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Todo es un arreglo del destino

Todo es un arreglo del destino

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Desde que fue adoptada por la familia Newell, Sheila ha sido atormentada por su hermana y su madre adoptiva, quienes la trataron como una esclava miserable. Estando corta de dinero, Sheila acordó vender su virginidad a un viejo libertino repugnante a cambio de cheque para cubrir los gastos médicos de su amiga más querida. Sin embargo, el hombre con el que terminó durmiendo resultó ser un apuesto caballero que prometió casarse con ella como el fruto de la noche que pasaron juntos. Gerald Lamont, el hombre más rico de la ciudad, vino a la casa de Sheila al día siguiente. Sin embargo, para horror de Sheila, confundió a la persona al pedirle la mano a Winnie, su hermana, que se parecía mucho a ella. Peor aún, no parecía recordar a Sheila en absoluto. Sin embargo, con el tiempo, Gerald gradualmente se dio cuenta de que Winnie era muy diferente de la mujer con la que se había acostado esa noche. ¿Descubrirá Gerald el secreto de la familia Newell? ¿Es Winnie realmente la mujer con la que quería casarse? Si es así, ¿cómo es que no puede resistir el impulso de proteger a Sheila? Si se revela la verdad, ¿a quién elegirá?

Capítulo 1 Un trato humillante

"Señor, su comida está aquí".

Sheila Newell era una mujer delgada y hermosa. Con un sexy vestido escotado, tocó a la puerta de una habitación de hotel, y su voz temblaba mientras hablaba.

Ella había sido adoptada por la familia Newell, y daba la casualidad de que de hecho se parecía mucho a la querida hija biológica de estos, Winnie Newell. Sabiendo que Sheila estaba muy necesitada de dinero para cubrir gastos médicos, Winnie le había propuesto que se acostara con un hombre a cambio de una gran suma que ella le daría.

La persona dentro de la habitación era un director gordo y feo que tenía extrañas inclinaciones sexuales. De hecho, se rumoreaba que muchas jóvenes modelos se habían acostado con él para avanzar en sus carreras, y solo terminaban muertas en la cama.

Lo que más quería Sheila en ese instante era darse la vuelta y salir corriendo lo más rápido que pudiera de allí. Sin embargo, al pensar en el estado crítico de Ivan York, quien estaba internado en el hospital, supo que no podía darse por vencida ahora.

Tras respirar hondo, ella se armó de valor para abrir la puerta.

"Hola. ¿Hay alguien aq...? ¡Aaah!". Antes de que ella pudiera terminar de hablar, una mano salió repentinamente de detrás de la puerta y la jaló hacia adentro.

Casi al instante, el fuerte olor a alcohol llegó al olfato de la chica, y al mirar hacia arriba con nerviosismo, encontró una figura alta de pie frente a ella en la oscuridad. Por lo aterrorizada que estaba, ella había olvidado incluso cómo respirar.

Bajo la tenue luz, ella solo pudo distinguir vagamente los fríos ojos del hombre. No obstante, podía escuchar claramente su respiración pesada.

Tragando grueso por los nervios, ella trató desesperadamente de calmarse.

Pensando en lo que estaba a punto de suceder, dijo débilmente: "Señor, esta es mi primera vez. Por favor... Por favor, sea gentil".

Como si encontrara interesante lo que ella dijo, él inclinó la cabeza a un lado, y con una risa, su mirada gélida se suavizó un poco.

En broma, él solo frotó la punta de la oreja de Sheila. Su voz fue baja y ronca cuando dijo: "¿Por qué no tomas las riendas tú entonces?".

"Señor...", balbuceó ella sonrojada, y sintiéndose a la vez temerosa y avergonzada.

Harto de su timidez, el hombre dejó de hablar, y tras levantarla, la arrojó sobre la cama.

Luego se subió encima de ella y comenzó a besarla apasionadamente en la clavícula y el cuello hasta que finalmente se acercó a sus labios rojos y murmuró: "Esto podría doler un poco".

La rígida Sheila de pronto comenzó a forcejear. "No, por favor...".

"No tengas miedo. Yo te cuidaré".

El hombre apenas podía controlar su lujuria por ella, y su voz estaba cargada de deseo. Antes de que Sheila se diera cuenta, sintió algo enorme empujándose dentro de su cuerpo.

Lágrimas silenciosas rodaron ipso facto por las sienes de Sheila.

Pensando en la promesa de Winnie, solo cerró los ojos, se mordió el labio y soportó el dolor sin protestar.

Al final, el hombre cayó en un sueño profundo.

Independientemente de lo adolorida y extraña que se sentía, Sheila se arrastró fuera de la cama y se vistió.

Justo cuando estaba a punto de irse, apretó los dientes y le echó un vistazo al hombre en la cama. Nada más que una delgada colcha cubría la cintura de este, dejando al descubierto sus bien definidos músculos. Sheila incluso tenía que admitir que él tenía un rostro hermoso.

Ella no pudo evitar sentirse un poco sorprendida, pero no tenía tiempo de pensar demasiado en ello, así que se dio la vuelta y salió rápidamente de allí.

En la habitación contigua a la que Sheila acababa de dejar, Winnie esperaba con impaciencia que esta regresara.

"Listo. Ya hice lo que me pediste que hiciera. El dinero que me prometiste...", comenzó a decir Sheila, pero su voz se apagó. Ella no quería perder la mínima apariencia de dignidad que le quedaba.

Winnie le frunció el ceño con disgusto, pero finalmente le lanzó una tarjeta al suelo con desdén.

Con una sonrisa amarga, Sheila se agachó para agarrarla.

De repente, Winnie le pisó la mano con sus puntiagudos tacones rojos, y su voz estridente resonó en los oídos de Sheila. "¡Que nadie sepa lo que pasó esta noche o no salvaré a Ivan!".

Mordiéndose el labio, Sheila soportó el dolor punzante en su mano, y sin decir una palabra, solo se limitó a asentir.

Después de todo, ella tampoco quería que nadie supiera que había tenido sexo por dinero.

Satisfecha, Winnie retiró el pie y caminó hacia la puerta de al lado con la cabeza en alto.

--

Ya estaba casi por amanecer.

A Gerald Lamont lo despertó el sonido del agua corriendo. Él tenía una resaca terrible, por lo que hizo una mueca cuando se sentó en la cama.

Entonces el recuerdo de la noche anterior inundó su mente. Entrecerrando los ojos, miró hacia el baño con frialdad.

¿Estaba esa mujer en el baño?

Con mucha frialdad en el rostro, él se levantó de la cama y se dirigió al baño.

En ese momento, el sonido del agua corriendo se detuvo de repente y la puerta se abrió; una mujer envuelta en una toalla de baño se paró frente a él.

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