resultaba extraña y amenazante. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes serenos, y una lámpara de araña brillaba suavemente,

lmente un rescate o una prisión disfrazada? Mientras se sumía en sus pensamientos, el eco del accidente resonaba en

la gratitud y la desconfianza. ¿Quién era realmente Andrew de la Torre? Conocía su nombre, había oído hablar de él en la ci

a. -¿Cómo te sientes? -preguntó, esta vez con un tono más suave. María se encogió de hombros,

o asiento en la silla frente a la cama-. Pero quiero que sepa

r sentir una punzada de desconfianza. -¿Por qué hiciste esto?

nado, siento que tengo una responsabilidad contigo. La sinceridad en sus ojos la sorprendió. Había algo más

opesando sus palabras-. Primero, debes recuperarte. Te proporcionaré atención médica y todo lo que necesites. Luego, podemos hablar sob

ó. Había estado huyendo de su pasado, y ahora parecía que había caído en un nuevo tipo de

nación. -No puedes. No hasta que estés completamente recuperada. Además, no sería

oderoso, y había algo en su presencia que la intrigaba, aunque también la asustaba. -Está bien

. Eres libre de irte cuando quieras, pero quiero que t

spa de esperanza se encendía en su interior. Tal ve

ras que se encargaron de su recuperación. Gradualmente, el dolor en su cuerpo disminuyó, pero la confusión en su ment

versar, y poco a poco, María comenzó a descubrir su lado más humano. A menudo hablaban de sus vidas, de sus sueños y t

sintió impulsada a abrirse más. -¿Qué hay de ti, Andrew? ¿Por

-No soy quien piensas que soy -respondió finalmente-. La gente ve lo que quiere ver. Pe

edad. -Yo también he estado sola -murmuró-. Pero creo que nunca se trata s

pó. Era un momento de vulnerabilidad, un intercambio sincero que les perm

r que, aunque Andrew estaba siendo amable, había un motivo detrás de su generosidad. ¿Realmente podía confiar

contrar una forma de reconstruir su vida, incluso si eso significaba enfrentar sus miedos y la incertid