y cubiertas de moho, y un olor rancio se colaba por sus fosas nasales, revolviéndole el estómago. Se llevó una mano a la boca, tratando
la esquina cerca de las rejas, y su corazón se aceleró al ver que eran ratas corriendo
entendía por qué su madre y su existencia eran la culpable de la desgracia de esa manada. Un pensamiento repentino apareció en su cabe
unas llaves y el crujido de la puerta, levanto la cabeza al oír una
ja a un lado de la cama. Luego le dio la e
sobre la cama, ojeo que contenía un ped
o que veras por hoy. Si no comes, no tendrás
emplo que no estaba sola, en la celda del frente distinguió una figura femenina. S
ambién la tienen pri
o purgando mis pecados en este calabozo desde hace 20
nosa y en un estado deprimente. Tragó sali
-. ¡Tanto tiempo en este lugar! Yo no pod
verte loca, pero con el tiempo te acost
casa por mi apariencia. Según ellos, mi madre y y
es y, con sorpresa, echó un vistazo a Arad
líder alfa Keseo. -Se llevó las manos a la cabeza-. N
sintió curiosidad por saber quién er
rgo, retrocedió hacia su
s a escapar de las garras de la luna Delia.
epas de mi madre? -suplicó Ar
scada rodeada de naturaleza. Un día escuchó un ruido entre las malezas. Asustada, esperó un rato y, al no ver a nadie aproximarse, salió del agua y se acercó al lugar del ruido. Allí vio a un hombre desangrándose, tenía
manada? -´preguntó
ctante de la joven y co
en ese lugar, Keseo siempre volvía a la cascada para hablar con ella. Un día, él la convenció de irse con él y ella aceptó sin saber
-Aradne apretó los puños-. No puedo creer que mi madre haya
que la luna Delia la maltratara. Yo era la que entraba en la habitación con la comida. Sentía pena al ver a Helíades cada día más frágil y
as resbalaban por sus mejillas y su corazón se encogía-. Y ese
ba que la sacara de allí, y logró que me apiadara de ella, pues ya no soportaba verla sufrir. Un día, distraje a los guardia
a no la dejaba. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en todo el su
o que seguir a ese Keseo? Seguro
voluntad. Dejó su paraíso, como solía
el doloroso des
s cosechas se secaban y las pocas cosas que crecen en estas ti
arme por qué me od
cada palabra de la joven. Para
olviera a ser como antes, se debía matar al culpable de esa maldición y a sus descendientes. Se rumoreó que cuando los guerreros encontraron el cuerpo de Helíades ensangrentado y con señales de parto, ella se convirtió en polvo blanco y una luz
triste información sobre la vida de su madre. Comprendió que había huido por su bien y la había colocado en aquella cesta pa