Monte
pesada puerta de cristal, el aire fresco y húmedo fue un bienvenido shock para mis sentidos.
i A6 negro. El
ba abriendo la puerta del copiloto. Isabela Herrera emergió, una visión
a en sus ojos, ni culpa. Solo un fastidio
teléfono. Lo último que quería era otra escena. Al bajar de la acera para cruzar
obillo. Grité, tropezando, mi teléfono cay
asible, mientras yo luchaba por recuperar el
a de salir. Pasó justo a mi lado, su costosa colonia una presencia fantasmal en el aire
a no gritar mientras las olas de dolor pulsaban desde mi tobillo
afé con dos tazas humeantes. Se acer
impaciente. No preguntó si estab
as -dije entre dientes,
coche, se agachó y me levantó en brazos antes de que pudiera resistirme. Sus mo
subió al lado del conductor. Me entregó una de las tazas. Era café negro.
y sofocante. En el asiento trase
n poco -dijo, su voz suave y de
el comportamient
ue me revolvió el estómago-. Se me olvidó. Como aquella vez que fuimos
lla, y pude oír la sonrisa e
usivo del que yo estaba deliberadamente excluida. Me sentí como una intrusa en
a primera cita. Me había dicho que era su lugar favorito de la ciudad, un santuario tranquilo. Me había besado por primera vez bajo el enorme árbol de hi
os compartidos, una nauseabunda revelación amaneció. No había compartido su santuario conmigo. Me había
ejo que frecuentaba, la marca específica de vino que siempre pedía. ¿Alguna de esas cosas era
ente me abrumaron. Cuando desperté, estábamos estacionados en la entrada
mirando mi to
su voz baja y acusadora-. ¿Fue algún tipo
cisismo puro y sin adulterar, hizo
o. Me lesioné intencionadamente con la remota posibilidad de que te dignaras a nota
as rid
-. ¿Quieres saber qué es ridículo? Creer por un segundo que te necesito. Yo era una arquit
igroso aparec
so un
 
 GOOGLE PLAY