img Casada con un montruo  /  Capítulo 3 Mi dinero | 27.27%
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Historia

Capítulo 3 Mi dinero

Palabras:1298    |    Actualizado en: 14/09/2023

olor del mar bañaba mi nariz, tan puro y profundo. Era tan denso que podía sentir la sal en la base de la lengua. Me acerqué lentamente al borde, agarré los bordes de mi vesti

rnas. Grito mientras me tambaleo, a punto de desplomarme. Mi pecho bombea erráticamente a medida que el miedo a caer realmente y estrellarme dolorosamente contra aquellas rocas se hace más potente. Cuando la caída no se produce, abro uno de mis ojos asustada y luego el otro. Thomas me sujeta. De hecho, me había cogido en su regazo antes de caerme. Estaba en esa posición en la que las novias entran por la puerta en el regazo de sus novios hasta la habitación nupcial. Seguía temblando y ni siquiera me di cuenta de que mis manos se agarraban desesperadamente a la elegante tela de su traje. Sus ojos no disimulaban su desesperación, que pronto fue sustituida por ira. - ¡Maldita sea! - gritó. - ¿Qué te pasa? - preguntó con más arrogancia que la primera vez, como si yo no hubiera entendido su pregunta. La ira brillaba en sus ojos. Apretó la mandíbula y giró los ojos para mirarme. - ¡Ninguna! - Mi frustración crece hasta desbordarme. - ¡Y tú puedes bajarme! Otra ráfaga de viento nos atrapó, arrastrando ahora mi velo, que desapareció en el mar. Puse los pies en el suelo, prácticamente empujándome de su regazo, y le m

que aún puede estar roja por las lágrimas anteriores. - Sé muy bien que estás aquí como invitado. Te lo juro, voy a caer, por favor, no le digas nada a Jamie. - Mierda, se lo suplico de verda

s mese

onarán hoy. Déjela aparte, mañana volveré a por ella. Me di la vuelta para marcharme y me topé con Thomas, mi cara se sonrojó aún más al verle observando cómo se desarrollaba toda la historia. Thomas era el guardia de seguridad buenorro que mi padre me había puesto tras el atentado en casa. Era un hombre de pocas palabras, el tipo de hombre que hacía que me revolotearan mariposas en el estómago, me sudaran las manos y me palpitara el corazón. Siempre intentaba entablar conversación y él me ignoraba de inmediato, como si yo no mereciera su valioso ti

*

ndo en pedirle dinero prestado para comprar la pulsera, pero luego desistí, sólo era una pulsera, una cara pulsera de Tiffany's, pero sólo una pulsera. Además, sabía que todo el malentendido se resolvería. Era mi cumpleaños e íbamos a salir a celebrarlo. Algo en lo que mis padres se habían empeñado y que debería alegrarme el día. Después de tod

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