í
u forma de hablarme era tan humillante, com
yo no tengo nada que v
pruebas–Declaro e
nerv
falsas, s
olesto y sac
imirlo aquí, para luego hacerte famosa.–
o suelo escribir y eso no
. Hiciste un seudónimo para subir tu libro y luego imprimi
ágrimas no pa
juro que yo no
va del coche, y me vas a pagar todo esto mensual, pero por mi cuenta cor
ue con un simple soplido se desmorona. La acusación de Elías resonaba en mi cabeza una y otra vez, y por m
te, aunque sabía que ya no tenía se
an como pequeños cuchillos que se clavaban en mi espalda. Podía sentir las miradas de mis compañeros de trabajo, cada una con una emoción distinta: algunos me miraban co
Me acerqué al escritorio y empecé a recoger mis cosas. Todo lo que había construido, los años de esfuerzo, las noches sin dormir, los sacrificios... todo p
ue era para mí, pero jamás pensé que me traicionaría de esa manera. Habíamos compartido tantas conversaciones, tantas ideas. Y ahora,
reer que me esté pasando esto.- La indignación, la tristeza, la imp
lástico había representado tanto para mí. Era mi acceso a un futuro brillante, una carrera que amaba y que ahora me habían arreb
ba una de mis compañ
e algunos libros. –agreg
imposible. Me sentía expuesta, como si todos mis errores y mis debi
dieron y me dejé caer sobre una de las sillas cercanas. Apreté mis puños con fuerza, deseando que todo fuera solo una pes
me pregunté en voz baja, a
e me aseguraría de que nunca volviera a trabajar en ninguna editorial. –¿Qué voy a hacer con mi vida?– Siempre había soñado con ser escritora, con publicar
s, sentí una pequeña chispa de determinación. –No voy a dejar que me destruyan.– Puede que
lo único que me hace sentir viva,
golpeó mi rostro, secando las lágrimas en mis mejillas. Sentí una extraña mezcla de dolor y alivio. Tal v