Deacon, los muchachos se organizaban para tocar. Me quedé de pie a espalda de mi esposo, él sentado y mi
a nuestro lado-. No me ha
e presento
túpida miró de arrib
Deacon le encant
yo solo tengo
encuentra e
es así d
a mi marido, quien se levantó
nta que
lar Alejandro-. Esta tanda es de us
sillas de primera. Maju, Virginia, Patricia, Carlos y Fernanda se sentaron en la mesa y al lado estaban el
o de lo dicho hace un momento en la barra. Alejandro comenzó a cantar, y dichas letras comenzaron a hacer estragos, mis
asar el tiempo desp
al mis manos estaban sobre la camisa de D
amino, me separaron de lo que
a mirada. Y cuando comenzó a cantar él mi pulso se alteró mucho más. Los muchachos comenza
sa canción era para mí-. Esto no... Blanca no pienses, no lo hagas. Deja el pasado don
ordar, y evoco con trist
tar con él y luego David lo hizo solo, Alejo cantó el coro. Sin duda lo que cantan era una razón, contestación y aclar
e nuevo y es tard
no en el hombro, al mirar era Patricia quien me dio ánimo.
o quisiera besarte y
ción de segundo y afirmó, como diciéndome, «esta es mi pena, ¿ahora me entiendes?» Pero yo no podía pensar, no tenía derecho a pensar. Ale
.***.
Blanca, porque no me lo perdonaría. Estas dos canciones después de cantar «Historia de amor» los observé y se veían normales. P
-dijo el
tarima, al ver que Julieta se venía e
stás h
Ahora por invitarla con la intensión de tener una compañ
on Carlos, se reían por algo. Al ver que se acercaba de nuevo tom
ra. -comentó Fernanda-. No me mires así que yo so
por eso, esa muj
a reunión, menos con mi Brisa. Pero nada era perfecto, una vez dejé a Regina en los brazos de su esposo y mientras regres
vitando o so
pero no me gustan las
lla, ¿cierto? -La miré a los ojo
ta dis
era un chisme y poner a Blanca en una mala
partían-. Muchachos Julieta tiene algo que decirles, -ella se puso nerviosa-.
- Fernanda
ma y David n
nda-. Si alguien aguanta bromas
án aquí, las respeto. Con este tipo de maricadas no compagino. -Los presentes esperaban a que dijera a
decirnos
eso se frena de frente. La descarada di
unos minutos soltamos la risa. Salió una
César-. Y lo digo yo,
d en mi vida, pensé que con Socorro podría tener una vida de casados, pero fueron testigos del fias
yo la invité
r, solo que no quiero una por ahora. -Después
spedí. Continuaron, sin embargo, para mí ya había hecho alarde de todos mis límites, soporté
recordar. Hoy bailé con todas menos con ella, no podía darme el lujo de abrazarla. Podía poner todas las distancias del mundo, muy seguro jamás pase algo entre nosotros, pero