Sara en su fiesta de titulación descubre a su novio con una chica en su propia habitación. Su familia en lugar de apoyarla, reiteran su apoyo hacia él. Con la decepción sale esa misma tarde de su ciudad, para buscar empleo, deseando olvidar lo que vió. Tiene un encuentro el cual le deja un recuerdo que tendrá para siempre, por lo que decide hacerse responsable sola ya que ni siquiera sabe quién es el sujeto con quien estuvo, más que por su rostro y una marca de nacimiento que pudo ver esa noche. Dos años después, trabajando como fisioterapeuta de un hombre de la tercera edad, se entera que el nieto de este es el mismo con quién tuvo un encuentro fugaz, es su jefe. Aunque es el menor de sus problemas, pues también se da cuenta que es el jefe de un clan criminal. Temiendo por su vida decide escapar de esa casa antes que vean a su hijo cómo lo que es realmente. Lo peor es cuando Leonardo el mismo día que se casará la descubre con un bebé que tiene la misma marca que él y toda su familia. ¿Como podrá detener a tiempo la huida de la mujer que lo dejó abandonado años atrás? ¿Podrá Sara evitar que su hijo sea reconocido como el heredero del jefe del clan que amenaza su paz y su bienestar? Pero aún ¿Evitarán sentir cosas que no deben por el otro?
Sara Stewart
__ ¡¿Como pudiste hacerme esto?! - mis palabras salieron en un grito que agrietó mi garganta al ver la imagen que tenía frente a mí. Los dos se giraron a la vez al oír mi llegada.
Byron estaba con mi vecina sobre sus piernas, ambos sin ropa y en mi propia cama. El asco que sentí fue atroz. Todo me dió vueltas por la rabia y el desprecio.
__ ¡Déjame explicarlo! - se apresuró a levantarse, subiendo el pantalón y juntando su camisa para alcanzarme.
Aún tenía en la cabeza la corona que Byron, unas horas antes había colocado para festejar mi titulación. Con enojo la quité y se la lancé a los pies. A toda prisa, atropellé a varios en mi camino, hasta que alcancé la salida.
__ Sara, hija no hagas dramas. Es una fiesta con los socios de tu padre. Su padre está cerrando un trato con él. - mi mamá trató de detenerme.
__ ¿Que no haga dramas? ¡Me engañó, mamá! ¿Que te ocurre? - me enfadé
__ Baja la voz. - apretó los dientes.
La desconocí totalmente.
__ Necesito irme de aquí. - me faltó el aire.
__ Solo sonríe y haz como que nada sucedió.
__ Señora Eva, ella necesita...
__ Keyla no te metas. - la interrumpió mi madre.
__ Sara, déjame hablar. Solo fue una vez. Solo fue esta vez ¡lo juro! - Byron tomó mi brazo y de forma abrupta me solté para no vomitar, pues solo recordar que estaba tocando a otra me hizo sentir repugnancia hacia él. - ¡Sara, por favor!
__ ¡Por favor, un carajo! - solté el puño que le volteó la cara deteniendo sus intenciones de volverme a tocar. - ¡Eso y más te mereces!
__ ¿Sara, que hiciste? - me dolió más que mi madre lo apoyara a él y no a mí. Me estaba dando la espalda por conveniencia económica.
__ Yo arreglo esto. - alegó Byron levantándose con su ayuda. - Sara, no te conviene hacer esto...
Su impulso fue detenido por mi amiga, quien se puso al frente para darme espacio. Caminé hacia la salida, con los ojos de todos sobre mí.
__ Quítate Keyla.
__ No, no le harás más daño. - se metió indicando que entrara al vehículo junto a ella.
__ Sara, cariño podemos hablar. - suplicó de pie, frente al vehículo que no se detuvo cuando emprendió su marcha. Sus gritos se oyeron al quedarse en el suelo, implorando que lo perdonara.
Pero no pensé en detenerme jamás, no quería estar en la misma casa que él, ni siquiera en la misma ciudad, por ello junto a Keyla, esa tarde decidimos viajar hacia Manhattan, ese era nuestro nuevo destino al cual llegamos cayendo la noche.
Lo último que deseé fue pensar en lo sucedido, ninguna llamada de mis padres, el único que insistió fue Byron, pero ellos dos o mi hermana jamás lo hicieron, por eso acepté la invitación de unos primos de Keyla en esa ciudad diciendo sobre un club nuevo que daba entradas gratis a todo el mundo, solo por ser la inauguración. Así que en lugar de quitarme el vestido de fiesta con el que llegué, tomé la opción de que valiera la pena haber pagado por él.
Entrando al sitio, entendí que no era la única queriendo olvidar su vida, ya que en su mayoría, todos llevaban máscaras, hablando con unos y otros a la vez.
