Roman Watson es el nuevo y molesto vecino de la famosa Miranda Cross. Se compró una propiedad y está decidido a remodelarla, aunque su vecina promete hacer su vida una pesadilla. Miranda parece tan dulce e inofensiva, lo cual contrasta con su carácter de Grinch y aunque tiene por vecino al que parece un stripper de un metro noventa y cien kilos, no se intimida, pero que deba compartir su jardín con él, es una afrenta que no va a dejar pasar. Ese hombrezuelo no la va a conquistar con esas estúpidas y eróticas cualidades que tiene, como ése cuerpo de Adonis, de Hércules, de macho reproductor con el que estaría dispuesta a sufrir una parálisis total con tal de que la llevara a la pared más cercana y le enseñara uno que otro movimiento de pelvis prohibida. Miranda juraba que haría lo que fuera para echarlo... lo que fuera.
Ese tranquilo día de enero, el sol brillaba en todo su esplendor a las diez de la mañana. Aunque a la sombra Miranda seguía sintiendo frío
La helada temperatura del invierno calaba hasta sus huesos. Ni llevando encima una pesada bata de algodón verde, ni la cálida y gruesa pijama de blusa y pantalón, de suave tela caliente; además, de unas enormes pantuflas con aspecto de pata de monstruo podían ayudarla a sentir alivio.
Sería fácil salir al patio trasero y disfrutar del delicioso calor que ya brillaba en el exterior, pero no podía hacerlo si tenía trabajo qué hacer: vigilar al tipo del convertible que acababa de llegar.
Roman Watson bajó su metro noventa de estatura del auto gris. Sus pies cargaron relajadamente los cien kilos de músculos de ese cuerpo, esculpido a base de una rutina diaria de ejercicios.
La piel bronceada contrastaba con el traje gris claro que usaba. Sus ojos estaban cubiertos por unos lentes tipo aviador, lo cual le daba a su distinguido aspecto, un aire misterioso.
El cabello castaño, ligeramente aclarado, hablaba de esos días en la playa, practicando uno de sus deportes favoritos en las hermosas playas de California, el surf. Estaba peinado hacia atrás con el cabello largo recogido en una coleta baja. La barba que una semana atrás fuera larga, ahora estaba recortada casi en su totalidad. Jamás debió apostar con su hermano.
Miranda hizo una mueca de disgusto al verlo quitarse el saco para delatar su envidiable figura musculosa.
-Presumido -musitó, asomándose entre las cortinas de su recámara.
El hombre caminó hacia la acera con calma y seguridad. Desde allí le dio la espalda, provocando que la espía de la casa de al lado se quedará sin aliento, al contemplar un trasero realmente atractivo.
-¡Basta Miranda! -se dijo entre dientes-. ¡Parece un stripper! -. Seguramente a eso se dedica, pensó entrecerrando los ojos azules-. Corriente.
Replicó echándole un último vistazo a ese cuerpo monumental. Aunque, desde esa distancia no podía verlo bien, pensó retrayéndose. Recordó que tenía unos binoculares pequeños. Corrió a buscarlos a un cajón, donde había entre otras cosas: ropa interior.
Regresó a la ventana. Ahora solo faltaba que el invasor se quitara los lentes... lo cual ocurrió milagrosamente.
-¡Sabía que era feo! -se dijo mirando su rostro de rasgos muy masculinos, morenos, mas no era su tipo. Escuchó una voz conocida y miró al que llegaba-. Con que ya llegaste Teddy... -musitó viendo al conocido y regordete corredor de bienes raíces bajando de su auto, hablando por teléfono.
Miró al extraño nuevamente. Abrió la boca al verlo sonreír. Se había equivocado. Cuando sonreía, no era feo. Era el dueño de la sonrisa más encantadora que había visto. Sus ojos hablaban de un hombre abierto, amigable... y de nuevo esa sonrisa de dientes lindos. Le pareció hipnótico lo expresivo de sus gestos al hablar, dándole tiempo al gordito de continuar su llamada.
Miranda se alejó de la ventana, al darse cuenta de que lo estaba calificando como un hombre muy atractivo con finta de vividor, con una sonrisa encantadora que era capaz de conquistar a un témpano de hielo, se dijo.
