isma
dn
a
. Pero cuando se trata de una mujer, de conquistar su corazón, las reglas cambian. La diplomacia se vuelve humo, la razón se quiebra, y lo que queda es puro insti
a amenaza, un intruso que debe ser erradicado antes de que se atreva a quedarse. No es una cuestión de sentimientos; es una cuestión de poder
batalla, que no se gana por imposición ni se protege con barrotes. Algunos sab
su lista de conquistas, un trofeo más para exhibir en su vitrina de victorias vacías. Y lo peor era que nunca dejó de acecharla. Desde que la conocí, el imbécil merodeaba como un buitre, buscando el mo
de mi vida para meter sus garras. Ya no importaba. No me iba a quebrar, no iba a huir como un perro apaleado por sus
mirada perforándome como un cuchillo afilado. Era un aviso, una advertenci
rompí el silencio con
or tu pequeña artimaña para fastidiarme. Y, por último, si ella te amara co
ojos oscurecidos por la furia. Dio un paso ade
entes-. No te atrevas a desafiarme, porqu
desafiante. Me incliné apenas h
tu maldita fiesta. De lo contrario, t
rustración en su rostro. Luego, sin prisa, apuré de
diferencia, enderezándome-. Sería descorté
s talones y avancé hacia ella, ignorando
uego, que logré darle la vuelta a la situación a mi favor, pe
é en seco al darme cuenta de que no estaba sola. Benjamín se encontraba a su lado, y lo más grave
brazo con posesión, apretando con fingida dulzura mientras me llamaba "amor" frente a todos. Pero lo
ni siquiera se podía considerar una relación, pero eso no evitó que
jos no se apartaron de Amber, tratando de descifrar qué ocultaban los suyos. ¿Rabia? ¿
Tengo que responder a la duda de Benjamín antes de
o para hablar de mi relación co
nmediato, claramente m
iso de su pariente... ¿Cómo es que se ll
on su tono empalagoso. Luego gira su atención hacia mi pecosa, disfrutando cada segundo de
e callado como un idiota. El espectáculo debe continuar. No voy a darle a Benjam
s -suelto, acompañando mis pala
devuelve una mirada helada que m
o. Tal vez Amber ya no siente absolutamente nada. Pero necesito una señal, algo qu
ailar. Compláceme -
do el regalo más extravagante del mundo. En cierto modo, lo es. Tendré qu
a sig
eo con cada carcajada exagerada, sino que tuve que jugar al novio perfecto, sonriendo como un imbécil mientras ella se aferraba a mí con sus manos pegajosas de perfume b
rse hasta el punto de doler, los nudillos blancos de apretar el puño dentro del bolsillo de mi chaqueta. Fue como si mil dagas se enterraran en mi pecho, de
otro ocupaba mi lugar, que otro tenía el der
vi la oportunidad, escapé. No pensaba pasar un solo minuto más en esa mansión de ricos insoportables vien
sin parar. Me levanté. Caminé por mi departamento de un lado a otro, con las manos enterradas en el c
ión viable, hasta qu
fría y analítica pueda encontrar una salida para acercarme
o, el corazón acelerado por la expectativa. Pero antes de que pueda llegar a la puerta, la figura de Beatriz cruza el umb
una pizca de sarcasmo en la última palabra-. Recogí sus trajes de la tinto
mesa, soltando
a rápida de arriba abajo, con ese ojo clínico suyo que siempre detectaba cuando algo andaba mal-. Ya te he
los trajes con precisión en el perc
libre -murmuro, con un dejo de culpa, mira
aluara cuánto de ese agradecimiento es sincero. Luego, cha
na con naturalidad, cruzándose de brazos-. Lu
se tensan d
eja, tratando de sonar ligero, pero la expectativa en mi voz me d
nde sin inmutarse, con un destello divertido en la mirada-.
ia adelante, apoyando
como ejecutiva en las
la man
eph la tiene controlada -mascullo, sintie
dvertencia, pero continua como s
bes, y sé que la firma final será en Nueva York -hace una pausa breve antes de deslizar
sin dudar, hojeá
de mi cabeza girando a toda velocidad-.
mira con una sonrisa apenas perceptible
eva York, negocie con los árabes y, de paso, aproveche para resolver su asunto
carpetas, sosteniendo su
un golpe seco-. Pero necesito que te contactes con ellos, descubras cuándo será esa reunión y, s
guo en voz baja, pero su silencio m