o la incertidumbre y las cavilaciones. Un gato empujaba su instinto en una cornisa larga y ladraba un perro desvelado. Má
e envolvía las calles desiertas, sin alumbrado público, de paredes insomnes, gastadas y amarillentas y el fuerte viento, febril, estrellánd
nmutó ni parpadeó para no apagar las luces de sus ojos, auscultando la oscuridad. Sacó su pistola, vio si estaba cargada, rodó el tambor y jaló el seguro. Pasó la lengua por los labios y sonrió. Ya era rutina. Lo había hecho tantas veces qu
eo de su corazón alterado y hasta el tic tac cansino y monótono del reloj. Contó hasta cinco, que era la distancia que separaba al sujeto viniéndose de prisa por la calle desierta, apagad
irónico, con un vozarrón grave i
o, aterrado y con los pelos de punta. Desorbitó los ojos y empezó a tiritar igual si tuviera terciana. Tartamud
e-, reía el sujeto apuntándole en medio de los ojos con el arma, si
"Turbo", maté al congresista Milche
uerido mi puesto, ahora la policía piensa que yo maté a Milchevic, por eso la vas a pagar muy caro,
a a Milchevic-, se defendió el sujeto, tendido en e
feo error, mi estimado "Lagartija", quisiste engañar al hombre más
uilos allá, lleva a tu novia, ¿no has pensado en ella?-, trató "Lagartija" de ganar tiempo, pero fue inútil. El tipo siguió chasqueando la boca, tsk tsk tsk y después de divertirse un rato con el miedo, la ang
ía ladrando desvelado, un gato continuó empujando su instinto por las cornisas, el viento alocado alargó su martilleo intenso en ventanales y portones y la ciudad
*
a un acaudalado empresario textil. -Le sacamos hasta el último centavo que tenía en el bolsillo al tal Seeler, todo nos ha ido de maravillas-, reían los sujetos, haciendo
cicleta frente a la puerta. Un hombre alto, de mirada altiva, aseguró su transporte, colgó su casco en el manubrio y entró riendo. -Una cerveza-, dijo sonriente y haciendo brillar sus ojos como grandes llamaradas.
brando, gritando, cantando y bebiendo, siempre
untó el sujeto de la motocicleta. No dejaba de mirarlos,
ta?-, se insolentó u
atarlos je je je-, sonrió el tipo de la moto, s
hubo gritos, ni risas, ni cantos y solo se escuchaba el bur
tro de los sujetos que estaba en la m
os fulanos pudieran reaccionar a tiempo, les destrozó sus cabezas, con certer
nde al cantinero. -Esto es por la cerveza que te debían esos sujetos que se murieron sin pagar y también por el trago que me tomé, je je je-, no dejaba de reír ese extraño hombre. Luego salió des