Tiritó, en ese momento, ella era uno.
Roman miró del lado opuesto de la calle, a un grupo de adolescentes pegando lo que parecían ser unos volantes en los buzones de las viviendas. Le llamó la atención ver atorado en el barandal de la casa a sus espaldas, una hoja, pero no le dio importancia cuando llegó. Ahora sí. ¿Qué andarían promocionando esos niños? Se acercó al viejo buzón, seguramente se desprendió de él y quedó atorado entre los viejos tablones del cerco de madera. Se encaminó a tomarlo y ver qué decía.
Al descubrir la fotografía de una mujer, la primera idea que cruzó por su pensamiento fue que estaba extraviada o secuestrada.
-No puede ser... -musitó tomando el volante con ambas manos.
Empezó a leer cuidadosamente mientras sus labios empezaban a temblar, incrédulo. Soltó una risa tan sonora que se echó hacia atrás poniendo una mano en su estómago.
Debía ser una broma, trató de calmarse. Sonrió. No era posible que una chica como ésa, tan hermosa, necesitara de publicitarse para conseguir pareja... ¿o es que no era precisamente un novio lo que quería?
Su rostro siguió sonriente, aun cuando la duda lo invadió. ¿Se trataba de una chica que vendía su amor? ¿Esa era su forma de atraer clientes, sin verse muy ofensiva?
Levantó la vista del papel para regresar su atención a los tres adolescentes. ¿Serían ellos los voceadores Los mismos que pegaron ese aviso desesperado?
Miranda se preguntaba ¿qué fue lo que le causó tanta gracia?
El vendedor de bienes raíces se tardó algunos minutos, antes de acercarse al desconocido.
Lo saludó con un fuerte apretón de manos. Ya sin binoculares, la chica notó cuán alto era el hombre de cuerpo distractor. Ted Collins era muy alto y de complexión gruesa, así que no le costó trabajo calcular la estatura del stripper.
Volvió a ponerse los binoculares. No le agrada ver al corredor por tercera vez esa semana.
-Buenos días, señor Watson.
-Llámeme Roman.
-Gracias, soy Ted.
Miranda bajó los binoculares con enfado, cuando escuchó a alguien tocar insistentemente el timbre de la puerta. Seguramente, se trataba de los muchachos porque nunca llevaban sus llaves.
-¡Qué asco! -dijo al ver el binocular adornado de verde, por la mascarilla que tenía en el rostro.
Salió de la recámara y caminó unos pasos cerca del barandal que la llevó a la escalera pegada a la pared.
Miró su anticuada sala, aún conservaba los muebles de su fallecida tía Gertrude y al pie de los escalones estaba la ruidosa puerta.
-Debo ser honesto contigo, Roman -dijo el enorme vendedor de color, metido en un traje azul-, la casa es vieja y requiere de muchas reparaciones, pero el terreno es muy grande y la zona residencial es tranquila. Además -se acercó un poco al observador y callado cliente-, vivirás al lado de una celebridad.
Román esbozó una sonrisa sutil y se inclinó hacia él de la misma forma misteriosa.
-¿Por qué lo dices en voz baja? -le hizo notar imitando tono de voz.
-Porque vi su camioneta y nos puede oír.
Roman frunció el ceño. Estaban en un pasillo lateral, por fuera de la casa, llena de pasto crecido, Las propiedades estaban separadas por un cerco de madera muy viejo que pedía a gritos ser derribado.
-¿Nos está vigilando?
Ted se enderezó.
-Mmhh es quisquillosa con la gente que viene a ver la casa. No quiere tener un vecino problemático.
LUCY COLLINS Es una monja ordenada, no es novicia, de 24 años con un carácter amable y sonriente, ingenua, inocente. Inquieta y parlanchina. Trabajó con enfermos hasta que debió salir para cuidar de su madre adicta.Hasta entonces conoció a su benefactor, el desconocido que cubrió sus gastos durante el noviciado, un "padrino" que jamás imaginó sería como él...o que la miraría como él. GUY RICHARDS Es un inglés de 36 años, empresario, soltero, callado, muy callado. Discreto en cuanto a sus encuentros íntimos. Conoce a Lucy desde que era una adolescente y jamás quiso acercarse por el extraño efecto que su presencia causa en él. Guy tiene un estricto decálogo acerca de cómo tratar a una mujer, pero con ella simplemente será muy difícil llevarlo a cabo. Para él, la seducción es algo que va más allá de las palabras y el sexo... ¿bastará una mirada, un roce, un suspiro, para que esa religiosa, protagonista de sus sueños más perturbadores, entre en su juego? La duda es si ella está dispuesta a caer en la tentación... en sus brazos. ¿Querrá Lucy quemarse en su infierno?
