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Historia

Capítulo 6 6

Palabras:2753    |    Actualizado en: 08/10/2024

para contemplarlo, haciendo todo lo posible para detener el corazón que latía con fuerza en el medio de sus piernas, pero no po

e, además de que sus ojos verdes eran demasiado frívolos y penetrantes, algo que c

erpo la hacían quejarse de dolor, pero la mezcla del placer, lo desconocido y

ndola hasta que su cabeza cayera suspendida en el borde de la mesa. La necesidad de sujetarse de algo la hizo forceje

a la nube de placer que encandilaba su cuerpo como una hoguera. Las pinzas en sus pezones no ayudaban en lo absoluto

s dedos en su boca, deslizando la cremallera de su pantalón hacía abajo-.

ía que pudiese respirar con normalidad. Una parte de sí sabía lo que haría él y el miedo la tenía

buen sabor para su paladar, pero el roce era lento y poco pr

lo había visto un miembro masculino, pero aquella vez se sentía tan avergonzada, que ni siquiera lo había visto por más de un minuto y

s instantes, aumentando su calor corporal y dándole vida a su morbo, antes de humedecer los labio

nte, no solo porque el hombre era demasiado atractivo, sino también por todo lo que provocaba en ella con tan solo unas palabras y un toque de sus suaves

¿Qué ocurría con ella y su cuerpo? No lo entendía y tampoco lo quería comprender. Solo deseaba que a

e se rozaba en ellos. Le resultaba excitante la suavidad de su boca y de la vista que tenía de su pene en su rostro. De

espacio. Una parte de sí le decía que no fuera a ser brusco con la chica, mientras esa bestia hambrienta le

s en toda su extensión y del calor que lo envolvió con rapidez. Solo pudo contenerse unos instantes, antes de que tirara de la cadena que un

tes de entrar de una sola estocada y ser apresado por su estr

rutar de las sensaciones, de la humedad que lo recorría desde la punta hasta la base y de la estrechez que lo aprisionaba cada vez más. Sentía

y de lo bien que lo recibía. Era tan jodidamente perfecta. Hacía mucho no encontraba una mujer hecha a su medida, que

o en sus pulmones, su cuerpo estaba entumecido y su boca estaba a la entera merced del hombre que arre

das de sus ojos y la saliva empapaba su rostro. Una

s con sus manos y tiró de ellas, provocando un dolor que se centró en medio de sus piernas y la hi

nes y realizando suaves masajes en ellos con sus manos-. El rojo

sus pulmones al dejar su palpitante hombría en su boca más segundos de los deb

ayudó a sentar tras el ataque de tos

jecido, despegando de su piel los cabellos que s

os, antes de que su respiración se regulara un poco. La

lánguida sobre la mesa. No tenía fuerza para levantarse, Dios, n

cilante, deslizando sus dedos por las marcas

a dejó en el suelo y sus pies temblaron al tocar suelo, pero se mantuvo lo más firme posible mie

lo largo por arriba de su cabeza. Su respiración se agit

d con sus dedos y sonrió torcido, acercando s

r a darle cara a nadie. Con todo lo que había hecho y el dolor que le había causado en su piel, ¿cómo podía su cuerpo reaccio

e recorrer parte de su cuello, por aquella piel que quedaba l

ad de sus labios que paseaban por su piel y un gemido abandonó su alma cua

mpo que las pinzas estuvieron puestas y el contra

e ellos, haciéndola agonizar tras la presión que estaba al borde de hacerla perd

as cosas. Su mente estaba en blanco y su cuerpo era demasiado consciente de los toques del

e los muslos y hacerla sentar en una pequeña silla con las piernas abiertas de par en

hí no podía hacer más que rogar para que las cadenas fuesen lo suficientem

a fija en aquella zona húmeda y palpitante que no podía dejar de sentirse abo

-se mordió los labios, frotando su clítoris con su d

hacerla voltear los ojos y retorcer los dedos de su piel. Hizo puño sus manos cuando i

ue no quería y se sintió horrible, debía admitir que su exno

de sus dedos con gran facilidad en su interior, arrancándole un sonoro gemido. La sinti

centímetro de su blanca piel. Su respiración desastrosa, sus gemidos sonoros y placenteros, su

juriosa, quizás porque la mayoría de las mujeres con las que había estado

a con violencia. Eran expresiones genuinas y que recién eran descubiertas

tivo que encontró, antes de enterrarse en ella con una

raba y arremetía una y otra vez, prolongando los temblores y la humedad que expulsó y alcanzó su costoso tra

imonia que no engañaba a nadie y entrando con una fuerza bruta que apenas se oía el golpe seco de sus cuer

o, pero nuevas corrientes de tensión la invadían y se cernían entre sus piernas con

tomó de los muslos y la bajó de la silla, entrando y saliend

le arrancaba fuertes gemidos que hacían competencia

ban dando. En cada golpe, la sentía contraerse y palpitar a su alre

erse roja mientras gemía y lágrimas llenas de placer salían de sus ojos, hizo qu

y se agachó a sus pies, pasando su lengua de arriba abajo, barriendo cada

oso -la succión le arrancó un fu

uerza, rapidez y profundidad, que desmadejada

es mordidas mientras se clavaba en ella y se sentía más eu

mpleto -murmuró, liberándose en un gruñido furioso al tiempo que sus dientes se clavaban en su piel y saboreaba el grito dol

ía hecho en su somnolencia, pues cayó

*

es, bellezas

as, tanto boleo

o, espero que tú tambi

de la tarde-noche, pero no estoy segura. De ig

comentarios, tus

amo

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