hemencia. Mi amigo lo intentó y lo intentó, pero el corazón del pequeño pelirrojo está completamente cerrado al swing, así que, después de tantos consejos, decidió seguir adelante. Viviane es u
camino. ¿Entendiste? - Se pone las manos en las caderas y nos mira con el ceño fruncido. - No escuché una respuesta. - Sí, señora - murmuramos de mala gana. Ni siquiera con el tío Patrick, que era un tipo malo cuando quería serlo, no me sentía tan acorralado como con ella. El bastardo eligió al reemplazo perfecto para mantenernos en orden. Hijo de puta. - ¿Dónde está Melisa? Ella estuvo aquí hace un momento - pregunta, mirando a su alrededor. Bueno, ella es capaz de mantener a casi todos a raya. - Voy a dejarte a ti y al drama del momento para poder descansar. - Levanto la mano en señal de saludo y me giro para marcharme, pero Ramón pronto me alcanza. - Conozco bien tu descanso - bromea. - Están esperando en mi camerino. Vamos para que puedas elegir si quieres la rubia o la morena. -¿Cómo hiciste para arreglar esto con Úrsula pisándonos la cola? - susurro, arriesgándome a mirar por encima del hombro para asegurarme de que no nos atrapen. - Tengo mis contactos, socio. - Me abraza por los hombros y seguimos riendo hacia el matadero. Nada mejor que un buen polvo después de un intenso espectáculo. - ¿Señor Yago? - Los golpes empiezan en la puerta. Yo ignoro. Saben lo que hago aquí, ¿por qué me interrumpen? - Vas a... - Empieza a preguntar la chica a cuatro patas sobre la cama, pero aumento el ritmo para mantenerla callada. - Tranquila, nena - Me inclino sobre su cuerpo y le susurro al oído. - Se irán pronto. - ¿Señor Yago? Tenemos un... pedido para ti. - Déjalo ahí, maldita sea. Entonces lo tomaré - grito, comenzando a enojarme. Sostengo el cabello de la morena en mi puño y empujo más fuerte. - No podemos. - El guardia de seguridad habla, una vez más, y siento que la emoción se desvanece. ¡Mierda! Mataré a este hombre con mis manos. Bolsa. - Espera aquí, cariño. Ya vuelvo para que podamos terminar. - Levanto mis pantalones del suelo, los deslizo rápidamente por mis piernas y paso mi mano por mi cabello. - ¿Qué carajo? - Abro la puerta de golpe, y el hombre de casi dos metros de altura tiene los ojos muy abiertos y la piel pálida. - Te d