Monte
n tranquilo café del Barrio Antiguo. El vapor que subía de mi taza de café hacía p
una mente tan afilada como su saco sastre,
io -dijo. No e
un i
ezcla de sorpresa y algo que p
toda tu carrera en torno a la suya, te uniste a su firma para apoyarlo, decoraste tu casa exac
bras se sentían delgadas e inadecuadas-
conté e
a re
de Juliana se endurecieron al instan
bsesionado con la privacidad, una fortaleza de contraseñas y archivos bloqueados en su computadora, su teléfono fuera
s contraseñas, eran una galería pública de su tiempo con ella. Fotos de ellos besándose, con leyendas de bromas i
"Son los mejores que probarás en tu vida", había prometido. Fue solo más tarde, cuando vi una foto de él e Isabela en esa misma mesa, con un pla
compañera; era una suplente, una actriz fantasma en la reposición de su propio pasado. No solo me había ignora
, sacándome de la espiral de recuerdos dolorosos-. ¿Estás segura, Camila? Una ve
n desafío a su autoridad, no
r", me había dicho después de nuestra boda. "No como la mujer sin la que no puede vivir". No la escuché. Había c
se-, es como si todo el mundo te dijera que la estufa está caliente. Pero re
s del café, desdibujando el mundo exterior. Unos minutos más tarde, el prometid
, entregándoselo antes de besarla suave
avizándose al mirarlo-. Camil
s calculadas de mi propio matrimonio. Bruno y yo no teníamos eso. Teníamos horarios y obligaciones. Teníamo
rzando una sonrisa-. Espe
a resonó en mi mente, una que había estado evitando durante años. ¿Por qué era tan difícil para Bruno a
ostro frío. Y entonces, la respuesta me golpeó con la
odría haber sido la mujer más perf
amaba lo suficient
 
 GOOGLE PLAY