. -Te vienes ahorita mismo al hotel, Vanessa-, me dij
, Jean Pierre-, le
caramba-,
emergencia sanitaria a nivel nacional durante noventa días, luego que la organi
o, me puse jean, camiseta y zapatillas y fui al hotel, pensando en que era una reunión de rutina para informarnos sobre el peligro d
. -Póntela y no te la saques
con mascarillas, reunidos en el salón de conferencias del hotel. Nataniel nos d
voz atildada por el miedo. Nos miramos perplejos sin saber qué decirnos. Lo que
erre, es que solo serán quince días
ntía incierta, llena de dudas, con mi cabeza dibujando mil imágenes. Jea
hotel por ese espacio de tiempo y tendrán que quedarse rec
boca abierta detrás de las mascarillas, los ojos desorbitados
aseguren que no dejan nada encendido, dejen sus mascotas con vecinos, en fin, como si se fueran
momento y en todo lugar y a estar dos metros de di
En la televisión informaban que nadie podía salir de sus casas tan solo para comprar al mercado (uno por familia), ir a bancos, hospitales en casos de emergencia,
mento a una vecina. -Ten mucho cuidado, hija-, me pidió doñ
un laberinto. --Hau tratu txarra d
prisionero en el hotel!
aís-, amenazó una c
! Meni hozir aeroportga olib borin
staba trabajando allí había visto tremendo caos y desorden, entre maldiciones, amenaza
erse mascarillas. -No hay contagios, es
si 300 huéspedes estaban contagiados. Los propietarios se comunicaron con el ministerio e informaron de que los últ
o mucho contacto con el personal-
, todos estamos en peligro de
o, incluso en las madrugadas, y ahora sus grandes portones de fierro, se juntaban, tapando el sol que estaba prend
ntí un