tierno
sabía que para salir victoriosa, debía resistir sin desviar la mirada. E
dad? -preguntó mi cuñado, com
palabra ya había ganado la mitad de la batalla
ce para apuntar a Owen-. El horario no afec
sas: escuela y trabajo -Pam enumeraba con sus dedos -ade
o agreguemos que ganaré el dinero para pagar la pl
jaque mate. Pam parpadeó un par de veces, intentando n
o para ti, debes decírnoslo -dij
del todo cierto. Aún si era demasiado
porque no quería comer con nosotros. No porque realmente lo sintiera, sino porque recibí la charla
Me dio un par de consejos de convivencia, que escuché, pero dudaba que me fueran a servir. Pam se hacía respetar a primera vista y si a a
a si me molestaban, ni pedía respeto. No es que deseara ser as
Universidad, donde estudias para convertirte en profesora de Educación Física -el j
jefe no me dijo su nombre y me mandó a que lo llamara Señor Peters. Era un gruñón, pero
ar las fichas de los socios, llamar a quien se
que estaba haciendo y salí corriendo hacia allá-. Quiero un café de filtro, no de la máquina. Hazme u
ía al fondo de la biblioteca. Calenté el agua en un hervidor eléctrico; mientras, preparaba el filtro de papel con dos c
de las mesas como si fueran
engo que llegar
bolsa de basura del
i una idiota, lo sé. ¿Y en qué preciso momento me di cuenta de mi estupidez? Cuando estrellé el vaso de café contr
rviendo.
a temperatura, ahora quemando su piel. Su cara era muy graciosa, estaba contraída en una mueca de
entre dientes, mientras corrí
iento, lo siento -me disculpé sin cesar. El jefe
e-siseó mi no
con fuerza para no reírme. Oh, vamos,
siento. Soy u
r café. Pero al menos no perdí el trabajo, eso sí hubiera sido una tragedia y m
? Tanto papeleo ya me tenía mareada. En serio, trabajar era un asco y má
az mental o lo que fuera, que por favor, viniera a mí. Seguí
entí extraña. Era esa sensación que tienes cuando te observan. Siempre te das
ces l
enerle la mirada. Nunca lo había visto, pero apostaba que él sí me conocía de la univer
levantó de su asiento y ya no pude evitar seguirlo con la mirada. Se acercó al escritorio con una tímida sonrisa de costado. Cargaba dos libros debajo de
li
una mueca. En cualquier momento llegaría la burla-.
datos y se la pasé para que la firmara. Luego de dibujar el garabato de firma, me dio el papel y guardó el libro en su m
-sonreí a modo
él no se movi
or aquí. ¿Eres nueva? -
¿En qué momento me d
lo soy -dije,
do empezaste? -pr
ones, me resultaba extraña su actitud.
pecé hoy
dó en silencio, mientras alz
ombre -oh, genial,
na id
cachetad
d, como si estuviera saboreándol
us mejillas se tiñeron de un rosa suave. Algo en mi interior me dijo que estaba siendo sincero y ese descubrimie
intió en respuesta y se dio vuelta para irse. Pero mi mano te
é estaba
as, sorprendido por la actitud de una completa e
este pobre chico contra su voluntad? Sacudí mi cabeza un par de
por eso. En su ficha solo estaba su apell
eza de manera tierna. Sí, "tierna
Bra
hico tierno y educado que habí
azo, acomodé la manga de su camiseta y son
desdramatizando-. Entonces,
té con demasia
a? Debía parecerle deses
my -salud
s, Br
caminaba, acto que me hubiera dado mucha ver
n la misma y el nefasto resultado fue caerse de bruces, tirar la silla y provocar un estruendo en la silenciosa bibli
ente, besando el suelo en ese preciso instante. Lo ayudé a ponerse de rodillas, pa
rec
té, mientras movía la
una ceja y susp
a llenar mi cuerpo de bienestar. Estuve esper
puesta. Era tan rimbombante y contradictoria y su ro
tapé mi boca con ambas
í rién
y
se caía y no podía hacer
y una mala
empezó a reírse a carcajadas
Paré en seco de reírme y me aclaré la garganta-. Es
no me miró. Suspir
año fue
stás haciendo mucho escándalo! -gritó el Sr
on la esperada actitud de desprecio. Esos sí reconocían al monstruo. Pero, para mi tra
a sido muy agradable. No había dado indicio de saber de mi reputación y eso era genial. Hacía mucho tiempo que no r
sé, pero no digo
se me había hecho eterno. A pesar de eso, sonreí satisfecha mientras caminaba hast
a enterrada en un libro de matemáticas. Ugh, que horror. Eso
bajo? -preguntó sin des
ndí y me adentré
n la almohada, puse mi cuaderno en mi regazo y tomé un lápiz. Empecé a leer las fórmulas, pero no entendía nad
monios e
ía mejor la información. Ya parecía Lena. Lo estaba intentando, en serio lo estaba, pero