m
fiesta. Él no era como recordaba pero tam
noche en que nos vimos por última vez justo después de hacernos cas
efasto. No pud evitar pensar en todo lo que pasó y llevar
todo lo era. Nada se sentía bien, o bueno. Todo era desastroso y horrendo...incluso mi vestido para las nupcias que parecía que había naufragado en una playa de
l espejo como en una especie de prem
a vez -había dicho mi padre hacía ya ci
lesia, justo el lugar donde perdería mi libertad, y hasta mi identidad. Dejaría de ser Emma Thorne para ser: Emma de
s crudo invierno. Solo verlo con esos ojos grises y la nariz sincelada, los dientes puntiagudos detrás de una mal hecha sonrisa daban pavor a pesar de su intento d
amos ojos de color similar y el típico compromiso arreglado que n
or
suela de mi zapato de gamuza blanco en el estribo del
hizo veloz el viaje a mi destino. Una hora más tarde estaba casada, y mi marido me asíaba por la cintura hacia él como
liz -dijo apretando mi cuerpo haciéndome retorce
esparramar felicidad por mucho que lo intentara. Yo solo quería morirme allí mismo y qu
no lucia verdaderamente feliz pero entonces la boda debía continuar. Entonc
mayor para ser apetecible -su nuevo ultraje me esperanzó y le dí toda mi atención, tal vez no me tocara si me veía de semejante manera tan poc
d? -se me oyó confundida.
ía loco?
ero nunca vi nada. De pronto me encontré en sus brazos, con su cruel boca abriendo a la fuerza la mía y reclamado
trara de no conseguir un marido, pero resultó que me entregó a un animal. Una bestia. Un confuso hombre que iba
maba y sus endemoniados ojos no tenían nada que ver con la ternura que vi en ellos el día de la pedida. Tampoco h
suya para siempre y en el que, si respiraba profundo podía sentir el olor del hiero f
pertar. No tenía certidumbre alguna de ello. Y la boda, ya había acaba
ese momento supe que había llegado la hora, supe que no tenía a nadie más a qui
entrando por la ventana para testificar que e
ca. Árida de sentimientos -. Quít
odía sentir olor a humo...como si me estuviera quemando viva dent
ilor
de quitarme la bata, me volví a arropar a mi misma y él volvió a vestirse. En ese m
nfuso como lo q
nente a una vía de escape. Todo en cuestiones
as enormes se avistaron desde nuestra venta
su fuerza bruta era tan grande que aquel simple toque me lanzó hacia afuera y caí sin
n el suelo le insté a seguirme. No
siguiera mi propia vía de es
la primera y la última vez que estaría en aquel sitio,
creí
avía algo peor que estar casada con
asumí que volvía a ser libre al escapar de casa
ue se tambalee toda la fe que puedo tener en mi misma porque creo que lo que
n respingo cuando La
erta -...solo estaba pe
, evaluando todo mi ser como su tuviera el d