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Bajo la piel del león

Bajo la piel del león

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Sofía es una joven decidida y ambiciosa, comprometida con su carrera de medicina y con el cuidado de su madre enferma. Cuando el tratamiento de su madre se vuelve inalcanzable, Sofía se ve atrapada en la desesperación y la necesidad. En un club, conoce a Diego, un hombre poderoso y dominante que le ofrece una salida a su situación de una manera inesperada: comprando su virginidad. Aunque Sofía piensa que nunca volverá a verlo, el destino tiene otros planes. Diego, CEO de una importante farmacéutica, reaparece en la vida de Sofía, esta vez como su jefe. Lo que parecía ser una relación transaccional se transforma rápidamente en algo más complicado y peligroso. A medida que la atracción entre ellos crece, Sofía lucha con sus propios deseos y su necesidad de independencia, mientras Diego se ve desbordado por sentimientos desconocidos, cuestionando su propio control y las emociones que empieza a desarrollar por ella. El deseo y la tensión sexual se mezclan con el poder, la posesividad y la lucha por encontrar un equilibrio entre el control y el amor. Sin embargo, el peligro acecha, ya que la relación entre ellos atraerá miradas indeseadas y Diego descubrirá que tener a Sofía cerca podría costarle mucho más de lo que imaginaba. Bajo la Piel del León es una novela intensa de pasión, poder y autodescubrimiento, donde los personajes deben enfrentarse a sus propios límites y tomar decisiones que cambiarán el curso de sus vidas. En un mundo de control, deseo y secretos, ¿podrán encontrar el amor o serán consumidos por sus propios juegos?

Capítulo 1 El precio de la vida

Capítulo 1: El precio de la vida

El aire en la sala del hospital era denso, como si cada molécula estuviera impregnada de dolor y ansiedad. Las paredes blancas, frías e impersonales, carecían de consuelo. Sofía se abrazó las rodillas, sus manos temblorosas apretadas con fuerza, mientras el reloj en la pared marcaba con una lentitud tortuosa cada segundo que se convertía en una eternidad.

El doctor entró con expresión grave, evitando por un momento los ojos de ella, como si buscaran las palabras correctas en algún rincón invisible.

-Sofía... lo siento -dijo al fin, su voz resonando en el silencio-. El cáncer de tu madre está en estadio IV. Es muy agresivo y se ha extendido. Necesitamos comenzar un tratamiento de inmediato, pero... -hizo una pausa, pesando sus siguientes palabras- El costo es elevado. Un tratamiento experimental podría darle una oportunidad, pero está fuera del sistema público. Son 2.500.000 euros.

El mundo de Sofía se detuvo.

-¿Cuánto? -susurró, incrédula, su mente luchando por aceptar la cifra.

-Lo sé, es una cifra inalcanzable para la mayoría. Pero es lo único que podría ayudarla -respondió el doctor, su voz cargada de compasión.

Sofía salió del consultorio con las piernas temblorosas, como si la tierra hubiera desaparecido bajo sus pies. Su madre era todo lo que tenía, su única familia. No había padres, hermanos ni ahorros que pudieran hacer frente a esa cifra exorbitante. Ni siquiera vendiendo la casa, el coche, todo lo que poseían, alcanzarían a reunir siquiera una fracción de ello.

Había dedicado cada instante de su vida a estudiar, a convertirse en la mejor doctora, en la mejor hija. Siempre responsable, siempre enfocada. Nunca salía, nunca se distraía. Solo trabajo, solo universidad. Y ahora, toda esa dedicación parecía en vano.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras caminaba sin rumbo por el pasillo del hospital. La desesperación le dejaba un sabor amargo en la boca, como sangre que se aferra a la garganta.

No tenía a quién acudir. Nadie que pudiera prestarle esa suma astronómica. Nadie que pudiera salvar a su madre... al menos, no aún.

Esa noche, sin saberlo, el destino empezó a tejer una red de caminos oscuros. Una sola decisión bastaría para cambiarlo todo.

---

Sofía llegó a casa con la mirada en blanco, cada paso se sentía como si su cuerpo estuviera arrastrando el peso de un mundo que se desmoronaba. La pequeña casa donde había crecido había perdido su familiaridad, y ahora le parecía más fría, más vacía. Su madre, en la habitación de al lado, dormía con un aire que destilaba fragilidad, como si cada respiro fuera una lucha. Sofía no tuvo fuerzas para mirarla. Se dejó caer en su cama, sintiendo cómo el dolor acumulado desbordaba en lágrimas silenciosas, abrazando una almohada que no podía contener el abismo de su angustia.

