yacía dentro de mí, pues vivía en medio de la nada, en un bosque que conocía al dedillo por haber crecido allí. Sin embargo
ular palabra al verlo por primera vez. Su cabello era tan negro como el vacío de su ser, empapado por la lluvia, su piel tan pálida, labios delgados pero carnosos, y pese al frío, se veían
de escudriñarlo de arri
ó los vellos de mi nuca-¿Puedo pasar? Me perdí en el bosque
que, como mencioné antes, rara vez recibíamos visitantes en
zón, me dejó enrojecida, como si estuviera bajo un hechizo. Cuando miraba sus ojos, sentía que penetraba en mi alma y la escudriña
que no, debí haber o
e abrí las puertas de
Llevaba una larga gabardina y un traje de dos piezas, exactament
en un extraño, en alguien que jamás había visto en mi vida, mucho menos después de una excusa tan pobre. Sentía como si estuviera siendo controla
e; fue sumamente respetuoso, educado y amable conmigo. Aunque él no compartió detalles de su vida, yo sí le hablé de la mía: le conté sobre mi vida solitaria en esa cabaña y cómo subsist
conmovió profundamente, ya que nunca antes un hombre me había obsequiado flores tan hermosas. Le pregunté por qué había regresado, si nuevament
e le costaba marcharse, y yo comencé a echarlo de menos cuando no estaba presente. Así transcurrieron los días, co
reuní el coraje para confesarle mis sentimientos. Me costó mucho expresarlo, pero esa noche, en la cabaña, antes de su partida, le dije que me gustaba. Él respondió
o y me propuso matrimonio. Estaba tan emocionada que no dudé en darle el sí y abrazarlo; era la prim
ía tenerlo planeado, ya que había comprado el anillo con anticipación. ¿Acaso también le
podía sin darme razones. Lo dejé ir, esperando que regresara al día siguiente, per
e la boda que atender. A pesar de todo, me sentí feliz de casarme con él, especialment
riencia en el mundo, me sentía increíblemente afortunada de tenerlo todo con el hombre que