do cuidando de ti todos estos días, Alicia -
. No tengo ni la menor idea del por qué vi sus ojos de color
uy diferentes
ra - mi corazón aún se encontraba acel
e. Tan pronto cruzó la puerta, pude soltar todo el aire que no sab
pero tiene un gran corazón. Y
tención hacer
as medicinas para el dolor y
rme tomado la medicina que me
ntraba negro a mi alrededor, lo único que me iluminaba era la luna. Curiosa por el hecho de ver la luna por primera ve
sona. Aquella silueta se fue haciendo más grande de lo que de por sí ya era con cada segundo que transcurría. Estaba espaldas a
camino, Alicia». Aquellas palabras me sonaron tan fam
ntre una mirada tan roja como la luna y un par de colmillos que escurrían sangre y saliva. Los gruñidos de aquel lobo
. Ese inmenso lobo negro se acercó hasta que quedó a escasos centímetros de mí. Olfat
ue aquel animal pensaba hacer. El aire en mis pulmones cada vez era menos. El miedo
e cernió sobre mi cuello y un aroma a f
los abrigue y el destino los una para siempre hasta la muerte». La voz de esa mujer no era otra que la de la Sra. Elisa, hizo que abri
esplomándome en una inmensa oscuridad sin sentir dolor o pena alguna.