Horas después, una voz familiar la sacó de su letargo.

-¿Sofi? -La puerta se abrió sin esperar respuesta. Era Valeria, su mejor amiga. Llegó con una bolsa de snacks y dos latas de cerveza. Al verla, dejó todo a un lado y se sentó junto a ella-. ¿Qué pasó?

Sofía no dijo nada al principio. La miró, con los ojos enrojecidos, la voz quebrada y el corazón oprimido.

-Mi mamá... está peor de lo que pensábamos. Es cáncer... estadio IV -susurró, sintiendo cómo el nudo en su garganta se intensificaba.

Valeria quedó en silencio por un instante, sus ojos reflejaban la tristeza y la impotencia. Luego, tomó su mano con una fuerza que pretendía ser reconfortante.

-Dios, Sofi... lo siento tanto.

-El tratamiento cuesta dos millones y medio de euros... -la voz de Sofía tembló, la desesperanza la envolvía-. No tengo esa cantidad, ni vendiendo todo.

Valeria mordió su labio, y su mirada se tornó decidida.

-¿Y qué dijo el doctor? ¿No hay nada más?

-Solo ese tratamiento experimental. Y si no lo hace pronto... -cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes al recordar el pronóstico devastador.

Valeria se quedó callada, acariciando su mano, como si con cada roce pudiera aliviar el dolor de su amiga. Transcurrieron varios minutos, antes de que se pusiera de pie, fue hacia el armario de Sofía y lo abrió con un gesto resuelto.

-¿Qué haces? -preguntó Sofía, confundida, viendo cómo Valeria removía su ropa.

-Hoy es tu graduación, ¿no? Te rompiste el alma estudiando todos estos años. No vas a pasar la noche llorando. Vamos a salir. A despejarte.

-Valeria, no tengo cabeza para eso...

-Precisamente por eso. Te hace falta respirar, Sofi. Una noche. Una copa. Debes bailar, reír, sentir que aún estás viva. No te estoy pidiendo que olvides lo que está pasando, pero necesitas sacar todo eso, aunque sea por un rato.

-No tengo ropa para salir.

Valeria soltó una risa suave, sin perder su determinación.

-Por eso vine preparada. -Sacó un vestido negro corto, ceñido al cuerpo, con un escote audaz en la espalda y tiras finas-. Sexy, atrevido... y sí, sé que vas a quejarte, pero no me importa. Te lo vas a poner.

Sofía puso los ojos en blanco.

-¡Eso no! ¡Parezco una prostituta con tu ropa! Eso no es para mí.

-Exactamente. Estás demasiado acostumbrada a ocultarte. Es solo por hoy. Un club, unas copas. No vas a una iglesia. Te prometo que estaré contigo todo el tiempo. Y si no te gusta, nos vamos.

Sofía dudó. Se miró en el espejo, despeinada, ojerosa, sintiéndose vulnerable. Pero quizás Valeria tenía razón. No podía hacer nada esta noche, solo hundirse en la tristeza.

Tras un respiro profundo, suspiró, resignada.

-Está bien. Pero solo una copa.

Valeria sonrió con picardía.

-Esa es mi chica.

Sofía se quedó frente al espejo con el vestido ajustado al cuerpo, los hombros descubiertos, el escote pronunciado y el dobladillo que apenas cubría la mitad de sus muslos. Se giró, incómoda, tirando de la tela con torpeza.

-Valeria... parezco una prostituta -dijo, mirándose con horror.

Valeria soltó una carcajada mientras aplicaba un poco de iluminador en sus pómulos.

-Por favor, Sofi, deja de exagerar. Te ves espectacular. Además... -le guiñó un ojo- tienes veintitrés años y no sabes lo que es pasártelo bien. ¡Te vas a divertir, no a rezar, chica!

-Es que no estoy acostumbrada a mostrar tanto... -Sofía miró sus pechos en el escote y se cruzó los brazos, como si eso pudiera ocultarlos.

Valeria se rió aún más.

-Tienes que enseñar un poco esos melones que tienes, Sofi. Créeme, ya quisieran muchas. Esa cinturita, ese cuerpo... No sé cómo no te sacan a bailar cada vez que sales a la calle.

-Porque no salgo -replicó Sofía, rodando los ojos.

-Exacto. Hoy es tu primera noche, y vamos a hacer que valga la pena.