__ La tuya. - me dijo Keyla colocando el antifaz con plumas a un lado que me hizo reír.
__ ¿Para que quiero esto? Nadie me conoce aquí. Ni lo harán jamás. - me la quité para ponerla en mi mano como si fuera un brazalete solamente.
__ Como quieras. Están dando tragos gratis. ¡Esto es una locura! - me indujo llevándome con ella a la planta superior del sitio donde todos bebiendo de la misma botella se habían descontrolado.
Recibí un vaso, el cual llevé a mi boca llenó varias veces y puse sobre la barra completamente vacío.
__ Mi primo está por allá. Dice que es mucho mejor.
__ Entonces veamos que es eso mucho mejor. - fui quién tomó la delantera para caminar por el pasillo repleto donde entre el baile de algunos y las manos de otros tuve que apresurarme para no ser una chica más de las que besaban a diestra y siniestra. Tampoco estaba tan borracha.
__ ¡Ay no puede ser! ¡Se me cayó el móvil! - gritó Keyla. Quise detenerme, pero me lo impidió. - ¡Sigue, es la segunda puerta a la...
__ ¿Derecha? - pregunté confundida al estar entre la aglomeración.
Siguió gritando, pero no pude oírla. Decidí seguir el camino, pues era avanzar o estancarme.
Empujé la puerta a la derecha, donde al cerrar la puerta sentí alivio de poder respirar sin sentir que molían mis costillas.
Aire frío, sin olor a sudor ni borrachos.
__ Entra. - dijo una voz gruesa, pausada y fría.
Mis pies se movieron hacia adelante por la forma repentina de escucharlo.
__ Ahí está tu atuendo, si es que no traes uno. - indicó desde su silla, en donde observé estaba sentando con un vaso en su mano. Su rostro tenía facciones perfectamente marcadas. Con una mirada intensa que dejó congelado mis huesos. No debería causar una impresión tan fuerte, me dije.
__ Yo no...
__ Apresúrate. No tengo humor de decir las reglas esta vez. - saturó mi cabeza.
Como si algo más me moviera caminé hasta ver lo que llamaba como atuendo no era más que un trozo de tela transparente que detallé.
__ Póntelo y ven aquí.
Pensé en decir la verdad, pero caí en cuenta que nadie debía saberlo. Me lo confirmó cuando puso seguro a la puerta y se quitó el saco que dejó sobre la silla.
Sin pensarlo me puse lo que él indicó, mirando mi figura en el espejo donde me dió la vuelta de forma abrupta para tomar mis labios como si no hubiera un mañana.
Mi sangre hirvió luego haber estado expuesta al hielo minutos antes. Debía detenerlo quizá, pero la manera tan feroz de elevarme y sentir su intención de fundirme en su pecho mientras sus labios se movieron sobre los míos me hicieron desistir.
No pude pensar en un "no". Dejé que se adueñara de mi cuerpo como quiso, dándome el placer que no creí sentir con un desconocido.
__ Jodida hermosura. - gruñó contra mi cuello sin abandonar mis muslos, en tanto empujaba tan fuerte que creí el mueble iba a romperse. Pero no lo hizo y agradecí por ello al subirme a horcajadas sobre su regazo, subiendo y bajando, tomando un ritmo que me mostró era su favorito al prenderse de mis senos y amasarlos, llevándome a un nuevo superior del placer.
Sentí que todo mi cuerpo sufrió una combinación de dolor y placer que nunca creí experimentar, pero ese desconocido me lo estaba dando, y por ello cuando caí rendida sobre sus brazos lo único que pude ver en su hombro era la marca en forma de una nube, que me invitó a delinearla para luego cerrar los ojos un segundo.
Tan fugaz que no quería nadie recordar que solo suplanté a alguien, pero tan memorable como para no desear olvidarlo jamás. Así lo sentí y con eso me quedaría.
Los hermanos inseparables Mikhailov, una tormenta para algunos, una tempestad para otros y un torbellino que arrasa con todo para aquellos que quieren sus cabezas. Zarya Mikhailova, belleza deslumbrante y adictiva. adorable y letal. Envuelve hasta al ser más oscuro y hace caer hasta los más grandes con su inteligencia única Damien Mikhailov, su tranquilidad no debe ser confundida con debilidad, solo observa, detalla, estudia y aplica sus mejores técnicas de seducción y destrucción. ¿Te atreves a conocer dos seres para los que el mundo no está preparado?
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Ella se vio obligada a contraer ese matrimonio. Lo que empeoró las cosas fue que su prometido no estaba en las condiciones para hacerlo. Para ahogar sus penas en la bebida, fue al bar e incluso conoció un hombre extraño. En la fiesta de compromiso, volvió a encontrarse con el hombre. Para su sorpresa, no era otro que el tío de su prometido. En ese momento comenzó a girar los engranajes del destino.