aquella noche fría. Se encontraba en la biblioteca, rodeada de estanterías que albergaban siglos de historia, pero su mente
e. Su destino estaba sellado desde antes de nacer, y jamás tuvo derecho a cuestionarlo. Se había criado entre lujos, vestidos de
án de la guardia real, un hombre leal al reino, valiente en batalla y con una mirada que desafiaba al mundo
robadas en la penumbra de los jardines. Con cada encuentro, la tensión entre ellos se vol
e Montclair y Arendelle, Isabella escapó del salón con el corazón latiendo desbocado. No sopor
impregnaba el aire, y allí lo encontró. Alejandro estaba d
urmuró él, pero no hizo ni
ndió Isabella
ndro alzó la mano y con suavidad apartó un mechón de cabello del rostro de
le -dijo él, con la voz ca
ella-, pero no
ose. Isabella retrocedió de inmediato, y Alejandro llevó la mano al pomo de su e
en el bosque,
rarse con Alejandro lejos de las murallas del castillo er
cabalgó en secreto hasta el claro donde Alejandro la esperaba. Vestía su armadura, pero
beso desesperado, lleno de anhelos reprimidos y promesas no dic
licidad fu
rcándose. Un grupo de soldados apareció entre
él, con el rostro e
capitán de la guardia desenfundó su espada, per
itó-. ¡Dé
a miró con desprecio-. ¡T
esión -replicó
r nada en ese momento. El honor le impedía d
dvirtió a Alejandro an
. Alejandro debía huir, pero
-susurró Alejandro, tomando sus
, Isabella lo vio desapa
sus aposentos hasta que Edmond decidió el momento en que la boda se l
tillo dormía, una sombra s
r? -susurró Alejand
nzó a sus brazos, dejan
no y a la sociedad que los quería separados. Porque su am