eo
cristal, sintiéndome lenta y cansada. Después de horas, apretujado en el asiento mal ventilado, no podía esperar a salir. Pasamos por los lujosos suburbios de Las Vegas con sus inmaculados verdes, sie
sería m
bía puesto un pie. Los buffets de "come todo lo que puedas" por aquí cuestan solo $ 9,99, no $ 59. No podía pagar ninguno de ellos, me tiré la mochi
ya no estaba allí. Mamá lo vendió por una última dosis de m
do escapar un largo suspiro. El aire era más seco que en Austin y unos grados más frío, pero todavía no era frío invernal. De alguna manera ya me se
voz profunda desde al
s pelo en la cabeza. No esperaba que viniera a buscarme. Prometió hacerlo, pero sabía lo que valía una promesa
ocasines. La camisa de manga corta se estiraba hasta su
El prime
años, hace más de cinco años. No lo había extrañado exactamente. Había perdido la idea de un p
a sudor y humo. Hacía tiempo que alguien no me abrazaba. Se echó hacia atrás y me examinó de pies
etió las manos en los bolsillos, como si de repente no estuvie
egre. No había venido a Las Vegas para culparlo. Papá nunca fue un buen padre, pero lo intentaba de vez en cuando, aunque siempre fracasaba
s seguro de que qu
hubiera mencionado esto antes de que pagara un boleto para cruzar la mitad de Estados Unidos.
te conmigo. Te extrañé", dijo rápi
é, intentando pero sin pode
para una chica tan ag
te en las zonas bonitas de la ciud
es difere
on una madre adicta a la metanfetamina que vendería cualquier cosa, incluso su cuerpo, pa
s frecuencia de lo que piensas. - Por la forma en que lo dijo, me
días desmayada en el sofá y nunca te importaba lo suficiente como para alejarme de e
o finalmente agarró mi mochila antes d
ara la universidad. Supongo que hay suficientes lugares por
quisiera trabajar. ¿Pensó
ntes, pero pocos que sean ade
nrisa. - No se preocupe. Pu
upado por ellos
*
bi
? - Jadeé mientras esquivaba una patada dirigida a m
e de Remus. Así que fingí un ataque desde la izquierda, pero pateé con la pierna derecha. El brazo de Remo se levantó, protegiendo su cabeza y recibiendo
enviarme a Nueva
y le golpeé el hombro con el codo. Silbó y se alejó, pero lo atrapé. T
ó medio en broma, sin dar ninguna in
uie
ensé que quería que me rebelara para poder doblegarme, porque sería su mayor
a tercera golpeara mi pecho. Me arrojaron al ring de boxeo y casi pierdo el equilibrio
agarró del brazo y trató de reubicar su hombro.
os. - ¿Enton
ijo. -
ómo pelear. Ambos éramos luchadores demasiado fuertes, demasiado acostumbrados al dolor, demasiado indiferentes a si vivíamos o moríamos. Si alguna ve
iera ayudado, habría sido más rápido y menos doloroso. Él nunca
o sólo logró esparcir la sangre de un corte en su cabeza por todo su cabello negro. Dejó caer la toalla sin co
tando las vendas manchadas de roj
n que cualquiera de nosotros con solo verlos interactuar. Pero, sobre todo, quiero enviarles un mensaje claro. -Sus ojos oscuros se
e preguntar? Salté sobre el ring de boxeo y aterricé en el
hoy, Remus. Deberías saber que no debes acusarme de traidor. Sacrificaría mi v
rás tu oport
él o derribar a l
tra tarea
jos. - Eres el único que puede acercarse
expresión
ela, F
o o m
llo se volverá violento, pero si tene
ábamos ganando suficiente dinero en Occidente. Remus quería venganza. Luca había cometido un error al dar la bienvenida al ex Ejecutor de la Camorra, y había cometido un err
idere
valor. Pero así son los padres. El mío nunca me hubiera permitido
diaba. Todavía podría matar a
*
un pie en Nueva York. Nunca me gustó mucho la
etecté otro guardia de seguridad en el tejado. La calle estaba desierta excepto nosotros.
emente rápido. "Fabiano Scuderi", dije simplemente. Por supuesto que lo sabía. Todos lo sabían. Sin decir palabra, me
yo d
ntímetros más bajo que yo, acercó
estúpido para entenderme, llama a alguie
bastarían para arrancarle la cabeza del cuerpo. - Di
vocó. La época en que le temía y admiraba quedó hace mucho tie
r si alguien quisiera evitar que los forasteros escucharan gritos. Eso tampoco me molestó. La Famiglia no conocía muy bien a la Camorra, no
do. Traidor. A Remus le encantaría que le entregaran su cabeza en una bolsa de plástico. No porque el hombre
Matteo, ambos altos y morenos, y mi hermana
a. Ella todavía no podía ocultar sus emociones. Ni siquiera su matrimonio con Luca cambió eso. Pensarías que ya habrí
brazó, con las manos apoyadas en mi espalda, donde tenía mis cuchillos. Estaba muy segura. Podría haberla matado en un instante. Romperle el cuello habría requerido poco esfuerzo. He matado así antes