eses
undo de su ser. Fue primero una sacudida, un pálpito, un
ia y lo mandó a dormir sin importarle lo que ocurriera durante su ausencia. Supuso que había pasado mucho tiempo
aba. Sus extremidades se movieron, primero solo fueron contracciones involuntarias, apenas un reencuentro con la consciencia.
aba lo
Estaba despierto, consciente, sabía en dónde estaba y sabía a dónde iría. Solo necesitaba recobrar fuerzas, eso no le llevaría mucho tiem
ito. Recostado sobre una extensa plancha de arena, supo que era momento de activarse. Estaba en el fondo del mar, en lo más profundo
o del mar, era la súplica de los que a él le pertenecían y era el recuerdo de lo que fue; un dios, uno de los más poderosos si no es que e
raidor lo enterró en lo más profundo de su hábitat sin saber que ahí solo se agruparía y se haría mucho más fuerte. E
o. Se dio un momento para agudizar sus sentidos, para activarlos totalmente. Olía la sal, sentía las caricias, veía con claridad lo que había a su alrededor, saboreó toda mezcla q
emitió un grito feroz. El agua vibró con fuerza llevando su mensaje a cada rincón del mar. Algunas criaturas le respon
odillas y se impulsó con toda l
el agua lo besaba dándole la bienvenida y entonces rompió la superficie. Aspirar aire nunca fue su activida
est
el enemigo fracasó en su cometido y él había vuelto tan fuerte y decidido como nunca. Bajo él, las olas se volvieron salvajes, agres
o el zafiro y brillantes como una piedra preciosa resplandecían bajo la luz del sol. Eran tan duras como una escama de dragón, capaces de resistir ar
y a pesar de que la caída debió ser dolorosa como impactar contra suelo firme, fue como caer en un colchón
más sensible, lo sintió arremolinarse alrededor de su miembro, palpando con suavidad, besando con de
se volvieron consistentes y firmes, aumentaron de velocidad, sintió a su cabeza dar vueltas y después un bombeo que na
de kilómetros, no sabría decir con exactitud cuántos, alguien también despertaba. Su hermana,
sentiría en cuanto estuviera totalmente despierta. Justo entonces sintió un hormigueo familiar y
curidad, de dolor y sufrimiento, un eco sordo en lo más profundo de su mente. Era
ier ser vivo que no fuera un dios como él o incluso aquellas criaturas capaces de hacerles frente. N
humor estaba antes de revelar que estaba despierto. Ziva era radical y voluble, la diosa de la muerte tan seductora como peligr
lla lo podía ser. Su momento de revelar que estaba con ellas había llegado, junto
entre ellos haciéndose cada vez más poderosos. <
bía, se sentía fuerte y vivo, pero no era como antes. Algo fallaba, no sabía exactamente qué. Se con
vez solo era que de aquell
poder por completo, pues de haberlo tenido, habría sacudido hasta
istes por su partida y fue a reunirse a máxima velocidad
ecientes y esa sonrisa de labios carnosos se veía tan alerta como antes de una pelea. Ziva, de tez negra cuyo brillo aperlado le daba apariencia de una doncella, se veía tan
onociéndose, analizándos
s una sombra de lo que fue cuando r
ra en su pecho. Betsabé chasqueó agraciadamente los dedos y la jabalina desapareció haciéndose polvo. Miraron
e armar una guerra solo por vanidad. Reinaban los cielos y cuando estaban en fase de demonio podían bajar al infierno: Un lugar apest
Betsabé hizo aparecer su bastón y él tomó su lanza de coral. Portó su armadura ta
intentando esquivar cada uno de ellos. Estaban cargado y así se trat
reagrupándose, esperando
rmados, Betsabé pulverizó los dos antes de tocar el suelo. Posteriormente, bajó un ángel de alas bla
-Ziva habló segura-. En
tró una dentadura pútrida-. No cre
-inquirí confuso-. Us
itud sombría-. Nuestra guerra no tuvo ganad
s, los líderes desaparecieron y cuando quedaron ellos, la fuerza de la última batalla mandó a tod
de su naturaleza, además de que ellos recordaban, pero ángeles y dioses eran
nos de
l vez fuimos no
, pero Asaf veía en las faccione
empo llevan
el mundo no es
ómo
dó antes de
inteligente y destructiva -siseó con enfado-. Una criatura que no tiene límites
riatura como esas no era bien recibida, no en
ál es
nen apoyo y soporte de otros, los místicos se hacen llam
la haría lo que sus hermanos, pues eran unidos y aunque solían tener problemas y muchas veces deseaban matarse, sus vidas se entrelazaban. Asaf no co
a? -el ángel asintió-
cusó-. No sabíamos si er
es y meditando si empezar una guerra con los ángeles o unirse para destruir a
ó la mano, el ángel la miró,
ó un guante de cobre y se lo colocó-. Si se
ió, se trató de una simple prueba para el ángel, ver si era digno de unirse a ellos
ra? -preguntó Betsabé- ¿Quién
ceño en señal de preocupación, tal vez
con voz grave-. Se