4. Diego
taba allí, observándola con su mirada penetrante, una que desnudaba su alma de la manera más peligrosa. Algo
o Diego-dijo Diego, su
o en sus palabras, en su tono, le hacía preguntar
a, de forma automátic
mo si esa respuesta con
rededor se desvanecía, mientras los bordes de su consciencia se desdibujaban. En ese estado, se sentía pequeña, vulnerable. Valeria se había ido, había desaparecido en la mult
pre atento a sus reacciones, se acercó más a ella, ofreciendo su brazo para que ell
a -dijo con suavidad, co
ar lo que él ofrecía
gaba por completo, y sus ojos se cerraban involuntariamente. A medida que se acomodab
o sereno a pesar del caos interno que Diego sabía que debía haber en su mente, lo hizo sonreír. L
raña ternura que no quería admitir. No era su estilo. Pero algo en Sofía lo detení
sidad de sentir su cercanía. Algo en ella lo inquietaba, y a pesar de su d
ueño la envolvía. Por un momento, el mundo exterior dejó de importar. So
to ahogado. Allí, en la penumbra matutina, encontró a Diego a su lado, apenas cubierto por unos boxer. Su cuerpo era una obra de arte: el torso def
cuerpo se mezclaba con una inexplicable atracción. Al mir
no puede ser verdad?
se estremeció al oírla y abrió los ojos lentamente. Una mezcla de arrogancia y depredador instinto bri
murmuró, acercándose a ella con una cadencia
Mientras se inclinaba un poco más, sus
irte, Sofía, no me aprovecho de
sus palabras se filtrara en el ambiente,
oferta si
xpuesta. Ella, con el corazón latiendo desbocado y la mente inundada de confusión, sentía que cada palabra suya se fundía con el miedo y el deseo. La habitación
sa, Sofía apenas
qué signi
mejilla de Sofía, intensificando cada sensación. Su mirada, llen
que, aunque el miedo te paralice, el deseo puede ser aún más fuerte. No me aprovecho de ti porque no puedo disfrutar
lógica y un impulso incontrolable. Su mente gritaba que debía huir, pero su cuerpo
inevitable. El eco de la propuesta de Diego se fundía con el latido acelerado del corazón de Sofía, dejando claro que, aun
atrapado por el suyo. No con violencia, sino con una posesión firme, decidida. Sus manos grandes
.. y fuego. Sofía se quedó sin aire, sin tiempo para pensar, perdida en la intensidad de ese prime
risa torcida y oscura que le helaba la sang
reguntó con sorna, observando su rost
pero su respiración en
a escapar, sin darle espacio para huir.
i cama... -susurró con un
lentitud calculada, provocadora. Cuando sus dedos rozaron su entrepierna, un ge
ia sonrisa depredadora-. No te a
ue se detuviera, pero su cuerpo... su cuerpo reacci
enosa-. Cada segundo que pases conmigo, Sofía, te acerca a esos millone
no existía ni el bien ni el mal, solo una niebla espesa de miedo, deseo y desespera
todo... es qu