11 - Granja
que prometerme que est
uiero ir. - Sarah lloraba
lo, mi amor. Es un
uiero. - El
or la puerta,
qué llo
señora -explicó
ah? ¿Por qué no
ero ir s
arán esperando. Cuando tu hermana se fue, eras aún más joven y no hiciste esto. Todas las mujeres
Tengo miedo -pidió la niña, to
starás allí, niña. Cuánta gente quería este billete y no tuvo la oportunidad. Por suer
iero... - conti
burrirá. Incluso podría enviar a Lia lejos para castigarla.
niñera se fuera por su culpa. Y sabía
jo Sarah con tristeza,
en y todo saldrá bien. - Ma
que seguía sentada a
voy y no estás a
ta. Siempre estaré es
lo pro
rometo. Pero también ti
rometo -le aseguró la niña, sin
acordarás de mí y que no
ometo, Lia
no olvidarme nunca. Pero cuando volvió de allí, me odió. Creo que la repulsión era simplemente porque yo era negro. En ese lugar te hablarán mal de algunas personas, cariño. Quizá intenten enseñarte que los negros no somos como tú. Intenta no creértelo todo, jovencita
mucho. - Sarah abrazó a la niñera.
e insistían en caer por el rostro claro y delicado de Sarah-. - Vamos a bu
alón, João, Marla y Júl
os, Sarah -ordenó
abrazo a su madre y
ah. Pero estoy segura de que te
gura de lo que ya es,
intentó dar otro abrazo a su querida Lia, fue deten
adre. Le habían enseñado que no podía llorar y que, si lo hacía, nunca debía ser en presencia de otras personas. Pero sabía que podía hace
re todo con el silencio
ban en voz alta, algunos gritaban, la mayoría sonreía, los niños lloraban. Había mucho polvo a lo lejos, que el viento les acercaba, a veces cegándoles lo
ural. Es muy rápido... En poco más de un día estarás en Deolinda. Hay un camarote reservado para que duermas, o si lo prefieres, puedes quedarte allí por tu cuenta hasta el final del viaje. Cuando qu
o llegue a Deolinda
bien. Cuando vuelvas, serás una niña, estarás lista para el matrimonio. Sabrás comportarte como una verdadera d
ior del tren? Tengo miedo -dijo en u
No es que su padre fuera un hombre que se compadeciera de nadie, pero tal vez ella, siendo su hija, podría
contemplar el paisaje. Era el vagón restaurante. Había una mesa delante de ella
lmaditas en la espalda y decían cosas que ella no entendía. No había hom
do saldrá como esperabas -le
ego empezó a enjugárselos con el dorso de la man
iós,
nador necesitaba hablar con él. Y su padre se marchó, sin mirar atrás, dejando allí a la pequeña Sara