Valeria se acercó con una plancha para alisarle el cabello y luego le hizo unas suaves ondas que enmarcaban su rostro. Después, tomó el maquillaje y comenzó a trabajar como si fuera una profesional.

-Cierra los ojos -le ordenó mientras aplicaba sombras oscuras que hacían resaltar sus pestañas largas y sus ojos almendrados.

-¿No estás exagerando un poco con el maquillaje?

-Shh, confía en mí. Este look grita "mírame pero no me toques". Sexy y peligrosa. Como una bomba de tiempo con curvas.

Sofía bufó, pero una sonrisa se le escapó en los labios. Cuando Valeria terminó, la giró hacia el espejo.

-Listo. ¿Qué opinas?

Sofía se miró y se quedó en silencio. No se reconocía. Su piel brillaba, sus labios estaban pintados de un rojo profundo, sus ojos delineados con intensidad. El vestido moldeaba cada curva como una segunda piel. Se veía... atrevida. Irresistible. Poderosa.

Y eso la asustaba.

-Wow... -fue todo lo que pudo decir.

Valeria sonrió satisfecha.

-Prepárate, porque esta noche vas a robarte todas las miradas.

Sofía respiró hondo, nerviosa.

-Una copa. Y no me dejes sola ni un segundo.

-Lo prometo. -Valeria le guiñó un ojo-. Ahora súbete esos tacones y vamos a hacer historia.

Y así, sin saberlo, Sofía selló el comienzo de una noche que cambiaría su vida para siempre.

El taxi se detuvo frente al club más exclusivo del centro. Las luces de neón parpadeaban en la entrada, la música vibraba hasta el suelo, y una fila de gente esperaba para entrar. Valeria se bajó primero, saludando al portero con familiaridad. Sofía salió después, con los tacones tambaleantes y la inseguridad colgándole del cuerpo como un abrigo pesado.

-Relájate -le susurró Valeria, tomándola del brazo-. Estás preciosa. Solo disfruta.

Entraron sin problemas, gracias al encanto de Valeria con el personal. El interior era una explosión de luces, cuerpos bailando, risas, copas en alto. Sofía se sintió completamente fuera de lugar, como una intrusa en un mundo que no era suyo.

Caminaron entre la multitud rumbo a la barra. Sofía, distraída por las pantallas y las luces, no vio al hombre que venía en dirección contraria hasta que fue demasiado tarde.

-¡Ay! -exclamó al chocar de lleno contra un pecho duro como una piedra.

La copa que él sostenía se volcó un poco, derramando gotas de whisky sobre su brazo. Sofía dio un paso atrás, con la cara encendida de vergüenza.

-Lo siento, no te vi -dijo apresurada, sin atreverse a levantar la mirada.

El hombre no dijo nada durante un segundo. Solo la observó en silencio, con esa presencia imponente que parecía detener el mundo a su alrededor. Finalmente, habló con voz grave y profunda.

-Tranquila. No fue nada.

Sofía alzó los ojos lentamente... y entonces lo vio.

El hombre más guapo que había visto en su vida.

Tenía una mandíbula marcada, una barba de pocos días perfectamente cuidada, y unos ojos verdes tan intensos que parecían perforar el alma. Su brazo derecho estaba cubierto de tatuajes, y aunque llevaba una camisa negra de seda, el contorno de sus músculos era evidente. A su espalda, dos hombres parecían acompañarlo como sombras, atentos a cada movimiento.

Diego.

Aunque todavía no lo sabía, ese era el nombre del león al que acababa de despertar.

-Ten más cuidado la próxima vez, pequeña -murmuró, y sonrió de lado con una mezcla de diversión y curiosidad en la mirada.

Sofía tragó saliva, sin saber qué decir. Y sin darle tiempo a responder, él ya había seguido su camino entre la gente, perdiéndose entre las luces y la música como un fantasma seductor.

Valeria apareció justo a su lado.

-¿Estás bien? ¿Qué fue eso?

Sofía parpadeó, como si despertara de un trance.

-No lo sé... solo choqué con alguien.

-¿Con alguien o con un dios griego? -bromeó Valeria, mirando hacia donde había desaparecido Diego-. Porque ese hombre parecía salido de una fantasía.

Sofía no dijo nada. Su corazón latía con fuerza sin razón aparente. Algo en él... en esa mirada... la había estremecido por dentro.

Y no sabía que ese choque inocente era solo el inicio del juego más peligroso de su vida.

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