En los bosques antiguos donde la luna gobierna el destino de los lobos, dos manadas rivales han vivido en guerra durante décadas. Los Sangreluna y los Sombraviento compiten por territorio y honor, y el rencor entre ellos es tan viejo como los árboles que los rodean. Aiden, el imponente alfa de los Sangreluna, ha dedicado su vida a proteger a su manada, dejando de lado sueños personales. Pero todo cambia en la noche de la luna roja, cuando el resplandor plateado revela lo imposible: su mate destinada no es otra que Lyria, la hija del alfa de los Sombraviento. Lyria, fuerte e indomable, no está dispuesta a dejarse arrastrar por lo que llama "los caprichos de la luna". Para ella, Aiden representa todo lo que odia de los Sangreluna, y está decidida a luchar contra su destino. Pero la conexión entre ellos es tan poderosa como las raíces que sostienen el bosque, y la luna, testigo silenciosa, insiste en unirlos a pesar de los rencores ancestrales. Entre traiciones, secretos familiares y la sombra de un conflicto que amenaza con destruir ambas manadas, Aiden y Lyria deberán decidir si su amor puede superar siglos de odio o si están condenados a repetir los errores de sus ancestros.
El bosque estaba envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el murmullo del viento entre las ramas y el crujir ocasional de hojas secas bajo las patas de Aiden. Como alfa de los Sangreluna, su presencia irradiaba autoridad y fuerza, pero esa noche, una sensación extraña lo seguía, como una sombra que no podía sacudirse. La luna llena brillaba intensamente en el cielo despejado, un presagio que no pasaba desapercibido para un lobo como él.
Aiden se detuvo al borde del claro donde su manada esperaba. Habían pasado semanas planeando la defensa del territorio. Los Sombraviento, la manada enemiga, no habían cesado en su intento de cruzar los límites. En el pasado, los enfrentamientos eran brutales, sangrientos, y él siempre había liderado a los suyos con el propósito de protegerlos. Pero esa noche, algo era distinto. La luna parecía más cercana, sus rayos más penetrantes, como si estuviera tratando de decirle algo.
-Alfa -llamó Caleb, su beta, acercándose con cautela-. El patrullaje está completo. No hay señales de movimiento en el perímetro.
Aiden asintió, pero no dijo nada. Su mirada seguía clavada en el cielo, en la luna que parecía observarlo con insistencia.
-¿Algo anda mal? -preguntó Caleb, con el ceño fruncido.
-No lo sé -murmuró Aiden, entrecerrando los ojos-. Solo... tengo una sensación.
***
En el otro extremo del bosque, Lyria Sombraviento caminaba sola bajo la misma luna, sus pensamientos llenos de frustración. Su padre, el alfa de su manada, había insistido en que era hora de que asumiera un papel más importante en los conflictos con los Sangreluna. Pero ella no quería ser una pieza más en esa guerra interminable.
Lyria levantó la vista hacia la luna, buscando consuelo en su brillo. Siempre había sentido una conexión especial con ella, como si fuera una guía en la oscuridad. Pero esa noche, el brillo lunar parecía diferente, más intenso, y una inquietud inexplicable se instaló en su pecho.
-¿Qué quieres de mí? -susurró, más para sí misma que para la luna.
Un aullido resonó en la distancia, profundo y resonante, haciéndola detenerse en seco. No era un aullido cualquiera. Había algo en él, una intensidad que hizo que su corazón se acelerara.
-Lyria -llamó una voz detrás de ella. Era Kieran, el beta de los Sombraviento-. Tu padre te está buscando. Dice que necesitamos planear el siguiente movimiento.
Lyria apretó los dientes, intentando contener su frustración. No era que no quisiera proteger a su manada, pero estaba cansada de vivir bajo el peso de un odio que no había elegido.
-Dile que voy en un momento -respondió, sin apartar la vista de la luna.
***
El destino quiso que Aiden y Lyria se encontraran esa noche, en un punto neutral del bosque que ninguno de los dos había planeado cruzar.
Aiden sintió su presencia antes de verla. El aire cambió, cargándose de un aroma que no pudo ignorar. Era dulce, embriagador, como una mezcla de flores silvestres y la tierra después de la lluvia. Su lobo interior se agitó, inquieto, y un instinto primitivo lo llevó a seguir el rastro.
Cuando la vio, fue como si el tiempo se detuviera. Estaba de pie bajo la luz de la luna, su cabello oscuro cayendo en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una intensidad que lo dejó sin aliento. Era hermosa, pero más que eso, algo dentro de él sabía que ella era diferente.
Lyria también lo sintió. Al principio, pensó que era un enemigo, y su cuerpo se tensó en preparación para luchar. Pero cuando sus miradas se encontraron, todo cambió. Un calor inexplicable recorrió su cuerpo, y su lobo interior, normalmente reservado, rugió con fuerza.
-¿Quién eres? -preguntó Aiden, dando un paso hacia ella, aunque ya lo sabía. La marca de los Sombraviento era inconfundible.
-Debería preguntarte lo mismo -respondió Lyria, con una mezcla de desafío y confusión.
Por un momento, solo se miraron, cada uno evaluando al otro, pero ambos conscientes de una atracción que no podían negar.
-Eres una Sombraviento -dijo Aiden finalmente, su voz baja pero cargada de emoción.
-Y tú eres un Sangreluna -replicó Lyria, dando un paso hacia atrás.
El aire entre ellos era denso, como si el mismo bosque estuviera conteniendo la respiración. Aiden sabía lo que sentía, lo que su lobo estaba tratando de decirle, pero se negó a aceptarlo. Era imposible. Ella era su enemiga.
-La luna... -murmuró Lyria, mirando hacia arriba nuevamente-. ¿Esto es cosa tuya?
-¿Qué estás diciendo? -preguntó Aiden, con el ceño fruncido.
-Algo está pasando -dijo ella, cruzando los brazos-. Lo siento... en mi interior. Como si... no tuviera elección.
Aiden entendió de inmediato. La conexión que sentía no era casualidad. La luna, la guía de los lobos, le estaba confirmando lo impensable: Lyria era su mate.
-Esto no puede estar pasando -murmuró, más para sí mismo que para ella.
-Estoy de acuerdo -dijo Lyria, aunque su voz tembló-. Esto no tiene sentido.
-Es un error -dijo Aiden, aunque sabía que la luna no cometía errores.
-Entonces que sea un error -replicó Lyria, con más fuerza de la que sentía-. Porque nunca seré mate de un Sangreluna.
***
El encuentro terminó tan abruptamente como comenzó, ambos escapando de la verdad que les había sido revelada. Pero mientras Aiden regresaba a su manada, con el aroma de Lyria todavía grabado en su mente, supo que nada volvería a ser igual.
Lyria, por su parte, trató de convencerse de que podía ignorar lo que había sentido. Pero la luna seguía brillando intensamente, como si estuviera riéndose de sus intentos.
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