ismo
dn
m
ión del destino cuando te atreves a creer que tu felicidad será eterna. Cuando sientes que nada ni nadie podrá apagar ese amor que parecía invencible.
rdo en una daga. La impotencia se instala en el pecho, asfixiante, insoportable. Y después... la resignación. Pero esa última etapa casi nunca nos alcanza por completo. Nos aferramos al pasado
ro de esa historia, podremos dejar de sentir. Pero, en el fondo, sabemos que no funciona así. Quizás es solo un mecanismo de defensa,
ades, no importaba que fuéramos demasiado jóvenes, ni que apenas nos alcanzara el dinero para sobrevivir en aquel diminuto departamen
entándome, repitiéndose en mi mente como un eco cruel, sin tr
ne, 7 a
ea de cenar en un lugar romántico con mi novio, pero hay algunas razones por las que un hombre te lleva a u
s avanzar, tal vez comprometiéndonos. Hemos hablado de nuestra casa ideal, de un futuro juntos, aunque también somos conscientes de nuestra realidad: seguimo
ngida inocencia. Tararea una canción, su manera de provocarme porque sabe que odio las sorpresas. Me muerdo el labio,
guiste enloquecerme con tanto misterio. Haré lo
a mirada de fal
-. ¿Le llamas tortura a que tu novio quiera tene
na mirada
sabes perfectamente
de de inmediato. Sigue conduciendo como si no h
a -dice al fin, con fingida inocenc
y le dedico una
a repentina... -finjo pensarlo-. Veamos... ¿Co
ejo de las luces de la calle. No dice n
palabra, divertida-. ¿Qu
carcajada y s
iste muy cerc
l ceño,
nto
l labio, juega con mis nervios. Me desabrocho e
amor. Deja
e y deja escapar un
e la empresa... -hace una pausa, alargando el suspenso-. Tien
ojos de p
emocionada, lanzándome sobre él para
, acaricia mi rostro con ternura. Su mirada brilla con
arme, por estar a mi lado, por aguantar esos días de mierda... pero ya no más.
frase in
sin apartar mis
ente, con una sonris
si estás dispuesta a aguantar a es
una caricia. Estoy tan emocionada que apenas puedo rea
ia cada parte de mi ser. Siento que el corazón me estalla en el pec
ire. Un impacto brutal contra nuestro auto. E
nas después en una cama de hospital, rodeada de luces frías y el pitido constante de las máquinas. Pero Ian
o una llamada de despedida. N
bierta, sangrando preguntas sin respuest
que seguir adelante. Me mudé con mi hermana, terminé mi carrera en Economía y Finanzas, y conseguí un empleo. O, mejor dicho, Joseph Carrington se encargó
omisos, nada de ataduras. Nunca dejé que nadie se acercara demasiado. Hasta que, sin
ó su amor sin exigir nada a cambio, sin presionarme. Y tal vez por eso acepté comprometerme con él. Lo sé, lo sé... un matrimonio necesita más que am
amín O'Connor. Me daba igual la maldita celebración, pero a Joseph le importa
pesadillas-era que el pasado me esperaba en esa
te a mí. Vivo. Y lo peor es que no luce destrozado, ni venci
brazos firmes, abdomen trabajado, la misma postura arrogante que siempre me desesperó... y me encantó. Su cab
o puedo descifrar. Tristeza, rabia.... ¿Amor? No. No puede ser. Tal vez es solo mi maldita m
a piel. Ninguno retrocede. Ninguno aparta la mirada. El silencio es un campo de batalla, y est
ra la idea-. ¿Por qué haría algo así? Todo lo contrario. Si alguien aq
ago. Aprieto la mandíbula y
tas -digo, con la voz firme, aunque por dentro estoy hecha pedaz
e endurece
n, y sus fosas nasales se dilatan lev
ra le quemara la garganta-. Eso es justo lo que quería escuchar. Así t
Me quema, me destroza, pero no me permito quebrarme. No f
mi cena de compromiso con Joseph. Sé madur
jos. Pero, en lugar de responder de inme
n esa expresión cínica qu
mí. Su voz es un susurro peligroso, cargado de algo que me revuelve el
suficiente para que su
iera ver a través de mí, como si supiera que aún tengo grietas por donde se cue
iel, un latigazo de fuego
ía me afecte. Odio... que aún tenga ese jodido pod
-escupo, sintiendo la rab
esta maldita biblioteca y poner tanta distancia com
eza y me jala hacia él. El impacto de su cuerpo
a tela de su traje es un muro entre nosotros, pero aun así p
ón. Trago saliva, mi corazón golpeando con
se mantiene. No es agresivo, no es
on la misma intensidad que su mi
, se clava en mis oídos como una sentencia, pero el gris