Isabel Allen sabía que no debía confiar en los hombres. Mucho menos en uno cuyo apellido trajo la desgracia a su hermana. Adolfo Mondragón era un hombre poderoso y deseado por las mujeres, no solo por su atractivo físico, sino por su fuerza seductora, la misma que podría hacerla perder la cabeza si se lo permitía. Y si algo ansiaba Adolfo, como nunca en su vida, era que Isabel dejara de comportarse como una virginal jovencita; pues él mejor que nadie la conocía bien. Años atrás la vió amenazar a su hermano con delatar su irresponsable paternidad ante la prensa sin importarle dañar la reputación de su madre: una famosa diseñadora de ropa. Luego lo estafó y desapareció. Adolfo y su familia querían la custodia de la niña que una vez fué rechazada por un mal entendido, el problema era que Isabel la tenía y simplemente se negaba a dársela, tanto o más como entregar su voluntad al hombre que intentaba seducirla con falsas promesas de amor. Adolfo la engañó una vez aprovechándose de su juventud, pero no volvería a caer... ¿O si? Después de todo, ¿quién podía resistirse a los encantos del terrible Dragón?
Cuando el famoso y seductor biólogo de televisión Ian Armstrong pudo conocer a Maggie Sosa a través de un concurso vía correo electrónico decidió que quería verla en persona para confirmar que la química erótica que se dió entre ellos era real al estar frente a frente. Lo que él no sabía era que la salvaje de su capataz fué con quien realmente chateó y cuando llegó al rancho de los Sosa se topó con una joven mal vestida y malhumorada con la que se vió obligado a convivir. Estando juntos, esa brutal mujer le empezó a complicar la existencia y no solo porque desde el primer día lo dejó a la intemperie, sino porque cuando estaban juntos lo único que deseaban era arrancarse la ropa y actuar como animales salvajes ansiosos de probar cada parte de sus cuerpos. Solo había un problema: Magui. ¿Cómo podría Carolina confesarle que estaba enamorada de su novio?
Nicole Matthews se casó profundamente enamorada de un hombre que no la quería en un matrimonio arreglado, manteniendo la esperanza de que algún día él se terminaría enamorando de ella. Sin embargo, eso nunca pasó, él solo la despreció, tratándola de gorda y manipuladora. Luego de dos años de un matrimonio seco y distante, Walter Gibson, el esposo de Nicole, le pidió el divorcio de la manera más degradante. Sintiéndose humillada, Nicole acepta el plan de su amiga, Brenda, quien le sugiere darle una lección a su futuro exesposo, usando a otro hombre para demostrarle a Walter que la mujer que despreció y trató de gorda, podía ser deseada por otro. Solo debían contratar a un gigoló. * Patrick Collins, ha sufrido una decepción amorosa tras otra, todas las mujeres que han mantenido una relación con él, solo han demostrado interés por su dinero, pues Patrick es uno de los herederos de la familia más rica y poderosa del país. Él solo desea enamorarse de verdad de una mujer que lo quiera por quien es y no por su apellido. Y una noche, en un bar, una mujer hermosa, curvilínea y desconocida se acerca a Patrick y le habla, confundiéndolo con un gigoló, esa mujer le hace una propuesta a Patrick fuera de lo común, que le parece muy interesante y no puede rechazar.
