rado en su mente, liberándola de sus propias barreras. Aunque estaba lejos de estar completamente borracha, la ligera embriaguez
as parecían moverse por sí solas, llevándola hacia la figura de Eric que estaba de pie junto a la ventana. La música del bar parecí
e, incluso la forma en que estaba ligeramente inclinado hacia la ventana, daban la sensación de que él estaba en su propio mundo, ajeno a l
ctamente qué decir. Pero Lucía, que la había seguido con la mir
lo! -se oyó su voz r
de inseguridad y determinación. Caminó unos pasos más y se detuvo a su lado. Se quedó allí, por un momento, observando cómo el humo del cigarro que él sostenía
habría hecho. Buscó una excusa, cualquier excusa para iniciar una co
s baja de lo que pretendía, per
se acercara a él con tan poco preámbulo. Pero, después de un breve momento de sile
siempre. Valentina no se dejó intimidar por su tono, a pesar
hacia la llama. El cigarro estaba ligeramente temblando entre sus dedos. Sabía que, en su estado actual, estaba haciendo algo que normalmente nunca se habría at
casi murmurando, mientras
miradas se cruzaban, pero de una forma que no era cálida ni invitante. Era como si estuviera evaluándola, como si la analiza
ijo Eric, su tono de voz suave pero tajante, como s
respondió sin dudarlo. La noche, el alcohol, la situación... Todo parecía darle una li
las -respondió con un leve de
uscando algo en sus palabras. La pregunta parecía no tener otra intención que provocar una respuesta más, y Valentina no p
saber qué hacer ni qué decir. Lo que había comenzado como una simple excusa para acercarse a él ahora p
ilencio, pero no con las pal
arro que todavía temblaba entre sus dedos, como si ella fuera u
ación de Eric la hizo querer demostrarle que estaba equivocada. No podía dejar que un de
que se sentía en realidad. Estaba sorprendida de cómo las
n tipo de respuesta o comentario sarcástico, pero él simplemente dejó que e
pa. No sabía si era el desafío, el misterio de Eric, o simplemente el deseo de romper con su rutina, pero algo dentr
dad -murmuró Valentina, casi para sí misma, mientra
ó hacia la ventana nuevamente, como si estuviera evaluando si
ces del bar. Algo en su interior le decía que, tal vez, este encuentro casual no sería solo un
quedarse o marcharse, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconcierto. Su mente seguía dando vueltas a lo que acababa de suceder: su acercamiento, su provocación, la forma en que había hablado, como s
lencio, como si en ese momento p
ohol le daba ese valor momentáneo. No quería dejar que Eric se fuera sin obtener algun
mirarla que la desconcertaba, algo entre el desdén y la evaluación que la hacía sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, algo en ella quería sabe
cía ofendido, pero su tono de voz era tan frío como siempre. -No me
ue estaba desechando cualquier tipo de conversación o interacción como algo innecesario, como
cosa. La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera frenarla, pero no s
areciera fascinante la forma en que Valentina estaba dispuesta a enfre
ró una pequeña grieta en su dureza. -Me gusta estar solo. Es más sen
dicho esas palabras, que le hacía pensar que había más debajo de la fachada de indiferencia. Sin embargo, en lugar de
desde el momento en que había cruzado la puerta del bar. Sabía que Valentina no podría dejarlo ir tan fácilmente, no después de ese primer paso, de ese acercamiento imp
ntando su copa con exageración. -¡No te ha
ó la mirada de Eric. Había algo en él que la mantenía atrapada, algo
ra tan neutral que Valentina no pudo adivinar lo que pensaba. Si bien la c
n, sacándola de sus pensamientos. -No soy de esos tipos que salen a
mo podía alguien ser tan seguro de sí mismo, tan completamente indiferente al entorno que lo rodeaba? A diferencia de ella, que sent
n pensar demasiado en sus palabras. -¿Nunc
a esperaba. No había compasión, ni lástima, solo una especie de resignación. Como si él ya hubiera dejado d
las cosas externas pueden darles algo real. -Se encogió de hombros, apagando su ciga
abajaba a toda velocidad, intentando encontrar una respuesta adecuada, pero, al mismo tiempo, había algo liberador en su actitud. Tal vez Er
ar. El aire fresco de la noche la golpeó en el rostro, y por un momento se
r a Eric. -Creo que a veces tienes razón. Todo
orma en que lo hacía. No había burla en su rostro, solo una especie de comprensión distante. Como si Valentina estuviera
u cigarro, sin saber muy bien hacia dónde se dirigía esa noche. Pero algo en el aire había cambiado. Al
o. Pero lo que sí sabía era que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía desafiada, como si, tal vez, todo lo que ha