re la historia del arte europeo mientras ella intentaba llorar sin que nadie la escuchara y Danica le entregaba pañuelos en
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r, ni siquiera su mejor amiga Danica; no era porque quisiera mantener un bajo perfil, sino porque en su corazón, esa persona ya no era su padre. El apellido de su padre era George, pero el suyo era Lea; aunque no había nacido con este apellido, se lo cambió cuando su madre falleció, ella era de apellido Lea. Esto sucedió cuando solo tenía seis años y, aunque esta
n en circunstancias imprevistas; básicamente, no tenía nada que decirle a su padre, y mucho menos una relación padre-hija. Siempre fue Walden quien le pidió que lo visitara en casa, ella nunca tomaría la iniciativa de hacerlo. Un mes atrás, Walden le insistió en que fuera a casa para cenar con todo tipo de llamad
a que se había preocupado por ella en la familia George había sido la nana Weiss. La madrastra de Savannah, Hilda Kent, bajó por las escaleras: "Oye, ¿Savannah ha vuelto?", estaba en sus cuarenta, pero debido a los cuidados, parecía mucho más joven; la esposa del director había vivido una vida cómoda durante muchos años. "Sí", resopló Savannah
uando Walden no estaba viendo; sin embargo, como ella ya estaba acostumbrada a esto, fingió no verla: "No, no quise decir esto. Ves, ¡me malinterpretaste de nuevo!" Savannah se dirigió a Walden como el director George con frialdad, le estaba insinuando que se diera prisa y terminara lo que tenía que decir para poder i
camarón es tu favorito, come más", Savannah recogió en silencio los platos que Walden había escogido para ella; él sostenía los palillos con torpeza y no sabía qué hacer. Ella respondió, mientras bebía la sopa: "Director George, lo siento, ya no me gustan los ca
supuesto, avísame si tienes algo en mente, puedo pedirle a alguien que haga todos los preparativos ahora; si nos apuramos, puedes irte al extranjero antes de tu cuarto año. De todos modos, no tienes muchas clases en el cuarto año. Deberías ir al extranjero rápido para empezar a estudiar", cuando Walden dijo eso, la cara de Hilda se puso rígida y desagradable. Savannah sabía que su madrastra no
temo que tu abuela no podría pagarlos", todos los años le enviaba dinero a la abuela de ella para pagar la matrícula y los gastos de manutención, pero Savannah lo devolvía todo; su pequeña hija era tan terca que sentía que no importaba lo que hiciera como padre, nunca sería suficiente. "Hmm...", Savannah se limpió la boca y sonrió: "No tiene que preocuparse por eso. Yo buscaré la forma. ¿Es