Después de ser traicionada por su novio de cinco años llena de dolor, ira y con deseos de venganza contra el hombre a quien ella amo ciegamente y la traicionó, acepta un matrimonio relámpago con un misterioso millonario. .... La parte B será una buena esposa y realizará sus deberes de esposa perfectamente sin quejarse. Éstas incluyen; Preparando el desayuno de Party A antes de ir a trabajar, preparándole la ropa de trabajo y otorgándole sus derechos conyugales. La parte B no interferirá en la vida privada de la parte A y no provocará ningún tipo de escena. La Parte B hará todo lo posible para asegurarse de que la Parte A esté satisfecha y cómoda. La parte B no puede solicitar el divorcio hasta que la parte A lo diga. ¿Qué pasará en su nueva vida y matrimonio? ¿Es su salvador o es otro diablo disfrazado?
Después de tres años de matrimonio sin amor, la traición de Neil hirió profundamente a Katelyn. Ella no perdió tiempo y rápidamente se deshizo de ese canalla. Tras el divorcio, se dedicó a su carrera profesional. Alcanzó la fama como diseñadora, doctora y hacker brillante, y se convirtió en un icono venerado. Neil, consciente de su grave error, intentó en vano reconquistarla, solo para presenciar su magnífica boda con otro. Mientras sus votos se retransmitían en la mayor valla publicitaria del mundo, Vincent deslizó un anillo en el dedo de Katelyn y declaró: "Katelyn es ahora mi esposa, un tesoro de valor incalculable. Que todos los que la codicien tengan cuidado".
Clarissa Chapman, un día, al entregar preservativos a una habitación de hotel, descubrió que su cliente era su... ¿prometido? ¡Atrapó a su prometido y media hermana en la cama! ¡Solo entonces Clarissa se dio cuenta de que su novio de seis años la había engañado! ¿Qué es más ridículo? Su padre dijo que era porque ella no era atractiva y su hermana lo merecía más. Dejó a su prometido idiota, ¡se encontró con su Sr. Correcto en una aventura de una noche! Espera... ¿por qué este hombre se veía exactamente parecido al CEO multimillonario - Anderson Jordan en la televisión? Anderson era de muchas cosas, guapo, considerado y leal. Nunca imaginó que un apuesto como Anderson se enamoraría de ella, hasta ese día... Su familia de pesadilla la encontró, tratando de arrastrarla al pasado miserable... otra vez...
Cuando iba a darle la sorpresa a su prometido de que estaba embarazada, Camila es quien se lleva la sorpresa al encontrarlo siendo infiel. Pero los problemas no terminaban ese día. Su jefe, ya cansado de sus despistes, la despide. Ahora, embarazada, sin trabajo y con un compromiso cancelado, Camila se enfrenta de una manera poco optimista a la vida. ¿Llegará un caballero a su rescate o ella podrá salir adelante por sí misma? Todo pintaba a que sí, hasta que se vuelve a encontrar su ex jefe, quien se sorprende de verla con un bebé. Pero un amor del pasado podría hacerle la visita. ¿Qué elegirá Camila?
Un día estoy a punto de casarme con un hombre maravilloso. Y al día siguiente me encuentro destrozada sentimentalmente y sin hogar. El maldito de mi ex hace alarde de su nueva chica embarazada, algo que me deprime y me hace sentir muy mal. Pero un giro inesperado en mi vida dará una vuelta a esa situación. En ese giro entra Collin Williams: Millonario, magnate conocido en los fondos de cobertura... y mi jefe. En la oficina hemos sido el equipo perfecto durante mucho tiempo. Pero drásticamente esto cambio en el momento en que me ofrece una oportunidad de ser madre y vivir en un apartamento. Él es un hombre de negocios, nada de diversión. Ha invertido toda subida en llegar al sitio donde está. Yo solo soy una de sus empleados, pero no una chica apresurada por ser madre. Pero allí esta él, sin importarle quien soy, está dispuesto a entregarme su esperma para tener un bebe. Para mi es un poco inaudito. No es lo propio de una dama. Aunque los años están corriendo, y no quiero que me gane el reloj. Este tipo de ayudas es un poco extraña, pero siguen siendo una al final. Esto se ve con un inicio totalmente formal y de negocios, pero los ánimos dentro de la intimidad encenderán la pasión, y desaparecerá esa línea entre lo personal y lo empresarial. ¿Sera una buena decisión.... lo que quiero continuar...? Una relación falsa, un embarazo por contrato, un millonario exclusivo y una relación pasional y efervescente... ¿Qué puede salir mal?