o hacía después de una «emergencia de trabajo». Me tr
-dijo, su voz un murmullo sedoso-. Haremos una fiesta.
an una familiar y férrea determinación
raje a medida que se sentía como una camisa de fuerza.
leno de la élite de la Ciudad de México, todos adulando a Catalina, el
formes blancos idénticos y máscaras pl
invitados de honor -explicó C
a esto. Escaneé los rostros enmascarados, mi
ocios me dio una p
alina te adora. ¿Esa nueva mansión que t
otra mujer con entusiasmo-. Le dijo a mi esp
entira, y todos se la
a de copas se hiciera añicos en el suelo. El sonido resonó en la habitación repentinamente si
atando de arreglar su uniforme roto. Vi un destello de piel pálida y temb
Catalina e
onmigo
su expresión suavi
desastre, mi am
arrastró hacia las escaleras que
í. Tenía
n. Pero no estaba enojada. Lo estaba besando, sus
oneó-. Pero no puedo
plan. Traer a su esposo a nuestra fiesta de aniversario
travesó el pecho, p
hogada contra los labios de ella-. Es
l jugando en sus labios-. Entonces quizás nec
susurraba esas mismas palabras, prometiendo hacer desaparecer mi
mi cuerpo entumecido, mi cor
forme. Anunció a la multitud que vitoreaba que tenía otro regal
a, preparando una torre de champaña. Sus ojos se encontraron con
mesa. La torre de copas se t
odas partes. Un trozo grande y den
e abalanzó. No se abalanzó hacia m
lo de mármol con un crujido nauseabundo. Mi
scozor agudo en la frente. Docenas de cor
. Estaba abrazando a Damián, revisándolo en busca de heridas, su
rdido. Ella había tomado su decis
eado de gente que pensaba que era el hombre más afort
finalmente volviéndose hacia mí, sus ojos muy abiert