padre.
No podÃa descifrar la forma más fácil para olvidar su pasado, olvidar su vida y mantener a salvo sus secretos, entre mas lo pensaba, mas se daba cuenta que era algo difÃcil de hacer.
―Hemos llegado a su destino, señor Pardo –Juan, el chofer particular de esa familia anunció, al mismo tiempo que detenÃa la limosina. Sin darse cuenta habÃa sacado de sus pensamientos a esa hermosa joven atormentada.
Violeta fue la primera en salir de limosina. HabÃa quedado asombrada con esa enorme mansión que, hoy, se convertirÃa en su nuevo hogar. Su madre le ofreció un paragüas para cubrirse de los copos de nieve que caÃan del cielo pero ella no lo aceptó. QuerÃa disfrutar de ese momento. Dio media vuelta y pudo ver algunas áreas verdes, aun, sin ser pintadas de blanco. A lo lejos se veÃan las montañas resplandecientes de ese blanco inmaculado. El aire olÃa fresco. La mansión la habÃa atrapado de inmediato y ¿cómo no? Si era una obra de arte que cualquier pintor desearÃa tomar de inspiración.
El señor Pardo, se colocó sus guantes de piel negra y encendió el paragüas que su esposa le habÃa entregado. Respiró profundamente y dejó escapar un enorme suspiro de alivio. El aire estaba congelado. Acomodó su gabardina y pudo casi tocar la libertad.
La señora Pardo pudo sentir lo que su esposo le decÃa con ese ligero apretón de manos. Ella también estaba aliviada de volver a la paz y tranquilidad que estaba acostumbrada. Igual que todos, estaba sorprendida por la belleza de la mansión, incluso, recordó las palabras de su esposo en el avión "la mansión es una verdadera obra de arte colonial". Pudo comprobarlo cuando vio que tenÃa grandes ventanales coloniales en el segundo piso. El inmenso jardÃn lleno de rosales de todos los colores, la habÃa dejado sin habla. Desde lejos se podÃa apreciar los frondosos pinos y cedros que adornaban el patio trasero.
―Esto. Esto es... es ¡asombroso, padre! –Violeta sonrió ampliamente mientras descubrÃa mas cosas que le encantaban. El enorme molino de viento que estaba detrás de la mansión fue una mas de esas cosas bonitas.
―Si el exterior de la mansión es: ¡asombroso!, esperen a ver el interior. Simplemente es: ¡magnifico! -El señor Pardo sonrió victorioso. SabÃa que a su familia le fascinarÃa su nuevo hogar. Besó con delicadeza la mano de su esposa al mismo tiempo que le regalaba una tierna sonrisa
La dulce joven pelirroja no podÃa esperar para comprobar las palabras de su padre. Era algo extraña la sensación de ansiedad que sentÃa, algo que la caracterizaba era su paciencia, pero habÃa algo en esa mansión que la hacia quererse adentrar en ella. QuerÃa ver cada rincón, querÃa descubrir cada cosa bella que la adornaba. Miró los rosales, la nieve no habÃa logrado marchitarlos ni un poco. Caminó con paso firme hasta el pórtico y subió los tres escalones de cemento que habÃa antes de llegar a la puerta. PodÃa acostumbrarse a pasar cada mañana viendo como amanece o cada noche viendo como se esconde el sol bajo las montañas.
― ¡Demonios! –replicó al darse cuenta que ella no tenia la llave para entrar.
Se maldijo una vez más. Un rechinido llamó su atención, volteó y se llevó una gran sorpresa, la puerta estaba abierta, ¿pero cómo? Rápidamente miró hasta donde estaban sus padres, ellos estaban dándole indicaciones al chofer. Violeta sintió como su corazón comenzó a acelerarse, preguntas en su cabeza se estaban formando ¿debÃa entrar? ¿DebÃa esperar a sus padres? ¡Qué diablos! juntó sus cejas. Seguro habÃa alguien ahà adentro, el jardinero o alguna sirvienta eran su mejor opción. Esperó un segundo más y con las manos sudorosas decidió entrar "La puerta no se abrió sola. La puerta no pudo abrirse sola. Las puertas no se abren solas" se repetÃa en su mente tratando de buscar alguna respuesta lógica para lo que acababa de pasar. La oscuridad la tomaron por sorpresa y un ligero aroma a limpia pisos de fresa le penetraron la nariz.
― ¿H-hola? –Preguntó nerviosa dando pequeños pasos hacia adelante cuidando no tropezar con algo «o alguien»- ¿Hay alguien aquÃ? –No obtenÃa ninguna respuesta.
