ya se imaginaba con ella protagonista de una naciente f
onde se estaban quedando, tampoco sabía con qué objetivo lo hizo. Hasta que a mitad de la comida, fue la misma Evangelini la que sacó el asunto de la cirugía, quería un aumento d
sabía, la única no al corriente era la muchacha. Al final los hombres se quedaron platicando de asuntos
a volvieron cenizas, y aún no llegaban a ese punto de ebullición dond
ana des
do por la señorita Bunderland. Como siempre apretando contra su pecho una que otra carpeta,
ya tiene una hora en su oficina la señorita Mía, le
, es que, ¿no le quedó claro que
l terminaron. De seguro se cansó de esa molesta manipuladora, berrinchuda y altiva muj
ndientes? -cambió de tem
staba anotado -. Dos cirugías, una a las diez de la mañana, la otr
será un
otro agotado
o asunto -mencionó refiriéndose a la italian
e regaló una amable sonri
perfume, que casi repugnaba, lo ofuscó. No, definitivamente no sentía nada por ella. Hace tanto que dejó de interesarle, pero siguió con la relación, fingiendo que cada noche tenerla a su lado era una agradable compañí
tampoco
abioso, quitándose de encima de form
*
timidez. Lo atrajo, lo envolvió, ahora necesitaba saber más de ella, nada más desistió al saberla en el circulo familiar de ese intimo amigo suyo
se consignó para el viernes. Debía mantenerse al margen, romper la necesidad, deshacer el fuego en su cuerpo al evocarla, pero
.
ntenciones de hacer mucho ese martes. Se carcajeó con un gracioso vídeo de un gatito, y se aburrió al
dejó de pensar, devuelta a New York, seguía
bió en e
, una locura perfecta, infalible. Era una chica de riesgos, y aquella rebasaba la cordura, iba más allá de su arraigada rebeldía. Estaba segura
r las fotos e
s. Las tardes en casa de los Hill dejaron de ser divertidas cuando el mayor de los hijos se marchó a otra ciudad, de resto nada que la animara, ir a casa de Carrie significaba pasar la noche viendo películas cursis. Ni modo que los padres chapados a la an
cción, por otro lado todo
ándose de algún modo, t
-hizo acto de presencia la mujer a la qu
lugar, al pasar por su lado, Evangelini le
s eh? -le echó un vistazo al móvil que sostenía en la
tó de
a cara otra vez a esa mujer. La olvidó de nuevo, sumergiéndose en su nuevo cometido, enredarse en la piel del doctor Parravic