Marina no p
omento exacto en que él se sentó a su lado. A su lado. En su mesa. Como si fuera lo más natural del mundo. Como s
mportante había pasado, como si el día no terminara ahí, como
ahora le hablaban diferente. Traían consigo una imagen, una voz, una mirada verde que no podía sacarse de la cabeza. El viento nocturno entraba po
vi
e parecía fuerte.
antes de beberlo, como si necesitara enfriarse por dentro. Sentía aún la presencia de ese hombre, de su voz grave y tranquila, de sus manos grandes y su for
sar demasiado, como si se tratara de guardar algo valioso que no quería extraviar. Lo registró bajo el nombre "
Tal vez solo fue una escena fugaz, una tarde distinta que luego se disolvería como la espuma de
o del respaldo de una silla. El olor a mar seguía presente, impregnado en su piel, en su ropa, en todo el apartamento. Pero no era solo el mar. Era él. Era la imagen de su
"una línea directa con la ley". Su respuesta fue una risa leve, pero e
Las gotas aún escurriendo por su espalda, su vestido húmedo, el pelo enredado por el viento... y él, con ese porte firme, pregu
quizá la había visto entrar, si su mirada la había seguido
pensar en
able pero persistente. Y aunque nunca se dijeron nada concreto, Marina sabía que él albergaba sentimientos por ella. Lo veía en sus atenciones, en los pequeños celos mal disimu
comparar. Se tr
uición profunda que le decía que ese hombre no era uno más. Que su presencia no había sido casual. Q
noche. Una de esas donde anotaba ideas sueltas, escenas para cuentos o frases que le vin
o. No preguntan si estás lista. Simplemente tocan la or
tía la sal en la piel, per
ún no sabía si volvería a verlo, si él pensaba en ella del mismo modo, si aquella chispa tenía destino o
n una imagen: dos ojos verdes mirándo