a del
vida vivida al límite de las emociones, donde la vida ya no era vida y el dolor se hacía ca
tas con firuletes rimbombantes, me quedé un buen rato, dejando que las lágrimas se llevar
s de manera oportuna. Aquel cementerio estaba presto en su soledad a mi estera disposición, para que lloras
l pueblo. Nuestra llegada al pueblo hacía que la gente pronunciara nuestros nombres en silencio cuando nos veían desde el otro lado de la calle o al sentarse frente a nosotros en una mesa del restaurante de pizzas del lugar. A David aquello no le agradaba mucho, pues a lo que menos
ecesaria para mantener mi mente alejada de cualquier metida de pata que se me pudiese ocurrir. Habían pasado casi tres meses y el dolor seguía estando intacto, al igual que las ganas de querer correr a sus brazos, aunque muy posiblemente para ese momento él ya m
ón a punto de salirse por mi boca. La impresión fue demasiado intensa en ese momento,
de ese campo santo no había otra idea que me pasara por la mente con mayor velocidad al desc
cubierto por una densa barba que le alteraba el rostro desde la última vez que yo le había visto. Su mirada era incierta, como de emoción mezclada con ansiedad. En sus labios titubeante
la lluvia que parecía haber mojado su ropa, hacía que el temblor de sus palabras fuese mucho más acentuado en ese momento―.... Te vi subir al autobús y entonces subí a mi camioneta y te seguí... debías verme, parecía un psicópata com
o estaba segura de cómo sentirme respecto a todo eso, pero aparte de todo lo demás que pudiese decir a
caba las lágrimas de mis ojos―, es
ría mi reacción―, me gustaría hablar contigo.... Pero sé que no es
ue nos habíamos cruzado había dejado un peso de incomodidad sobre lo que era una amistad bastante bonita antes de que todo se desmoron
apresuró a decirme con un camb
. Estaba feliz de que Ethan volviera a mi vida, aunque fuese
dije por educación. No quería que él se molestara solo por mí―, es qu
con su mirada perdida en los árboles de la ladera de la montaña―... yo