r recuperarse, pero mi espíritu estaba hecho pedazos. Apenas comía, apenas dormía. Ricardo no volvió a ent
la puerta se abrió de golpe. Era Ricardo. Su rostro estaba co
o, Sofía?", espetó, arrojan
Eran mensajes antiguos, de semanas atrás, donde Diego me ofrecía su apoyo,
nversación con mi amigo
ó una risa a
ió por completo. "Este tipo, este artista muerto de hambre, ¿es por él que
que había pasado, después de arrancarme a sus propios hijos, ¿ahora se atrevía a ac
una punzada aguda en el vientre. "Tú sabes perfectamente que esos niños eran tuy
pero bajó la mano y me agarró con fuerza de la barbilla, obligándome a mirarlo. "Siempre supe que había algo raro contigo
esinato de mis hijos, sino que también había estado envenenando la mente de Rica
, le supliqué, aunque sabía que era inútil. Su
cabecera de la cama. El mundo dio vueltas por un segundo
derme, pero la debilidad me super
Llevaba un vestido de maternidad de seda, que acentuaba una
a mano tranquilizadora en su brazo. Luego me miró a mí, postrada en la cama, con u
la artífice de mi desgracia, ahora esperaba un hijo. El hijo que Ri
ándola con un dedo tembloro
rpuso entre nos
á esperando a mi hijo. ¡Mi verdadero heredero!",
masiado. Una oscuridad se arremolinó en los bordes
sobre el suelo liso. Estaba sobre un cojín lleno de algo duro y punzante. Miré hacia abajo y vi que era un pequeño tapete tejido con espinas secas y afiladas, un "ji
en el sofá, bebiendo té, observá
calma, como si comentara el clima. "Arrodíllate ahí y reflexiona sobre tu tra
me habían quitado a mis hijos y me habían acusado falsamente,
í. Se agachó, su rostro muy cerca del mío. Olí su perfume c
o que yo misma había bordado para uno de mis bebés, con un pequeño osito en la esquina. Lo había guardado en la cuna vacía.
, dijo en voz alta, s
colmó el vaso. El dolor en mis rodillas no era nada comparado con la furia que me quemaba por dentro. La