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Historia

Capítulo 5 V.

Palabras:1999    |    Actualizado en: 25/04/2023

l Nombramiento del Demonio del A

ontratiempo. Las charolas repletas de copas de champan que rechazaba hasta la saciedad iban y venían de un lado a ot

endas, la calle era tan extensa que podía albergar una cantidad considerable de personas, la cantidad suficiente para hacerle sentir sofocado de a momentos. Se preguntó si todo el pueblo estarí

reacción, fue tomada por los miembros y empleados de la casa como una silente conformidad ante una supuesta nueva vida. Sin embargo, lo que no sabía era que los únicos al tanto de la opinión de su marcha eran, por el momento, el Sr. de Castilla y él mi

a mirada clavada en el conjunto de cuerdas que tocaba esa noche y luego en las parejas que parecían disfrutar, entre ese mar de colores escandalosos, de una dicha desconocida para su persona, no sólo por hallarse ensimismado en sus trucu

r lo bajo y entre dientes, interrumpido luego

Carló, a quien rebasaba por lo menos por unos 9 cm, apareció a su lado de manera repentina, sonriéndole

de percibir que ni con aquel traje de noche la joven dama había abandonado su

e demoró más de la cuenta al percatarse de que su esbelta figura la hacía lucir como un clásico maniquí francés. Analizó su cuello, cayendo en cuenta de la intrincada gargantilla de encaje, piedras oscuras y finas cadenas que lo rodeaba, era tan delgado como sugerentemente sensitivo a unos labios experimentados o, en opinión de una servidora, tan delgad

ue, por la mañana de ese mismo día al mirar por la ventana luego de su lección de francés con Carló, mientras Celine les se

abotonado para mayor comodidad. En segundo lugar, más sorprendido aún, por los abrazos y sonrisas que compartía con el siempre, o por lo menos en apariencia, estoico

que no demoraba en retornar sin disimulo. Luther se preguntó entonces por la naturaleza de su cercanía y, para una mala suerte que aún no lograba comprender del todo, implantó en su pecho la seguridad de que ella amaba a ese hombre. Dud

ien el traje le ajustaba a la perfección, habría preferido usar el dinero invertido en aquel grotesco disfraz en el abasto de dos meses; pero no, en lugar de calcular por cuántos kilos de arroz podría cambiar aquellas piezas

o de que: Luther Julius de Castilla, de 22 años, antes primo lejano, ahora hijo adoptivo del Sr. Carló de Castilla, había llegado a Llosa con el propósito de culminar sus estudios y, con el tiempo, recibirse como párroco en la iglesia dependiente de la propiedad de su ahora padre. Joven listo, de verbo fluido y carácter preponderantemente circunspecto, más que apropiado para el matrimonio, pero negado al mismo por un fundamento

su consejo! Moriría por ver eso. -Inquirió el padr

as maquilladas con minerales triturados con vinagre o excremento de ruiseñor, se tomó unos minutos para respirar, minutos

or el tema del baile. -Comentó la dama

o lidiaba con sus propias y fatalistas (aunque fundamentadas) ideas, sino que esa noche comprendió que la cercanía de esa mujer con

ó sobre tal interés, un párroco de pies liger

s dos sería el que presentara tal impedimento. Además de parecer bastante tranquila ante tales circunstancias la Sra. de Castilla lucía joven y saludable, ni siquiera el tono pálido de su piel suger

ciendo de su boca una línea apretada. Los invitados continuaban danzando y charlando con soltura, facilitándole encontrar en medio de todo el tu

a usted estar bailando c

e soy sincera

muchacho cómo blanquearse los dientes con bicarbonato, pasando luego a las dos pequeñas hendiduras que se formaban en las comisuras de su boca que, de haber ten

-

me siento cómodo aquí. Si me l

o que sí, querido.

cía la idea de escabullirse en medio del bullicio Aloice lo interrumpie

para terminar soltándolo con delicadeza. -Pero si Carló pensara en hacerle daño ya lo habr

endo casi ahogadas por los muros cayó en medio de dos nuevas interrogantes: ¿Cómo podía esa mujer estar tan segura del proceder de su marido, al punto de garantizar su seguridad, cuando éste era tan poco claro

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