zo en el cabello, corría descalza por el césped, riendo mientras trataba de alcanzar a su hermano menor, Héctor. A sus seis años, Héctor tenía l
tras el viento susurraba suavemente entre los árboles. Desde la entrada de la casa, su madre los observaba con una sonrisa nostálgica. Pa
había valores inquebrantables: la compasión, la honestidad y el respeto. Para Rosa, esos valores eran las raíces que los sostendrían cuando crecieran.
ugaba, Rosa observaba cómo su hija trataba de imponer siempre su voluntad sobre Héctor, cómo insistía en ganar, en tener siempre la última palabra.
as manos. La cena está lista"
faro de amor en el que confiaban ciegamente. Entraron corriendo a la cocina, donde su padre, Álvaro, los esperaba con los brazos abiertos. Álvaro era un ho
as?" preguntó él, sirviéndose un po
o. Héctor puso los ojos en blanco, pero no discutió; en el fondo, admiraba a su he
o importante no es ganar, Isa. Lo importante es disfrutar del juego y
. Era algo que ya empezaba a disfrutar intensamente, sin saber que esa pequeña c
es, Álvaro y Rosa hablaban en voz baja sobre sus sueños para sus hijos, imaginando el futuro brillante que les esperaba
a hacia las estrellas. Había algo en la oscuridad que la llamaba, algo que la hacía sentir poderosa y a la vez inquieta. Aunque no p
una mujer noble y buena. Pero en el fondo, Isabela ya empezaba a descubrir que, en el vasto mundo más allá de
ulzura de su infancia en favor de una ambición