rdo. ¿Todo este espectáculo porque tu padre contrató a alguien? Maldita sea. Él estaba en lo correcto. Estaba siendo infantil al no querer que mi padre interfiriera en mis decisiones profesi
ro no mencioné nada. - Espero buen comportamiento de tu parte. Soy amigo de su padre, y a él no le gustó mucho su propuesta de venir a trabajar contigo, pues ya conocía tu fama. - ¿Tanto me reconocen? - Usé la ironía. - Al parecer, tu reputación como receptor está muy bien propagada. Alcancé el nudo de mi corbata, moviéndome inquieta como si estuviera orgullosa de ello. - Tu hijo sabe llevar muy bien la vida. - Sé que haces esto sólo para ocultar el dolor que aún sientes, hijo mío. Lo miré torcidamente. Era un tema en el que no me gustaba entrar. La muerte de Patricia también me había matado un poco. Ella era la mujer que más amaba, a quien había jurado ante Dios que amaría por la eternidad. Y por supuesto todavía sentía un gran dolor por su pérdida, y no me gustaba hablar de ello, precisamente para evitar el sufrimiento. Pero antes de que pudiera responder algo, escuchamos un golpe en la puerta, lo que me salvó. Mi padre autorizó la entrada y esperé a que la persona entrara. Y no estaba preparado para la mujer que entró. Era alta, con cabello rubio que le llegaba justo debajo del hombro, había un flequillo desordenado que caía como una llama. Llevaba ropa clara, un suéter azul claro, que contrastaba con sus ojos. Esos fueron los últimos que me llamaron la atención. Detrás de las gafas cuadradas pero muy estilosas, su mirada llamaba la atención, más aún con ese color gris azulado. Ella me miró de arriba abajo, pareciendo evaluarme por completo. - Eduardo, ella es Giovanna, de quien te hablé. Se acercó a mi padre, le estrechó la mano y él la abrazó, como si fueran viejos amigos. Tan pronto como se alejaron, ella se dirigió a mí, rompiendo la sonrisa que le había dirigido a mi padre. - Es un placer conocerte, Eduardo. - Extendió su mano hacia mí. Acepté sus saludos sin siquiera poder decir nada. - Tendré que dejarte, ya que tengo una reunión en unos minutos. - Mi padre se volvió hacia la mujer frente a mí. -Cualquier cosa, sólo búscame. Eduardo te mostrará el piso y todo lo que necesitas saber. Giovanna se limitó a asentir y mi padre salió de la habitación, cerrando la puerta tras él, sin siquiera intercambiar una sola palabra conmigo. Finalmente inhalé aire en mis pulmones y me volví hacia ella. Giovanna ya me estaba mirando fijamente, como analizándome de adentro hacia afuera. - No sé si lo recordarás, pero ya nos conoce