s vacías eran el reflejo de años de excesos, de apuestas perdidas y malas alianzas, y sobre todo, de una corona que no merecía portar. Su nombre no inspiraba respeto, sino desprecio. Aún los niños d
Y desde entonces, supo que estaba sola ya que su h
io en un acuerdo desesperado con un rey peor aún que Riccon. Un pirata coronado. Un hombre conocido por invadir tierras por puro placer, que se deleitaba
el, el Sanguinario. Y Regina, sile
jena al sufrimiento. Y aunque jamás había logrado entablar una conversación real con su hijastra, sentía por ella una profunda pena. Sabía, más que nadie, lo que
ra que el reino no resistiría. Por la corona qu
mujeres criadas en el convento al que fue enviada tras la muerte de su madre. Su cabello jamás se había mostrado en público. Sus ojos eran lo único visible, y aun así, no transmitían emoción algu
n. No en las negociaciones. No en el futuro. Ella debía ser un
nía atado al mismo, Regina permanecía impasible. Inmóvil. Pero su mente, esa que nadie en la corte se había
comenzaba a gestarse algo que
ina no era
emilla ba
sería también el día en
a... inofensiva. Y también sabía que esa imagen era su mejor escudo. Porque debajo de esas capas de tela pesada, bajo ese velo que
mo un tambor en lo profundo de su pecho: ¿Podría te
conquistadas. Pero entre esos relatos, también se colaban susurros más personales: que el rey Kael no se quedaba en su castillo más
Y si la dejaba sola en un castillo extraño, con una cor
. Libertad entre barrotes dorados. Porque si él se iba... ella
ella. Discreta, atenta. Jamás se dirigió a ella directamente, como si fuera un jarrón de
s limpias, y hablaban con una elocuencia refinada, como nobles de una corte de cuentos. Ninguno levantaba la voz.
costumbrada. Su vida entera había sido eso: invisibilidad con bordes dorados. Lo que sí le molestaba era la certeza de que estaba
rra, tal vez podía encontrar en ello un resquicio. Tal vez po
rlo. Medirlo. Entender qué tipo de ho
Y si la dejaban moverse, su reina inter
sitaba ve
la prime
par de semanas. Se encuentra hospedado cerca de aquí, listo para ver cómo proceder -dij
ca torcida de espanto lo delató. Hasta ese instante, había estado jugando al monarca seguro, gesticulando con arrogancia, creyéndose en control... por
agar en escenarios sombríos. ¿Y si todo era una farsa? ¿Y si Kael no venía por matrimonio, si
archó, Riccon se desplomó en su trono como si le
bla
stia vencida, sin ya una pizca de respeto. Se acerc
dos por temor -dijo, con esa voz suave, pausa
uando el miedo lo dominaba. Ya lo había hech
tados. Su temblor cesó un segun
a que su copa de cobre salió volando y rodó por el mármol
ión que no pedía perdón ni buscaba permiso. Luego se giró y caminó hacia la salida, su si
podía convertirla en blanco. Había aprendido a desaparecer, a volverse parte del mobiliario. Pero, en su fuero inte
esa se m
el tablero, la única que sabía la verdad era ella mi