ro nadie le hizo caso y sus gritos se vieron ahogados por el costal con el que le cubrieron la cara. La joven se cansó y se dio por vencida, p
te se tratara. Ordenó a sus empleados desaparecer y acatar las órdenes que ya les había asignado con anterioridad. El tipo se tomó un tiempo para
e eran obligados a firmar un contrato de confidencialidad, y si en algún momento se descubría, todos pagarían por ello. Era la llamada "guarida del lobo" y nadie se atrevía a averiguar que pasaría si el contrato se rompía; se
taba con todas las comodidades y había sido res
ralmente utilizaba para la ejecución de sus enemigos. Había herramien
contrario, si la chica salía corriendo, demostraría que era una cobarde y que no le quedaría el saco de contraer nupcias con un hombre de su calibre, por ende, no aceptarí
ranquilizó para que el secuestrador no viera que le tenía miedo. Su respiración se aceleró y sabía que podía tener un at
recargado en una pequeña mesa se acomodó la
ontró con algo que la aterrorizó mucho más: los instrumentos de castigo
había pegado a la cara y lo miró rabiosa. Las venas del
le gustaba socializar. Se le vino en mente un maestro que la acusó de plagio en cuanto ganó el premio Nobel, de ahí surgieron bastante
y se deslizó hacia la parte posterior del l
y trató de sonar calmada. Sabía que alguna provocaci