Su vista se habÃa acostumbrado a la oscuridad y pudo ver una silueta humana parada, justo, frente a ella, su cuerpo comenzó a temblar. HabÃa alguien parado a escasos metros. Era hora de salir corriendo y gritar con fuerza.
― ¿Quién... eres? –su voz temblaba.
Las luces se encendieron. Violeta gritó con fuerza.
― ¿Qué pasa? ¡Violeta! ¿Por qué gritas?
Abrió los ojos. Miró a su padre y madre parados detrás de ella, estaba confundida, miró hacia donde habÃa visto la silueta, no habÃa nadie ¿alguien puede correr tan rápido? ¿O tal vez todo habÃa sido parte de su imaginación? Trató de tranquilizarse.
― ¿Quién te dejó pasar, Violeta? –el señor Pardo preguntó con seriedad.
―Yo... yo... La puerta estaba abierta y... entré. Estaba muy oscuro y...estoy segura de que... vi a alguien aquÃ. Lo siento –bajó la mirada. Estaba muy apenada.
Sin escuchar más, el señor Pardo sacó su celular y marcó con enojo algún teléfono. ParecÃa realmente molesto con la situación. La mirada de Violeta y su madre se cruzaron. La señora Pardo se acercó y la abrazó con fuerza tratando de devolverle la tranquilidad al mismo tiempo que acariciaba sus rojos cabellos.
―No puedo creer que hayas sido tan estúpido como para dejar la puerta abierta de la mansión. –MantenÃa una discusión al teléfono-. Ahora no estés tan seguro de que tu comisión va a estar completa... ¡Claro! Se pudo haber metido alguien. Espero que eso sea rápido o de lo contrario...
― ¿Crees que mi papá regrese la mansión? –preguntó mientras jugaba con sus uñas.
Antes de responder, la señora Pardo echó un vistazo a los hermosos muebles rústicos que adornaban la sala, las hermosas y carÃsimas obras de arte que colgaban de las paredes de piedra, la acogedora chimenea eléctrica que estaba al fondo de la sala y, por ultimo, observó detalladamente la escalera de madera. Sus ojos se concentraron en los hermosos ángeles de madera que estaban tallados en el barandal.
―No creo que tu padre deje escapara esta hermosa mansión. Solo le está dando un susto al agente. A pesar del inconveniente, estoy ansiosa por mudarme aquà y subir al segundo piso.
―Esos estúpidos agentes de vienes raÃces son unos ineptos –refunfuñó el señor Pardo mientras cerraba de golpe su teléfono.
Juan, entró a la mansión con cuatro maletas bien acomodadas debajo de sus brazos, se detuvo al sentir una vibra extraña cuando todos se quedaron viéndolo. Algo no andaba bien asà que decidió esperar un poco antes de poner las maletas en el suelo.
―Regresa las maletas al coche –el señor Adams le ordenó con seriedad.
Sin hacer ningún gesto y sin hacer ninguna pregunta, Juan, se dio media vuelta para poner las maletas de vuelta en la limosina.
― ¿Qué fue lo que sucedió, cariño?
Violeta sintió un nudo en el estomago, se habÃa enamorado por completo de la mansión y su padre estaba a punto de decirles que no se iban a mudar ahà ¿no se iban a mudar ahÃ? ¿Acaso su padre tenia una segunda opción?
―Pasaremos la noche en un hotel cerca de la ciudad. Vendrán a revisar la casa y hasta que no nos digan que no hay peligro no nos mudaremos. No las expondré.
―Está bien, cariño. –le tomó la mano y le dio un dulce beso en los labios.
Violeta no creÃa que habÃa alguien en la casa, sino que estaba segura. No supo como habÃa hecho para correr tan rápido pero pudo percibir un aroma, pudo sentir esa presencia pero ¿de quién podrÃa tratarse?
Mientras los señores Pardo salÃan de la mansión, Violeta aprovechaba para dar un rápido vistazo a la casa, tenia la esperanza de ver al jardinero o al mayordomo pero no vio a nadie. Caminó hasta la salida y antes de cerrar la puerta sintió un escalofrÃo recorrerle la nuca. Tuvo miedo. No querÃa voltear y encontrarse con un maldito loco pero la sensación era tan penetrante, estaba segura que alguien la estaba viendo. Sin más, cerró la puerta con fuerza y bajó los escalones de cemento sin mirar atrás.
Violeta
Se detuvo en seco al escuchar que el aire murmuraba su nombre. Tragó saliva. Pudo escuchar y sentir con fuerza los latidos de su corazón. Cuando sus piernas le respondieron se echó a correr lo mas rápido que pudo y entró a la limosina sintiéndose segura, solo, por un instante.
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