da. Ensanchó la sonrisa al toparse con la tarjeta de contacto de Parravicini. Rápidamente tecleó el
rando la puer
s de aquel espécimen de hombre. Al marcarle, el deseo se r
r un hombre su mundo, sin
esa voz grave se deslizó en ella de forma electrizante, una corrie
eléfono, se hizo líos.
-insistió con un t
idícula, había finalizado la llamada. ¿Po
escapar un resoplido. Tan decidida a conqu
l aparato, tragó duro. ¿Y si era él? En una exhalación pretendió volver a tener oxígeno circulando en sus
so, miró l
exclamó
osadía de llamar, debería
no se que
recisamente hablar,
orando el atrevimiento
d una mujer? Porque a diario recibo mensa
eto, que definitivamente no tenía los pies sobre la ti
n rostro esculpido de dios griego, un cuerpo fornido envidiable, labios invocando la pasi
de desquiciar su universo, de volverla loca con solo una
ia. Con hombres así, debía ir con cuidado, sin embargo no la d
re tan listo, se
u vida había tenido acción, pero se atrevió una ve
erada está, señorita... ¿Me
ó. No iba a de
vante decir
itiló a los c
ría de saber tu nombre. Pero si prefieres mantenerte en
pido se enredaba el doctor c
uiero, depende d
ión 234, llega antes de las seis. Por favor, no qu
golpeó la frente al entender que si lo guardó en su teléfono, era obvio que Parravi