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Historia

Capítulo 5 El precio del deseo

Palabras:1474    |    Actualizado en: 12/04/2025

– El prec

a: era pánico, sí... pero también algo más. Algo profundo, ardiente, que la asustaba aún más que el propio Diego. Su cuerpo reaccionaba sin

orado aún, deslizó lentamente sus dedos entre sus muslos. La caricia fue directa, humedeci

dura, de dignidad, o quizás miedo. Lo apartó de golpe con las

o hacia atrás, luego otro, como si

oria. En dos zancadas la alcanzó y la acorraló contra la pared. Su cuerpo, desnudo salvo por los bóxers, la envolvi

dente de su erecci

al oído, lamiendo su lóbulo con de

lla, y Sofía sintió su erección clavarse en su abdomen. Se estremeció. Sus ojos se encontr

grave, rozándole los labios con los suyos, si

, sin entender, resp

a-. Tu cuerpo, tu sumisión... tu inocencia. A cambio, yo te doy

de lágrimas. ¿Qué estaba dispuesta a dar para s

capaz de resistirse a

o flotaba en el aire, peligrosa, tentadora... irreal. Un contrato.

to ya preparado -como si lo hubiese previsto tod

-Le guiñó un ojo con esa arrogancia que

il por hora, pero la imagen de su madre en una cama de hospital fue más poderosa

do que acababa de vender

mo el lobo que finalmente t

o hacia ella, su voz se volvió

biertos. Diego se sentó al b

de la noche anterior. Los bajó lentamente, revelando sus hombros, su

a imaginado... y él ya había imaginado demasiado. Curvas suaves, pie

ordenó con vo

los costados y se despojó de ellas con movimientos lent

uspiro contenido

etador

rostro. Sus pechos quedaron al descubierto y sus pezones se endurecier

Se acercó. Su somb

denó con un tono que no admitía répl

ada, con el corazón

z le quebró, inf

, le rozó la oreja. -No me obligues a repetirlo -murmuró,

zando hacia ella con p

de sus caderas. Sofía contuvo la respiración. El tac

e hasta que sus labios rozaron la nuca de

sas siniestras, mientras sus dedos trazaban lentamente el camino desde su espalda baja hasta

nvenenado de su ser, una parte de ella ansia

nte lento. Sofía, al escuchar el roce de la tela, se giró instintivamente. Sus ojos se abrieron desmesurados,

un arma de conquista que algo humano. Sofía retrocedió arrastrándose por la cama hasta

la voz quebrada por el páni

royectando una sombra que la envolvió por completo. Su expresión era fría, p

ostro quedó a centímetros del de ella-. Pero contigo... -su mano atr

cando el contraste con la oscuridad de las sábanas. Diego la obligó a mi

cerraba alrededor de sí mismo con posesividad-. Est

día apartar los ojos. La realidad del contrato, de su decisión,

e ni siquiera ella sabía qué

sobre la cama. Su cuerpo desnudo se cernió sobre ella, la erecci

su hombro con fuerza suficiente para deja

entro- la paralizaban. Diego no esperó. Sus manos separaron sus piernas con brusquedad, y

ntaria que la avergonzó hasta el alma. Su cuerpo, contra toda lógica, reaccionaba al peligro c

n dedo con brutal delicadeza por su inter

un sonido escapó. Las lágrimas caían ahora

onaba contra su entrada, aprovechando aquella humedad

existía el peso de él, el calor, y la certeza de

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